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La plaza de San Pedro. Aquí se reúnen cada noche miles de personas con lámparas encendidas,
para revivir juntos su fe. Una fe que comparten en todo el mundo más de un millardo de bautizados
en el nombre de Jesucristo. Éste es el inmenso caudal del pueblo católico. Más del
17 por ciento ciento de la población mundial.
Pero los cristianos incluyen también a los fieles de las Iglesias separadas: protestantes, anglicanos, ortodoxos ...
contando sólo las más numerosas, son casi dos millardos, es decir, el 33 por ciento de la población mundial.
Así pues, el número de católicos en el mundo es como un inmenso río que cada día recorre los senderos de la vida,
caminos que conducen a Jesucristo, Aquél que para los católicos ha dado y sigue dando
palabras de verdad, amor, justicia y paz.
Y todo comienza en Nazaret, donde hace 2.000 años una muchacha hebrea respondió a la llamada
y aceptó concebir y dar a luz a Jesús, el Salvador, el Hijo de Dios vivo.
Por ello, para conocer la historia de este pueblo de bautizados en nombre de Jesús, que existe y crece aún
tras dos mil años de historia, hay que empezar por el momento en que esta historia da su primer paso.
Es una historia que se integra en otra más amplia: la del pueblo de Israel, a través
de la alianza que hizo Dios con el pueblo elegido, con los hijos de Abrahám, de Isaac y de Jacob.
El primer paso tiene lugar hace 2.000 años
en Nazaret, un pequeño pueblo de Galilea, en el corazón de la cultura hebrea.
El relato de lo que sucedió en aquellos días está escrito en los Evangelios.
Los Evangelios son 4, y fueron escritos por san Mateo, san Marcos, san Lucas y san Juan.
Esquemáticamente, vamos a ver cuándo fueron
escritos los cuatro evangelios tras la muerte de Jesucristo:
La redacción del Evangelio de san Mateo se puede fechar entre los años 42 y 50. El segundo
Evangelio, el de san Marcos, se puede datar antes del año 60. De unos años después
se considera el tercer Evangelio, el de san Lucas, autor también de los Hechos de los
Apóstoles, cuya narración se termina en el año 62. Y el cuarto libro, el de san Juan,
fue escrito algunas décadas más tarde.
Efectivamente, son los cuatro evangelios: de san Marcos, san Mateo, san Lucas y san Juan, los que la Iglesia ha reconocido desde
siempre, desde el principio, como relatos auténticos de las palabras, de los hechos
y los actos de Jesús. Quieren contarnos precisamente estos hechos, estas acciones,
porque los cristianos desean tener un recuerdo preciso de lo que Jesús había dicho.
Tenemos que recordar que Mateo, Marcos y Juan, fueron discípulos de Jesús, lo siguieron,
vivieron con él, han visto sus hechos, sus acciones. San Lucas, por su parte, también
es evangelista, y ha escuchado de boca de la Madre, de la Virgen María, todo lo que
le había acontecido, lo que le había pasado. Bien, pues, los evangelios han sido escritos para
todos, han sido escritos para nosotros, y para todos los hombres, para aquellos que
creen y para aquellos que no creen. La historia de Jesús y todo lo que sucederá
en los siglos siguientes, comienza en un pueblecito de Galilea, Nazaret.
"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Bendita tú entre las mujeres"
El pueblo hebreo llevaba siglos esperando al Mesías, el cual debería librarlo de la
Para los cristianos, Dios responde a esta esperanza
mandando a su Hijo Jesús. El 25 de marzo de todos los años, los católicos
celebran la Anunciación, es decir, el recuerdo de la aparición del Arcángel Gabriel ante
la Virgen, para anunciarle que habría de ser la madre de Jesús.
La tradición indica que la casa de María fue transportada por los ángeles a Loreto,
desde hace siglos, lugar de devoción y peregrinación para millones de fieles.
Entre los muros de este santuario volvemos a escuchar las palabras que san Lucas recoge
en su Evangelio: "Dios envió al Angel Gabriel, donde una joven virgen
que vivía en una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, y que era prometida de José,
de la familia de David. 'No temas María, porque has encontrado el favor de Dios', dijo el Ángel,
vas a quedar embarazada, y darás a luz a un hijo al que pondrás el nombre
de Jesús. Será grande, lo llamarán Hijo del Altísimo, y su reino no tendrá fin'.
Y ella respondió: 'Que se haga en mí lo que tú has dicho'."
Jesús nació en Judea, en tiempos del rey Herodes.
Judea estaba bajo el poder de Roma. Por ello, cuando el emperador Augusto ordenó que se
hiciera un censo de todo el territorio del imperio, José y María se pusieron en viaje
hacia Belén, y en Belén no encontraron quien los hospedara en aquella fría noche de hace
dos mil años. Y aquí, en Belén, nació Jesús, en un pesebre,
y quienes estaban allí para adorarlo eran los pobres, los pastores y los mendigos.
Los evangelios entran en detalles sobre la vida de Jesús a partir de la época en que
Jesús, habiendo dejado Nazaret, se acerca a la orilla del río Jordán y se presenta ante Juan el Bautista.
Juan acepta bautizarlo, e inmediatamente desciende una paloma del cielo
y se escucha una voz que proclama: "Éste es mi Hijo predilecto, en Él he puesto mi amor".
Después del bautismo, Jesús empieza a recorrer
los caminos de Palestina: Galilea, Samaría, Judea ...y muchos comienzan ya a conocerle
y a seguirle. Y un sábado lo encontramos en la sinagoga
de Nazaret, el pueblo donde había crecido y le habían conocido. Le entregan, como era costumbre,
el rollo de las Escrituras, donde están escritas las palabras de los profetas,
y Jesús lee en voz alta:"El espíritu de Dios
está sobre mí. Me ha ungido y me ha enviado para anunciar a los pobres una alegre noticia,
para proclamar la liberación a los prisioneros y dar a los ciegos la vista, para liberar
a los oprimidos y predicar el año de gracia del Señor". Solemnemente cierra el libro,
lo entrega al sirviente y dice:"Hoy se cumple la Escritura que habéis escuchado con vuestros
propios oídos". Jesús proclama su identidad. Jesús se confiesa
Hijo del Padre, y entra en la historia de la humanidad para devolver la humanidad al Padre.
Todavía hoy son millones los fieles por todo el mundo
que continúan la misión que comenzó Jesús, y escuchando su palabra, se llenan
de fe, esperanza y caridad, y en la medida de sus posibilidades muestran en su propia
vida las enseñanzas del Evangelio:"Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de
Dios, dichosos los que padecen hambre, porque serán saciados, dichosos los que lloran,
porque serán consolados, dichosos los perseguidos por culpa del Hijo del Hombre..."
Pero Jesús no se limita a anunciar que el Reino de Dios esté reservado a los pobres,
a los olvidados, a los desheredados. Jesús elige a sus discípulos entre los que no tienen
nada: 12 sencillos y pobres pescadores. Y mientras los gobernantes del Imperio se rodean
de notables y ocupan lugares reservados a los poderosos, Jesús construye los cimientos
de su Reino junto a doce sencillos pescadores, y aún en la actualidad pide a cada creyente
que le siga y tenga fe en él con la misma sencillez de espíritu que caracterizaba a
los primeros discípulos. Los apóstoles fueron 12, y entre ellos está
Pedro, el pescador al que Jesús encuentra en la orilla del lago Tiberiades junto a su
hermano, y a los dos les dice:"Os haré pescadores de hombres", y ellos lo siguen sin dudar.
Desde el primer momento, Pedro y los otros discípulos intuyen que en Jesús hay algo
excepcional. Cuando Jesús les pregunta:"Y vosotros quién decís que soy yo", Simón
Pedro contesta:"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Entonces, Jesús le dice:
"Y yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".
Son estas palabras las que han hecho que todavía hoy todos los católicos vean a Pedro
como el vicario de Cristo en la Tierra. Lo que enseña Jesús es algo nuevo, absolutamente nuevo
para aquella sociedad, una sociedad regida por miles de leyes, miles de prescripciones,
pero también mucha prevaricación. Jesús enseña que es el amor al prójimo, que nace
del amor de Dios, el elemento para la nueva humanidad. Para acercarse de una nueva manera
a los demás, la más dolorosa: el perdón. Perdonar al otro que voluntariamente te ha
hecho daño es la extraordinaria novedad que enseña Jesús. Aún hoy, las palabras de
Jesús creo que son rompedoras, provocadoras, las enseñanzas de Jesús podemos resumirlas
en 7 breves frases que encontramos en el Evangelio. Leámoslas juntos:"Se había dicho ojo por
ojo y diente por diente, pero yo os digo: que si alguien te golpea en la mejilla derecha,
deberás ofrecerle la otra; yo os digo:amad a vuestros enemigos, rezad por aquellos que
os persiguen; si amáis sólo a aquéllos que os aman, ¿qué mérito tenéis?; no juzguéis
y no seréis juzgados; ¿por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en
el tuyo?; ¿cuántas veces debo perdonar, Señor, hasta siete veces?, -Yo os digo no
sólo siete, sino setenta veces siete"; ama al prójimo como a ti mismo; ve, vende todo
lo que tienes y entrégalo a los pobres, luego ven y sígueme".
El amor que Jesús anuncia es un amor que procede del profundo amor por el Padre, y
es éste y ningún otro, el que puede suscitar la humanidad, el que puede hacer que nazca
una humanidad nueva.
Mientras todo esto sucede, Roma está en el máximo de su expansión, el imperio se extiende
de Norte a Sur, un poder probado y funcionante que domina pueblos y territorios por medio
de un control eficiente cuando no brutal, que emana del emperador y desde sus palacios
romanos se extiende por medio de procónsules, procuradores y prefectos a todas las provincias
y estados vasallos. En este contexto, las palabras de Jesús,
"ama al prójimo como a ti mismo", representan un peligro para la maquinaria del poder, poder
que basa en el dominio desde arriba, su fuerza y razón de existir. Los poderosos, los que
defienden el poder imperial, se convencen de que Jesús es un peligro, sobre todo para
aquéllos que se aprovechan del sistema imperial, sobre todo cuando aumenta el número de seguidores,
y no aceptan que sea Jesús quien los juzgue. El escenario del calvario de Jesús se está
perfilando. Es el año 784 desde la fundación de Roma, trigésimo tercero del nacimiento
de Jesús. Si existe una ciudad, una tierra que simboliza
la vocación y el destino de la humanidad es Jerusalén, la tierra tres veces santa
por diferentes motivos, para los hijos de Abrahán, hebreos, cristianos y musulmanes.
Aún más, comprender Jerusalén es poseer las claves para interpretar toda la historia
de Dios entre los hombres. Cada uno de nosotros puede decir de ella, junto con el salmista:"He
aquí a mi madre, en ti todos los hombres han nacido".
Es, más que un símbolo, señal de auténtica paz entre los pueblos, a pesar de que a lo
largo de la historia, y sobre todo en la actualidad, nos muestre su rostro desfigurado por la violencia.
Jerusalén es más que una ciudad, es más que una Tierra Santa, es la santidad de Dios,
es Jesucristo, el hijo de Dios que con su Cruz y su Resurrección nos enseña que el
Amor es más fuerte que el odio, la vida más fuerte que la muerte. ¡Miradle!, ¡seguidle!,
con Él todo se hace nuevo. como la primera mañana de la historia.
En este año 33, Jesús vuelve a Jerusalén, aclamado por la multitud que lo acoge como
a un rey, agitando ramas de palma y olivo. Ahora como entonces, son muchos los cristianos
que desean estar juntos y escuchar las palabras de Jesús, de este hombre que encarna a Dios
y que quiere una historia hecha de paz, de comunión, de esperanza y amor.
Jesús sentado entre los discípulos dice:"He deseado ardientemente celebrar esta pascua
con vosotros antes de mi pasión. Poco después se produce la situación más
significativa e importante para la historia de la Iglesia y los millones de fieles que
hasta el día de hoy siguen considerándose hijos de Dios:
Es el momento en que se instituye la Eucaristía, el momento en que Jesús instituye la forma
a través de la cual, después de haber subido a los cielos, sigue presente en la vida de
cada hombre. Todos los días en la celebración de la santa Misa, el sacerdote recrea los
gestos de Jesús, y junto a Él revive los misterios de su cuerpo entregado y su sangre
vertida por todos. Las manos del sacerdote re actualizan los gestos que hicieron las
manos de Jesús, y cada día el pan y el vino se convierten Cuerpo y Sangre de Cristo.
"Tomad y comed, éste es mi cuerpo, haced ésto en memoria mía", dice Jesús, y después:"Bebed
todos de él, porque ésta es la nueva alianza con mi Sangre derramada por vosotros, haced
ésto en conmemoración mía" Las 12 comuniones distribuidas aquella noche,
hoy se han convertido en centenares de miles en todo el mundo, y el pan troceado aquella
noche, y nuevamente troceado en cada Eucaristía, es para más de un millón de hombres la esperanza
de que la otra mitad del planeta descubra la Paz.
Probablemente, Jesús provoca miedo a los responsables, a los gobernantes, a todos los
que detentan el poder. Es una situación típica: el amor que predica Jesús es un amor que
da miedo, y ellos sólo tienen un objetivo, matarlo, hacerlo desaparecer.
La historia de los 30 denarios la conocemos todos, todos la tenemos presente, por una
bolsa con treinta monedas de plata, es vendido el Amor.
Para los creyentes cristianos, la pasión de Jesucristo es historia verdadera, su historia,
que es revivida por los católicos en las oraciones que se repiten en cada Via Crucis,
recuerdo del sufrimiento y la entrega de una Palabra que nos recuerda lo que dijo Jesús:
"Como yo os he amado, amaos los unos a los otros, en ésto todos reconocerán que sois
mis discípulos, si os amáis los unos a los otros. Si me amáis, observad mis mandamientos
El Espíritu Santo que os mandará el Padre os enseñará todo y os sugerirá todo lo
que os he dicho. Si a mí me han perseguido, os perseguirán también a vosotros".
De aquella sangre que Jesucristo vertió en la Cruz, nacerá el gran pueblo de Dios.
En este pueblo, los católicos ven y reconocen en el Papa, a aquél que indica el camino
hacia la Cruz, señal de vida eterna de la que la Iglesia entera es el cuerpo.
Jesús resucitado no tarda mucho en mostrarse a los suyos y se aparece en Emaús a sus discípulos.
Los discípulos que habían estado con Jesús tras su resurrección, llenos de entusiasmo
por haber encontrado a Jesús todavía vivo, ¿qué final han tenido?, ¿qué camino han
tomado? No podían hacer otra cosa que seguir el camino de la obediencia a las palabras
del maestro:"Id por todo el mundo, predicad la Buena Nueva, bautizad a cada hombre que
encontréis en vuestro camino, bautizadles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo". Y así se dispersan los discípulos por todo
el mundo. Podemos ver en un mapa el recorrido que hicieron
los discípulos. Desde aquel día, el número de católicos
ha aumentado constantemente. En la actualidad son casi mil millones en todo el mundo: 484
millones en toda América, 289 en Europa; más de 100 millones en África, mas de 110
millones entre Asia y Oceanía.