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Todos los oficiales sabían
que el Inspector General del Ejército, el coronel Ethan Allen Hitchcock
era un hombre culto.
Nacido en el Estado de Vermont, Hitchcock era nieto de un héroe
de la Guerra de Independencia.
Graduado en la prestigiada Academia Militar de West Point
siempre fue un intelectual y estudioso de la filosofía.
Es difícil comprender cómo un hombre de hábitos tranquilos
y gustos eruditos
haya tomado la carrera de las armas.
Seguramente influyó la pesada herencia de su famoso abuelo.
Pero su inclinación por los valores éticos y morales
siempre chocó
con las crudas decisiones prácticas de la guerra
y del cumplimiento sin reservas
de las ordenanzas militares.
En Texas, Ethan Allen Hitchcock fue invitado
por el general Winfield Scott
a formar parte del "Ejército del Sur" como Inspector General.
En aquel entonces, el coronel Hitchcock tenía fama
de organizador de hombres y hábil administrador.
Para Winfield Scott, el coronel Ethan Allen Hitchcock
tenía todo lo que se necesitaba
para comisionarle un proyecto tan importante - como novedoso-
en el ejército estadounidense:
la creación de un servicio de Inteligencia.
Después de la batalla de Cerro Gordo,
el movimiento de tropas estadounidenses al interior del país
demandaba un suministro confiable de material de guerra,
tropas y recursos.
Y, la verdad,
había demasiado terreno entre Veracruz
y la Ciudad de México.
Los ataques de los patriotas
y guerrilleros mexicanos en el verano de 1847
se habían convertido
en una verdadera amenaza.
El 27 de mayo de 1847,
las tropas estadounidenses ocuparon, sin problemas,
la ciudad de Puebla.
El Comandante Militar designado de la plaza lo fue
el general William Jenkins Worth
quien sería uno de los militares clave
en las batallas del Altiplano.
A él le tocaría,
con sus propias manos,
arriar la bandera mexicana de Palacio Nacional
e izar
la bandera de las barras y las estrellas.
Worth tenía a su cargo la administración de la justicia
en la ciudad de Puebla.
Y, por eso,
algunos vecinos se acercaron al general y le pidieron que terminara
con los actos de bandidaje.
Y es que, en el México de la primera mitad del siglo XIX,
las gavillas y bandoleros eran el pan de cada día
en amplias regiones del país.
Particularmente la ruta México-Veracruz
pues era la vía principal de comunicación con el mundo exterior
y, obviamente,
la más transitada de entonces.
De esta manera,
cuando los vecinos de Puebla se acercaron al general Worth
en busca de ayuda,
mencionaron
al bandido más odiado
y temido por ellos:
el poblano más famoso de la región llamado "El Chato"
y mejor conocido
como Manuel Domínguez.
Los antecedentes de este hombre son inciertos.
Si nos apegamos a la versión del mismo Domínguez:
era un comerciante de telas residente en Puebla.
Y en uno de sus viajes, fue asaltado y despojado de sus bienes
por un oficial mexicano
y juró desde entonces vengarse
organizando una banda de delincuentes.
Estaba casado y tenía un hijo.
Lo cierto, es que los vecinos de Puebla tenían
otra versión de Manuel Domínguez.
Nadie recordaba al honesto comerciante de telas;
más bien,
lo señalaba como un hombre de largo historial delictivo
como salteador de caminos.
Era un hombre inteligente y audaz
con liderazgo sobre otros delincuentes de las regiones de Tlaxcala y Veracruz
aunque su lugar preferido de trabajo
era el camino Puebla-México.
Varias veces fue capturado y enjuiciado
pero Domínguez se las arreglaba para estar nuevamente en la calle paseándose
con la mayor impunidad
a pesar
de ser conocida su reputación
como delincuente.
Tampoco hay coincidencia sobre su aspecto físico.
Para algunos oficiales estadounidenses
Manuel Domínguez no tenía el aspecto de un delincuente desalmado.
Pero, eso sí, por supuesto, tenía la nariz chata
¿Fue un asesino?
Según Hitchcock, no.
Y carecemos de dato alguno que lo incrimine al respecto.
No podemos afirmar lo mismo de los esbirros
que lo acompañaron.
El general Worth
mandó arrestar y encarcelar a Manuel Domínguez
aunque el militar calculó las ventajas de utilizar las habilidades de este hombre
y usarlas en su provecho.
Y de esta forma le ofreció la oportunidad de trabajar
para los estadounidenses.
Domínguez, no salió de su asombro:
los propios invasores le ofrecían
la salida del calabozo.
Con la bendición del general Winfield Scott
Manuel Domínguez fue remitido inmediatamente bajo las órdenes
del coronel Ethan Allen Hitchcock.
Al principio, se organizó un grupo minúsculo de cinco delincuentes que
primordialmente
fueron utilizados para labores de correo.
Más tarde,
se integraron otros 12 bandidos
y las tareas del grupo se ampliaron a labores de espionaje
y, sobre todo,
para actuar como contraguerrilla
y neutralizar a los grupos de patriotas que entorpecían
la logística del ejército estadounidense.
Manuel Domínguez
fue "ascendido" a "coronel"
y la compañía organizada por Ethan Allen Hichcock
se llamó
la "Mexican Spy Company"
o "Compañía Mexicana de Espionaje".
Un dato conservador menciona a 300 individuos
integrantes
de la "Spy Company".
Más de dos mil
en sus mejores épocas
como miembros temporales.
Actuando como agentes encubiertos,
la importancia
y efectividad de la Mexican Spy Company
era tal
que disfrutaban de mejores salarios que muchos
soldados estadounidenses.
Se les diseñó un uniforme copiado
intencionalmente
de los "Lanceros"
pertenecientes a la caballería mexicana
con casacas de color verde brillante y pantalones oscuros.
Se distinguían de los verdaderos "lanceros"
llevando un pendón rojo atado en sus enormes lanzas
y una banda del mismo color
alrededor de sus sombreros.
¿Habrán sido las envidias?
Lo cierto, es que la Mexican Spy Company
fue criticada por miembros del ejército norteamericano
como los "Cuarenta Ladrones" y su "Ali Babá" Domínguez.
¿Difamaban?
En Tacubaya
y en la Ciudad de México,
los hombres de Domínguez cometieron acciones de pillaje,
escándalos y violencia
contra cualquiera que osara siquiera mirarlos
con reprobación.
Atacaron, humillaron
y asesinaron con total impunidad
a policías y serenos de la Ciudad de México,
sus víctimas favoritas,
con la tácita complicidad de Hitchcock
y las autoridades militares estadounidenses.
El 20 de agosto de 1847,
la Mexican Spy Company
combatió "codo con codo" con los invasores
en la batalla de Churubusco
y las balas estadounidenses usadas por mexicanos
derramaron sangre
de otros mexicanos.
Cuenta la historia que, una vez rendido el convento
defendido fue el general mexicano Pedro María Anaya,
se supo
de la participación de los contraguerrilleros de Domínguez
en la batalla.
Indignado,
y ya prisionero de los estadounidenses,
el general Pedro María Anaya
no se quedó con las ganas y encaró a Manuel Domínguez.
Con peligro de su vida,
lo evidenció ante sus patrones
"escupiéndole" de la palabra justa que lo definía:
¡ Traidor !
La "Spy Company",
creada por Ethan Allen Hitchcock,
fue un éxito rotundo.
Logró hacerse de informantes,
correos, desertores, oficiales mexicanos
e incluso, según informes,
a un mayordomo del propio
Antonio López de Santa Anna.
Una vez firmados los Tratados de Paz de Guadalupe-Hidalgo
a mediados de 1848
la Mexican Spy Company
fue dado de baja en Veracruz.
¿Qué ocurrió con estos 200 hombres?
Muchos de ellos, que operaron en el anonimato,
volvieron a integrarse en la sociedad
o continuaron con sus labores delictivas.
Manuel Domínguez y algunos otros acompañados de sus familias
siguieron a los estadounidenses a su destierro.
Los días del poblano Manuel Domínguez alias "El Chato"
terminaron en la pobreza manteniendo como pudo
a su familia.
Mejor le fue al coronel filósofo.
Ethan Allen Hitchcock,
el padre el espionaje estadounidense,
fue consejero de guerra del presidente Abraham Lincoln.
Este hombre,
filósofo de la paz pero eficiente comandante de guerra,
admirador de la ética de Spinoza
pero cabeza de un grupo de bandoleros espías
murió anciano en su casa de Sparta, Georgia
el 5 de agosto de 1870.
En esta guerra,
Manuel Domínguez fue la cabeza visible de un cuerpo anónimo de mexicanos
de todos los niveles sociales
que, en mayor o menor medida,
siguieron los pasos del bandido poblano.
¿La Historia exageró en condenarlo?
Difícilmente.
Manuel Domínguez y sus hombres
se mancharon las manos con la sangre de otros mexicanos
usando los fusiles
y las balas del invasor.
En ese momento,
la....
cruzó la línea.
La historia de la "Compañía Mexicana de Espías"
nos deja enseñanzas importantes
que, aún hoy, son válidas a cabalidad.
La pobreza, la injusticia y la desigualdad
siempre dividirán y confrontarán
a la sociedad que las padece.
Que un país divido es
ha sido y será siempre
una pieza fácil de manipular.