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Me gusta dibujar escenas con mucha gente, escenas que muestren la idea de
acontecimientos importantes en los que hay mucho pœblico, pero siempre
-de eso me he dado cuenta- en el fondo, es un reparto del espacio, es un reparto del
espacio que no puede ser s—lo espont‡neo y solo con lo primero que te
pasa por de la cabeza, sino que debe tener una parte racional. Creo que eso
suced’a much’simo en el arte antiguo porque cuando hac’an un retablo ten’a
que durar por los siglos de los siglos. TambiŽn el arte moderno muchas veces
ha sido el arte gestual, el arte de ir muy deprisa, lo que sale espont‡neamente;
tiene mucho interŽs. Pero yo he elegido el otro camino: pensar quŽ quieres hacer y
entonces, cuando est‡s all’ en medio, disparas. No pasa nada. Pero tiene que
haber algœn pensamiento que ordene el caos. Cuando dibujas un mercado, ves
all’ dos campesinos que se dan la mano; ÁOjo! Eso es algo superserio, eso vale
m‡s que un contrato con cuatro mil sellos. Todo eso, seguro que sin darte
cuenta, lo vas poniendo en tu trabajo.
Pienso que el artista necesita tener un respeto por su pœblico y ese respeto
consiste en hacerlo tan bien como pueda. Y ese es el l’mite. Claro, si no eres capaz
de hacerlo mejor, pues no. Pero tienes que tratar de ir hasta donde seas capaz
de llegar.
Hay profesiones que la gente se toma muy en serio, por ejemplo un enterrador,
un pintor importante, un literato. De nuestra profesi—n, la profesi—n de
dibujante, la gente dice: "S’, esa que dibuja. Hace mu–ecos, hace mu–ecos."
A m’ eso me encanta. Me encanta que a veces no nos hayan tomado demasiado
en serio, porque, sinceramente, no es una profesi—n seria, nosotros nos divertimos haciŽndola.
Y es verdad que a veces trabajamos para que los ni–os aprendan valores,
y para que consideren que la cultura, que portarse bien, que todo esto...
a veces parece que lo bonito en la vida es hacer gamberradas. No, a veces
tambiŽn es muy bonito portarse bien. Por eso me encanta que la gente no te tome
demasiado en serio.
Y creo que muchos valores de nuestros abuelos permanecen vigentes, lo que
pasa es que el mundo no es igual. Por ejemplo, por aquel entonces, una señora
separada parec’a una se–ora estramb—tica; actualmente, una se–ora
que lleva diez a–os casada con el mismo marido casi parece estramb—tica.
El mundo ha cambiado y nosotros hemos cambiado, pero, por ejemplo, intentar
hacer las cosas bien, ese estilo de cosas, creo que eso es eterno. Cuando Žramos
peque–os, yo no era de ese tipo de madres que est‡n muy pendientes de si
un ni–o se ha limpiado las orejas, a partir de cierta edad me parec’a que las orejas
eran de Žl y que Žl se ten’a que preocupar de eso. Esto ocurri— una vez que mi hijo
vino de la mili y puso a lavar toda su ropa de la mili. Result— que tiraron el zurr—n en
el que llevaba "El nombre de la rosa" y la cartilla militar; y yo le dije:
"No te preocupes, ya le dirŽ al capit‡n que he sido yo quien ha tirado la cartilla militar a
la lavadora", y me dijo: "Oh, no, quŽ vergŸenza que a un hombre de mi edad
su madre tenga que lavarle la ropa. As’ pues, ya le dirŽ que he sido yo quien ha
tirado la cartilla a la lavadora." Esto en casa ha ocurrido con mucha naturalidad,
tal vez porque Žl sab’a que yo no le habr’a lavado la ropa.