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LA SOGA
Ábrelo.
¡No!
- Tenemos que comprobar si...
- Lo sé.
Pero todavía no.
Quedémonos así un momento.
Phillip,
no tenemos mucho tiempo.
Te está afectando la oscuridad,
nadie se siente seguro en la oscuridad.
Es algo muy natural.
Abriré las cortinas, ¿vale?
Así está mucho mejor.
Hace una tarde preciosa.
Es una pena que no hayamos podido
hacerlo con las cortinas abiertas.
Bien...
No se puede tener todo,
¿verdad?
Al menos, lo hicimos de día.
¿Estás mejor, Phillip?
- Sí.
- Bien.
Guarda los guantes en el escritorio
detrás de la caja de metal.
Mira...
Este vaso es una pieza de museo.
Deberíamos guardarlo para la posteridad
pero es muy buen cristal
y la cristalería quedaría incompleta.
En este vaso,
David Kentley tomó su última copa.
La bebida para tipos como él
es el ginger ale o la cerveza.
Siempre pensé que el whisky
no era apropiado para David.
Tampoco es apropiado
que muriera asesinado.
Es cierto, los buenos americanos
mueren jóvenes en el campo de batalla.
En fin, los Davids de este mundo
apenas ocupan espacio,
por eso, era la víctima perfecta
para el crimen perfecto.
Además,
no consiguió graduarse en Harvard.
Eso podría explicar un suicidio.
Lo hemos matado nosotros,
pero sigue aquí.
Dentro de un rato,
descansará en paz en el fondo del lago.
Pero ahora está aquí.
- ¿Qué haces?
- ¡No se cierra con llave!
Mejor, así es más peligroso.
La cerradura no funciona.
¡Ojalá funcionara,
ojalá no estuviera aquí,
ojalá no fuera él!
Es un poco tarde para eso,
¿no crees?
¿Quién preferirías que fuera?
¿Kenneth?
No lo sé.
Supongo que cualquier persona
serviría.
Tú, por ejemplo.
Me das miedo.
Siempre ha sido así, desde el primer día
en la escuela primaria.
Supongo que es parte de tu encanto.
No hablo en serio, Brandon.
Yo no puedo tomármelo
con tanta sangre fría, por eso te provoco.
- ¿Es un poco absurdo, no?
- Sí, tienes razón.
¿Puedo tomar una copa ahora?
Claro, la ocasión lo requiere.
Brindaremos con champán.
- ¿Champán?
- Lo metí en la nevera.
- ¿Cuándo lo pusiste?
- Antes de que llegara David.
- Sabías que vendría.
- Claro.
Sabes que yo lo tengo todo
siempre bajo control.
Me gusta alimentar
mi talento artístico.
El crimen
también puede ser un arte.
El poder de matar puede ser
tan satisfactorio como el de crear.
¿Te das cuenta de que lo hemos hecho
tal como lo planeamos?
Sin cometer el más mínimo error.
Ha sido perfecto.
- Sí.
- ¡Un crimen impecable!
Hemos matado en nombre
del peligro y del crimen.
Estamos maravillosamente vivos.
Incluso el champán
es poca cosa para la ocasión.
- Yo me beberé una copa.
- Ya no tienes miedo, ¿verdad?
No debemos tener miedo,
no somos como el resto de la gente.
Los demás sólo
hablan de cometer un crimen.
Nadie comete un crimen sólo...
para vivir esa experiencia.
Nadie excepto nosotros.
- ¿ Ya no tienes miedo?
- No.
¿Ni siquiera de mí?
- No.
- Eso está bien.
Simplemente, me sorprendes,
como siempre...
Eso está mucho mejor.
Por David, por supuesto.
- Brandon, ¿qué sentiste?
- ¿Cuándo?
En ese momento.
No lo sé, la verdad.
No recuerdo sentir nada
en especial.
Hasta que su cuerpo perdió rigidez
y supe que todo había terminado.
- ¿ Y después?
- Después...
Sentí una emoción indescriptible.
¿Tú qué sentiste?
Oh, yo, yo...
- ¿No crees que la fiesta es mala idea?
- Es el toque final a nuestro trabajo.
Es la firma del artista.
No dar la fiesta sería como...
¿Pintar un cuadro y no colgarlo?
- No me parecen las palabras oportunas.
- La fiesta tampoco.
Ésta va a ser la fiesta más emocionante.
- ¿Con esos invitados?
- Ya sé que los Kentleys son aburridos.
Pero era imprescindible invitarles,
comprende que son los padres de David.
Eso no va a hacer
las cosas más fáciles.
No te preocupes,
Janet se ocupará de ellos.
Cree que por fin
va a casarse con David.
Pero algo me dice
que no va a ser posible.
¿Tú qué crees?
No,
me temo que no.
Podrá estar
con Kenneth esta noche.
Tienes que reconocer que ha sido
muy considerado por mi parte el...
- ¿Phillip?
- ¿Qué?
- Coge el otro.
- ¿Para qué?
No importa,
ven conmigo.
- ¿Qué estás planeando?
- Ahora verás, es genial.
¿Qué estás haciendo?
Convertir nuestro trabajo
en una obra maestra.
- Brandon, vas demasiado lejos.
- ¿Por qué?
Creo que será muy agradable
servir aquí la cena.
Sobre el arcón.
¿No te parece buena idea?
Bueno, al menos,
nadie tratará de abrirlo.
- No sabes de lo que soy capaz.
- Empiezo a saberlo.
No nos queda mucho tiempo,
la Sra. Wilson está al llegar.
¿Te acordaste de quitarle la llave?
¡Pues claro que sí,
la tengo yo!
- Bien.
- ¿ Y qué le vas a decir?
- Nada.
- Necesitamos una excusa.
- No podemos dejar solo al invitado.
- Necesitamos una excusa.
Está bien, déjame pensar.
Te alteras demasiado
con mucha facilidad, Phillip.
Tenemos una excusa muy sencilla...
aquí mismo.
¿Por qué te pones tan nervioso, Phillip?
El Sr. Kentley viene a ver los libros.
Los pondremos en la mesa
para facilitarle la labor al pobre hombre.
Es todo un detalle por nuestra parte...
¿Diga?
Sí, por supuesto.
- Pon los libros.
- ¿Quién era?
La Sra. Wilson.
¿Brandon?
¡Brandon!
¿Pero qué te pasa?
¿No te das cuenta de que?
¿Qué ocurre?
- Venga, sácala.
- No puedo.
No querrás que lo haga
la Sra. Wilson.
¡Si te comportas así delante de ellos
nos descubrirán!
Tienes que tranquilizarte,
si hubiera dado la luz la habría visto.
- ¡Tú eres perfecto!
- Es necesario, Phillip.
Acordamos que no podemos cometer
errores para que sea un crimen perfecto.
- Ser débil es un error.
- ¿Por qué es humano?
Porque es vulgar.
No permitiré que...
Me debe $2,40 del taxi.
No he podido llegar antes
por culpa del tráfico.
No esperábamos que llegara antes.
He ido a cinco tiendas
para encontrar el paté.
La verdad es que estaba carísimo.
Así que, fui a la charcutería
donde compra el Sr. Cadell.
Pero la próxima vez
que demos una fiesta, yo...
Buenas noches, Sra. Wilson.
¿Qué le ha pasado a mi mesa?
Estamos llevando todo
a esa habitación de ahí.
En fin...
Yo pensaba que mi mesa era bonita.
Oh, sí, es preciosa,
pero verá...
Va a venir el Sr. Kentley
a ver los libros que había en el arcón.
No querrá que el pobre hombre
tenga que arrodillarse para verlos.
- Yo creo que queda raro.
- ¿Raro?
Sobre todo los candelabros,
están fuera de lugar.
Al contrario,
a mi me recuerdan a un altar ceremonial
en el que se coloca la comida
como ofrenda.
Lo que usted diga, pero está claro
que aquí no va a caber todo.
- Usted lo colocará.
- Zalamero...
- ¿ Y los libros?
- Los pondremos en la mesa.
Es absurdo.
No tengo tiempo
para discusiones.
Me sigue pareciendo raro.
- ¿Qué pasa?
- Seguro que la ha visto.
- ¿El qué?
- La cuerda, hay que esconderla.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué?
No veo por qué, en todas las casas
suele haber siempre un trozo de cuerda.
Su sitio es el cajón de la cocina.
¿Sra. Wilson?
Hay champán en la nevera.
- ¿ Vamos a dar champán?
- Así es.
Vaya... una fiesta con clase,
me tendré que arreglar.
En casa del Sr. Cadell
se bebía raras veces.
Una vez nos tomamos juntos una copa
en mi cumpleaños.
Esta noche,
tendrá ocasión de reanudar el romance.
¿Me permites?
Viene el Sr. Cadell.
¡Oh, el Sr. Cadell es encantador!
- ¿ Viene Rupert?
- Sí, creía habértelo dicho.
No, no me lo habías dicho.
Algunos piensan que es un poco peculiar
pero a mí siempre...
Bueno,
podrían dejarme terminar...
Pensé que te gustaba Rupert.
- Así es.
- ¿ Y entonces?
Rupert Cadell
es la persona que más puede sospechar.
Es el único que sabrá apreciar
el lado artístico.
- ¡A mí me aterra la idea!
- ¡Será mejor que dejes de gritar!
Hubiera sido demasiado
fácil y aburrido sin él.
Pensé en sugerirle
a Rupert que se uniera a nosotros.
- ¿Por qué no? ¡Cuántos más mejor!
- No tiene valor.
Es un hombre brillante
pero demasiado delicado.
Habría sido incapaz
de disimular.
Nosotros somos valientes,
Rupert no.
Al Sr. Cadell
le dieron una medalla en la guerra.
- Ya están aquí. ¿Todo listo?
- Supongo.
No se pase la noche sentado al piano,
tiene que comer, está muy delgado.
No deje que se coman todo el paté.
Esperemos que todo salga bien.
- ¡Mi bandeja!
- Llévela a la cocina, yo abriré.
No estaríamos con prisas ahora
si hubieran usado mi mesa...
Ahora empieza lo bueno.
- ¡Hola!
- ¿Qué tal, Brandon?
Bien, deja ahí el sombrero.
¡Cuánto tiempo sin verte!
Sí, por eso me costó un poco
reconocerte cuando me llamaste.
- Hola, Kenneth, me alegro de verte.
- Yo también, ¿qué tal?
Bien, sin novedad,
¿y tú?
Nada nuevo, preparando los exámenes,
tengo mucho que estudiar.
- ¿Soy el primero?
- Sí.
- ¿Por qué siempre llego el primero?
- Eres muy puntual.
Sra. Wilson, traiga el champán.
- Esto no será una fiesta de cumpleaños.
- No te preocupes, Kenneth.
- Es todo lo contrario.
- ¿Lo contrario?
Celebramos la despedida de Phillip,
se viene unas semanas a Connecticut.
- ¿Dónde vas?
- A casa de la madre de Brandon.
- Me voy a recluir.
- ¿Qué?
Tiene que practicar seis horas al día.
Le he organizado su debut.
- En el Town Hall.
- ¡Estupendo!
- Va a ser mortal.
- Gracias.
Se ha puesto muy guapa.
¿Usted cree?
- ¡Vaya!
- ¿Qué pasa?
- Esto es un honor.
- ¿Por qué?
Parece un
a fiesta muy especial.
Vamos a matar dos pájaros de un tiro,
es también en honor del Sr. Kentley.
- ¿El padre de David?
- Sí.
- ¿ Y va a venir David también?
- Por supuesto.
- ¿Quién más viene?
- Les conoces a todos.
- Los Kentley, Janet Walker...
- ¿Janet?
Sí,
pensé que te alegraría verla.
¿No es así?
Brandon,
Janet y yo hemos terminado.
- ¿No lo sabías?
- Lo siento pero no lo sabía.
Tú lo sabías, Phillip.
Había oído algo,
pero nunca hago caso de los rumores.
- Pues deberías.
- ¿Por qué?
- Porque Janet y David están...
- ¡Hola, Sra. Wilson!
- ¿Puedo?
- Sírvete.
Puede que tus posibilidades con Janet
sean mejores de lo que crees.
- ¿Qué quieres decir?
- Janet.
Hola, chicos.
¡Cielo!
Ten cuidado con mi peinado.
- Hueles de maravilla, ¿qué es?
- El perfume que me regalaste.
- Siempre he tenido buen gusto.
- Estás preciosa.
Estará viejo cuando acabe de pagarlo.
¿He dicho algo gracioso? Nunca lo sé,
si intento ser graciosa soy un desastre.
- Phillip, cariño.
- Hola.
¿Es verdad lo de tu debut
en el Town Hall?
Estoy segura de que será un éxito,
te vas a hacer... terriblemente famoso.
Creo que ya os conocéis.
- Hola, Ken.
- Hola, Jan.
Toda una sorpresa, ¿no crees?
Me has dejado sin habla.
¿Qué dirías
a una copa de champán?
"Hola, champán".
¿ Ves lo que pasa
si intento ser graciosa?
¿Qué tal, Ken?
- Bien, ¿y tu nuevo trabajo?
- ¿Qué haces?
Escribo una columna
sobre la belleza del cuerpo.
- ¿Para quién?
- Para una pequeña revista, "Allure".
Gracias, compañero.
- Ese cuadro es nuevo, ¿no?
- Sí, ¿te gusta?
- ¿De quién es?
- De un artista de la escuela primitiva.
Mi hermana de tres años es
de esa escuela, su arte es muy primitivo.
- Eres un cerdo.
- ¿Por qué?
- ¿No tienes otro nuevo en el recibidor?
- No creo, ¿cuál es?
Éste.
- Me gustaría estrangularte.
- ¿Qué he hecho?
- Tu sentido del humor es de mal gusto.
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Por qué invitaste a Kenneth?
- ¿Por qué no?
Lo sabes muy bien, rompimos y ahora
soy la prometida de su mejor amigo.
- ¿David?
- Sí, David.
Todo esto
es bastante embarazoso.
Lo siento mucho, pero es difícil
seguir el ritmo de tus romances.
Primero yo,
después Kenneth y ahora David.
¿Qué te hizo cambiar
a Kenneth por David?
- Sencillamente, me gusta más.
- También es mucho más rico.
Eso es insultante,
no te lo tolero.
- Toqué mal aquel día.
- ¿Qué tal el champán?
¡Ha pasado una eternidad
desde que dije: "Hace cosquillas"!
- Viene Rupert, ¿no?
- Le invitamos pero no sé si vendrá.
- Espero que sí.
- ¿Quién es?
Rupert Cadell
era nuestro tutor en la secundaria.
¿Tutor de vosotros tres angelitos?
Cuatro,
también fue tutor de David.
- Ahora Rupert es editor.
- Quizás pueda darme trabajo.
Rupert sólo publica lo que le gusta,
libros de filosofía.
- Grandes palabras y pocas ventas.
- Así es.
Rupert es muy radical.
Selecciona sus libros asumiendo
que los lectores saben leer y pensar.
- Es peculiar pero me gusta.
- Siempre te gustó.
Recuerdo vuestros
largos debates.
Brandon pasaba horas
a los pies de su profesor.
¡Brandon a sus pies!
¿Quién es ese Rupert?
- Tenía ideas muy extrañas.
- ¿Qué tipo de ideas?
Supongo que Kenneth se refiere
a que no acepta los convencionalismos.
Por ejemplo, él piensa que un asesinato
es un crimen para la mayoría...
pero un privilegio para unos pocos.
Déjelo, Sra. Wilson,
yo abriré la puerta.
- Sr. Kentley, me alegro de verle.
- Gracias.
Mi esposa está enferma pero he venido
con mi cuñada, la Sra. Atwater.
- Es un placer tenerla aquí.
- El placer es mío.
Llevo en Nueva York dos semanas,
Alice está enferma desde entonces
y Henry se pasa el día
metido en su biblioteca.
No, Anita,
sólo leo algún libro de vez en cuando.
Pero yo estoy de vacaciones
y ésta es sólo mi segunda fiesta.
No creo que sea mucho pedir...
- Siento que esté tan enferma.
- Es sólo un resfriado.
Los resfriados pueden ser peligrosos,
debería quedarse en la cama.
Así es, gracias.
¿Un resfriado peligroso, con este calor?
No lo entiendo.
Yo me resfrié hace dos años
y estuve en cama durante tres semanas.
Disculpe.
Por aquí, Sra. Atwater.
- ¡David!
- No, no...
Se equivoca usted,
éste es Kenneth Lawrence.
- Lo siento mucho.
- No te preocupes, Anita.
Mucha gente confunde a Kenneth
con David, no eres la única.
Aunque no os hemos visto
mucho juntos últimamente.
- ¿Estás estudiando?
- Lo intento.
- Veo que el parecido es sólo físico.
- Ya conocen a la Srta. Walker.
Janet, querida, he terminado
tu horóscopo antes de llegar aquí.
- ¿ Y qué decía?
- Las estrellas están de tu parte.
Indican que vas a casarte muy pronto.
Con un joven alto, rubio,
con un padre encantador.
- Eso te lo conté yo hace una semana.
- Cierto.
- Pero los astros lo confirman.
- Maravilloso.
- Le presento a Phillip Morgan.
- Encantado.
- ¿ Y su mano?
- Es un pequeño corte.
- ¿Qué ha pasado?
- Nada, se ha roto una copa.
- ¿Le apetece un poco de champán?
- Me encantaría.
Mi padre solía tomar una copa
todas las mañanas.
- Pero a Henry no le gusta.
- Sr. Kentley, ¿desea tomar una copa?
Preferiría un poco de whisky
con mucha agua, si no le importa.
- ¿Ha llegado ya David?
- Esperaba que viniera con ustedes.
Llamó para decir que nos veríamos aquí.
- ¿Desde dónde llamó?
- La doncella habló con él.
Estaba en el club,
estudiando para sus exámenes...
de tenis.
David no necesita estudiar,
es demasiado inteligente.
- Sin duda, sabe elegir bien.
- Gracias.
- ¿Cómo está la Sra. Kentley?
- Débil, está muy resfriada.
Espero que llegue pronto,
quiere que la llame.
David es su único hijo.
También es mi único hijo,
pero yo le dejo crecer en paz.
¿Quiere que la llame yo?
- La mimas demasiado.
- Quizá haya ido a verla primero.
- ¿Puedo usar el teléfono?
- Está en mi dormitorio.
- ¿Quieres otra copa?
- Todavía no.
Ahora sí, gracias.
Este joven
es realmente encantador.
Sí,
voy a llamar a su esposa.
- Veo que esa copa está muy vacía.
- Está bien así, gracias.
- ¿Te importa llevarle ésta a Janet?
- ¿Por qué?
Pensé que te gustaría llevársela.
Está en el dormitorio.
- ¿No querrás que nos sorprenda David?
- No, sería demasiado.
- ¿Puede predecir mi futuro?
- No soy experta en astrología.
- Seguro que sí.
- Hago lo que puedo.
¿Quiere saber
si su concierto será un éxito?
- Sí, me gustaría.
- Veamos...
Nació el 14 de julio.
Es cáncer, el cangrejo,
la luna está muy presente.
Ejerce una gran influencia sobre usted.
¿Puedo ver su mano?
¿Recuerda a qué hora nació?
No.
Buenos dedos,
fuertes, artísticos...
¿ Y qué hay del concierto?
Estas manos harán de usted
un hombre muy famoso.
Me siento muy honrado
de poder estar aquí.
- En la gran inauguración.
- ¿De qué?
- De su colección.
- Es un placer.
¿ Va a tocar?
Maravilloso.
- ¿Sabe algo de David?
- No, seguro que está a punto de llegar.
- Has mejorado mucho Phillip.
- ¡Rupert!
Empezaba a pensar
que no vendría.
Sabes que no podía faltar.
- Sra. Atwater, el Sr. Rupert Cadell.
- Encantada.
- Gracias.
- Sr. Kentley.
- Hola, Sr. Kentley.
- ¿El director de Somerville?
- Ya no.
- Fue el educador de mi hijo David.
- Me halaga usted.
- Caballero.
- Srta. Walker.
- ¿Me conoce?
- Brandon me ha hablado de usted.
- ¿Me hizo justicia?
¿Se la merece?
Vaya, el pequeño Kenneth Lawrence,
estás hecho un hombre.
- Hola señor...
- Ya no estamos en la escuela.
No ha cambiado nada,
me alegro de verle.
- ¿Por qué?
- Porque...
No me hagas caso,
yo también me alegro de verte.
Me equivoco
o es eso champán.
- Lo es.
- Muy buen champán.
- ¿Qué se celebra?
- Se lo dije por teléfono.
Es una fiesta para el Sr. Kentley,
para que vea los libros.
Además,
Phillip y yo nos vamos de viaje...
- Ya me lo dijiste.
- ¿Sí?
- Sí.
- Quería dar una fiesta de despedida.
- Por eso hay champán.
- Sí.
- Ya veo.
- Es la verdad.
Siempre tartamudeas
cuando te pones nervioso.
- Me pone nervioso dar fiestas.
- ¿De veras?
- ¡Sr. Cadell!
- Oh, Sra. Wilson.
- Vaya, ¿qué tenemos aquí?
- He comprado el paté que le gusta.
Ya no me gusta.
No hablo en serio, es broma.
- Es usted increíble.
- Gracias, gracias.
Empiece a encender las velas,
ahora traeré lo demás.
Oh, Sr. Brandon, lo he encontrado.
No sé qué es lo que ha perdido.
La maravillosa Mrs. Wilson...
Quizá me case con ella.
- Espero que David llegue pronto.
- ¿Dónde está?
No tengo la menor idea,
el Sr. Kentley empieza a preocuparse.
- ¿ Y usted?
- ¿ Yo? Yo tengo hambre.
Brandon,
¿qué es esto exactamente?
- Un arcón italiano.
- ¿Por qué has servido aquí la cena?
- He convertido el comedor en librería.
- Has encontrado otro uso para el arcón.
De pequeño le encantaban los cuentos
en los que había arcones.
"La rama de muérdago".
- Ése era tu cuento preferido.
- ¿De qué trataba?
- No recuerdo el principio.
- Era sobre una chica...
Sobre una joven que se escondió
en una arcón el día de su boda.
Se cerró con llave y 50 años después
encontraron su esqueleto.
- Yo no pienso esconderme.
- Sírvanse.
¿Has visto la nueva película
en el Strand?
- Sí, me encantó.
- ¿De veras?
No me gustó la chica nueva,
seguro que es escorpión.
Pero los vestidos eran preciosos.
- ¡Divinos!
- ¡De ensueño!
- Tendré que ir a verla.
- A mí me apasiona James Mason.
- ¿Es bueno?
- Espléndido.
¡Maravillosamente atractivo!
Es un tauro.
Muy obstinado.
Le confesaré una cosa.
Creo que me gusta tanto Mason
como Errol Flynn.
- Yo me quedo con Cary Grant.
- Oh, yo también.
Es capricornio,
¡Absolutamente divino!
- ¡Es tan... mmm!
- Estoy de acuerdo.
Estuvo formidable
en la película con Bergman.
¿Cómo se llamaba?
Era "Algo sobre algo".
No, ésa era otra,
ésta se llamaba simplemente "Algo".
- Era así como, ya sabe...
- Lo tengo en la punta de la lengua.
Yo también, era sólo "Algo".
Me encantó.
- ¡Y Bergman!
- ¡Es la típica virgo!
- Como todas ésas, ya sabe...
- Oh, es encantadora.
Yo fui al cine una vez,
vi una película de Mary Pickford.
- ¡Me encanta! ¿A usted no?
- Es la típica virgo, como todas ésas...
- ¿En qué película la vio?
- No me acuerdo.
Puede que fuera
"Algo sobre algo."
O era simplemente "Algo",
no sé, algo parecido.
No me creo una palabra
de lo que ha dicho.
Si yo fuera usted no comería
mucho paté, tiene muchas calorías.
Phillip,
¿podrías servirle a la Sra. Atwater?
- Siéntese, Sra. Atwater, yo le serviré.
- Muchas gracias, joven.
No me explico
dónde puede estar David.
Conoce a mucha gente.
¿Muslo o pechuga?
- Las dos cosas para la Sra. Atwater.
- ¿ Y para ti?
- Yo no como pollo.
- ¡Qué raro!
Nunca he conocido a nadie
que no coma pollo, ¿y tú Brandon?
- ¿Por qué no comes pollo?
- Porque no.
Seguro que hay una razón,
Freud dice que hay una razón para todo.
No hay ninguna razón, Janet.
Recuerdo una razón muy divertida.
- ¿ Verdad, Brandon?
- Sí.
- Lo sabía, ¿cuál es?
- No es nada especial.
- Es fascinante.
- Vamos, Brandon.
Sucedió hace unos tres años,
en Connecticut.
Mi madre tiene una casa allí.
Queríamos comer pollo,
así que fuimos a la granja.
Era una bonita mañana de domingo
en primavera.
Las campanas de la iglesia
sonaban por el valle.
Phillip estaba atando cuerdas al cuello
de los pollos en el corral.
Normalmente,
realizaba esta labor a la perfección.
Pero aquel día debió hacerlo
con demasiada delicadeza.
Porque sin esperarlo,
uno de los pollos resucitó como Lázaro.
¡Es mentira!
¡No he estrangulado un pollo en mi vida!
¡Nunca he estrangulado a un pollo
y tú lo sabes!
Perdonad,
pero es muy divertido
que os pongáis así
por un pollo muerto.
Perdonen,
es absurdo y de mal gusto.
Me disculpo en nombre de los dos.
¡Vaya!
- ¿Habéis acabado?
- Me temo que sí, Rupert.
Qué pena.
Parecía que fuerais a estrangularos
el uno al otro.
- ¡Sr. Cadell!
- El honor de un hombre estaba en juego.
Un pollo es tan buen motivo
para matar
como una rubia,
un colchón lleno de billetes,
o cualquiera de las razones
que podamos imaginar.
¿No querrá decir que aprueba
el asesinato, Rupert?
Sí, piense en todos los problemas
que resolveríamos:
El desempleo, la pobreza,
las colas en las taquillas del teatro.
La verdad es que el otro día
me pasé horas
para comprar entradas
para el nuevo musical que se llama...
"Algo",
con... ¿cómo se llama?
Sra. Atwater,
basta con apretar el gatillo
para conseguir dos butacas
en primera fila.
¿Le cuesta conseguir mesa
en un buen restaurante?
- ¡Es terrible!
- Muy sencillo.
Si saco mi puñal,
podrá pasar sin problemas a su mesa.
Bueno, tendrá que saltar
sobre el cadáver del camarero.
- Gracias, ésta es su mesa.
- Rupert, es increíble.
Yo usaría el puñal
con los conserjes de hotel.
No, los puñales no son aptos
para los empleados de hotel.
Ellos están en la categoría,
"muerte lenta con tortura"
junto con los amantes de los pájaros,
los bebés y las bailarinas de claqué.
Los caseros son otra historia.
¿Busca casa?
Llame a la Srta. Martillo
de la sección de objetos contundentes.
¡Es una idea estupenda!
Entonces,
si nos conviene basta con...
- ¡Pero nos mataríamos unos a otros!
- Oh no.
Después de todo, el crimen es,
o debería ser, un arte.
No uno de los siete establecidos
pero un arte de todas formas.
Y como tal, el privilegio de cometer
un crimen debería reservarse
a unos pocos individuos superiores.
Las víctimas son seres inferiores
con vidas insignificantes.
Evidentemente.
Pero no comparto la idea radical
de que habría que matar todo el año.
No, personalmente,
preferiría que hubiera
Una "Semana de la decapitación"
o un "Día de la estrangulación".
Puede que sea
un síntoma de mi senilidad
pero no me gusta nada
el humor ***.
- No pretendía ser gracioso.
- No habla en serio.
- Claro que sí.
- Bromean.
No,
¿por qué dice eso?
¿Creen que el crimen es un arte
que cometen los seres superiores?
En determinados días.
- Ya veo que no hablan en serio.
- Sí, yo soy un tipo muy serio.
¿Quién decide si alguien es inferior
y una víctima apta para el crimen?
- Los privilegiados que lo cometan.
- ¿Cómo quién por ejemplo?
Oh, yo mismo,
Phillip y posiblemente Rupert.
Lo siento Kenneth,
quedas excluido.
- Hablo en serio.
- Nosotros también.
Son hombres superiores intelectualmente,
están por encima
de los conceptos morales tradicionales.
Los seres inferiores inventaron
el bien y el mal porque lo necesitaban.
¿Defiende la teoría
del súper hombre de Nietzsche?
- Sí.
- Hitler también.
ÉI era un salvaje paranoico.
Todos los fascistas eran asesinos
sin cerebro, los ahorcaría a todos.
Pero los ahorcaría sobre todo
por su estupidez.
Ahorcaría a todos
los estúpidos incompetentes.
Ahórqueme a mí también porque soy
tan estúpido que no se si bromea o no.
Pero preferiría no seguir escuchando
sus ideas sobre la humanidad
y un mundo que considero civilizado.
¿Civilizado?
Confunde "civilización" con hipocresía.
Estoy seguro de que Rupert
tiene la inteligencia e imaginación...
¡Por favor, Brandon,
ya hemos oído suficiente!
Phillip, ¿dónde están
los libros para el Sr. Kentley?
- Me gustaría verlos.
- Están en el comedor.
Sr. Kentley,
¿le gustaría verlos?
Disculpe, señor, me temo que he hablado
con demasiado ímpetu.
No te preocupes,
muchacho.
Es una buena colección
de primeras ediciones.
Me gustaría verlos, pero antes,
¿puedo llamar por teléfono a mi esposa?
- Quizá sepa algo de David.
- Por supuesto, venga por aquí.
- ¿Brandon?
- Sí.
Creo que vas demasiado lejos
con tus ideas.
¿No estarás planeando deshacerte
de algún ser inferior?
- Soy muy caprichoso, ¿quién sabe?
- Ya veo.
Sra. Atwater,
¿le gustaría ver los libros?
Me encantaría.
Cuando era niña,
me gustaba mucho leer.
Todos hacemos cosas extrañas
de niños.
Kenneth, ¿por qué no pones la radio
o un poco de música?
Un poco de música ambiental
nunca falla.
A veces es despreciable,
¿no crees?
Nos deja aquí solos
con música romántica.
No le hagas caso,
ya sabes cómo es.
- Voy al comedor.
- ¿A ver los libros?
No,
para que me vea Brandon.
- ¿Te importa lo que piense?
- Sé lo que piensa.
Cree que rompí contigo
porque David tiene más dinero.
- Entonces, ¿por qué te vas?
- Porque...
- Me siento incómoda a solas contigo.
- ¡Oh, Janet!
- No creías que fuera posible, ¿verdad?
- ¿Sinceramente? No.
Me siento violenta
y no me gusta nada.
Y tú deberías sentirte
incómodo también.
- ¿Por qué?
- Bien...
Fuiste tú quien rompió conmigo,
¿lo recuerdas?
¡Lo que daría nuestro amigo Brandon
por saberlo!
- ¿Qué te pasa?
- Nada, estaba pensando.
- ¿En qué?
- Sobre la vanidad femenina.
Bueno, también me siento incómoda
porque...
Vamos, dímelo.
Tú y David habéis dejado de ser amigos
por mi culpa.
- Soy tonta.
- No, yo no lo creo.
Entonces se me da muy bien
hacer ese papel.
¿Por qué intento hacerme la graciosa
con todos menos con David?
¿No bromeas con David?
Con David me siento relajada,
gracias a ti.
- ¿A mí?
- Sí.
Ese...
ese triste domingo en Harvard,
cuando rompiste conmigo
David me llevó a dar un paseo.
Yo estaba triste y desconsolada,
no podía ser la alegre chica de siempre.
Me desahogué con él
y dejé que viera como soy.
Le mostré mi verdadero yo.
¿Has oído esa frase?
No sé por qué digo cosas así...
- ¿Dónde está David?
- Me siento como un tonto, ¿sabes?
¿Por qué?
Nunca supe comprender que tú...
Brandon y su música ambiental.
Estás enamorada de David,
¿verdad?
Sí.
- No lo entiendo.
- ¿Qué?
Brandon me insinuó que no estaba todo
perdido, que David estaba fuera de juego.
¿Brandon sabía que tú y yo
habíamos roto?
- Y sabía lo tuyo con David.
- ¿Qué?
Fingió no saber nada del asunto,
me dijo...
- ¿Qué estará tramando?
- No lo sé, pero voy a averiguarlo.
- ¿Brandon?
- ¿Sí?
¿Puedes venir un momento?
¿Por qué tiene que jugar
con la vida de los demás?
- ¿Sí?
- ¿Qué estás tramando exactamente?
- Iba a prepararte un café...
- No te hagas el gracioso.
¿Por qué le dijiste a Kenneth que lo mío
con David ya no era un obstáculo?
- No fue eso lo que dije.
- Lo insinuaste y quiero saber por qué.
Algunas mujeres están muy guapas
cuando se enfadan, pero tú no.
- ¡Un momento!
- ¡El caballero acude al rescate!
- David no va a venir.
- Espera y verás.
No es necesario,
nunca llega tarde.
Si le hubiera surgido algo,
habría llamado.
- Tú planeaste todo para que no viniera.
- ¡Qué astuto soy!
No podías dar una fiesta sólo
para el Sr. Kentley.
Tenías que añadir algo para satisfacer
tu perverso sentido del humor.
Espero que te hayas divertido, Brandon.
Yo desde luego, no.
- Es incorregible.
- Deberías ignorarle.
- ¿Algo va mal?
- No, Janet es muy temperamental.
Sin embargo,
supongo que será mejor que...
¿Qué ha querido decir
con "Algo va mal"?
Organizas tus fiestas cuidadosamente
para que nada salga mal.
Parece que echa de menos a David.
Yo también empiezo a echarle de menos.
Todos le echamos de menos, ¿no?
- ¿Dos postres, Sr. Cadell?
- Uno para usted y otro para mí, querida.
Los demás no están de humor
para helados.
No les vendría mal relajarse un poco,
es una fiesta muy extraña.
- Pero no me sorprende.
- ¿Por qué no?
Los dos se han levantado
con mal pie esta mañana.
¡Han estado todo el día muy nerviosos!
El Sr. Brandon dice
que le pone nervioso dar fiestas.
Es la primera vez que le veo así,
normalmente lo preparo yo todo.
Mire,
apenas han tocado el pollo.
- ¿Qué era distinto hoy?
- Todo.
Me hizo limpiar y preparar
la mesa a toda prisa.
Había quedado preciosa
y salí a comprar un par de cosas.
Me dijo que me tomara
toda la tarde libre.
Toda la tarde,
después de tantas prisas.
- ¿Le dijo por qué?
- No, un capricho, supongo.
Cuando volví,
estaban discutiendo acaloradamente.
¿Sobre qué?
Vamos, Sr. Cadell, aunque lo supiera,
¿cree que se lo diría?
- Eso esperaba.
- No, soy una tumba.
¡Mire todo esto!
Es el doble de trabajo.
Tendré que recoger todo,
quitar los libros de la mesa del comedor,
traerlos aquí y volverlos a meter
en el arcón, donde estaban antes.
- ¿Por qué se sirvió aquí la cena?
- No fue idea mía.
Lo había preparado todo en el comedor
y había quedado precioso.
Aquí encima,
no hay sitio para todo esto...
¿Sigue quejándose de que hayamos
servido aquí la cena?
Es más cómodo para los invitados
porque no tienen que ir al comedor,
coger la cena y volver aquí.
Pero se han ido al comedor
a tomar el postre y el café.
Sra. Wilson, sirva a los invitados,
no cuente chismes.
¿No le dije que se había levantado
de la cama con mal pie?
- Esta situación es un poco incómoda.
- ¿Qué quiere decir?
Parce que soy el único
que se está divirtiendo.
Usted y la Sra. Atwater.
¿Qué pasa aquí, Phillip?
¿Le importaría apagar eso?
No me gusta tocar
si me da la luz en los ojos.
Sabes, Phillip,
me intriga mucho que la gente
no responda a mis preguntas.
- ¿Me ha preguntado algo?
- Sí, te he hecho una pregunta.
Diga, ¿qué pregunta era?
Te he preguntado
qué está pasando aquí.
- Una fiesta.
- Sí, pero una fiesta bastante extraña.
- ¿Qué es todo esto?
- ¿Qué está insinuando?
No se ande con rodeos Rupert,
si quiere saber algo...
No hace falta que te enfades.
- No pares.
- Quiero una copa.
Yo te la traeré.
¿Qué te apetece, whisky?
No, un brandy.
Te gusta mucho esa pieza,
¿verdad?
Phillip, me gustaría poder
decirte abiertamente lo que sé.
Desgraciadamente,
no sé nada.
Sólo sospecho.
- He dicho que...
- Le he oído.
- ¿Está bien así?
- Gracias.
- ¿Utilizas esto?
- A veces.
Creí que era sólo para principiantes.
- La verdad...
- De acuerdo, Rupert, se lo preguntaré.
¿Qué sospecha?
Se me ha olvidado.
¿Dónde está David, Phillip?
No lo sé.
- ¿Por qué?
- Brandon lo sabe.
- ¿Lo sabe?
- ¿No crees?
- Que yo sepa no.
- Vamos.
- ¿Por qué no le pregunta a Brandon?
- Ya lo he hecho.
Pero está demasiado ocupado
con los otros dos puntos del triángulo.
¿Por qué, Phillip?
¿Qué pretende conseguir Brandon
con Janet y Kenneth?
- ¿De qué te ríes?
- De nada.
¿Qué pasa?
¿Tan lejos estoy de la pista?
Aquí no pasa nada en absoluto,
Rupert.
Parece que esta noche no se te da bien
decir la verdad, Phillip.
Es la segunda vez que mientes.
Gracias,
¿cuál fue la primera?
Dijiste que nunca
habías estrangulado a un pollo.
Se equivoca, Brandon
inventó esa historia para reírse de mí.
No es cierto,
no se la inventó, Phillip.
Y si lo piensas bien, te darás cuenta
de que yo sé que no se la inventó.
Hace un año aproximadamente
yo estaba en la granja, ¿recuerdas?
Una mañana vi
cómo te preparabas para la tarea.
Eras muy bueno estrangulando pollos,
lo recuerdo.
¡No quise decir
que nunca hubiera matado un pollo!
Pero eso fue lo que dijiste.
¡No me pareció el momento oportuno!
- La verdad era oportuna.
- De acuerdo.
Y ahora,
¿por qué mientes?
- No me gusta hablar de...
- ¿Estrangulación?
- Quiero que se los quede.
- Es muy generoso de su parte.
Usted aprecia las primeras ediciones
más que yo.
- Es usted muy amable, Brandon.
- ¿Qué te pasa?
¿No quieres que el Sr. Kentley
se lleve los libros?
- No, no me importa, es sólo...
- ¿Qué? ¿Qué?
Es una forma peculiar de atarlos.
- David sabe cuidar de sí mismo.
- Lo sé, pero no lo entiendo.
Siempre avisa si ocurre algo,
¿verdad, Janet?
- Sí, me ha enseñado a ser puntual.
- Como tiene que ser.
Ahora soy distinta, otra mujer,
puntual como un reloj.
- Eso es muy poco femenino, querida.
- Prefiero los modales a la feminidad.
Henry, pareces mi padre.
Recuerdo una vez
que David estaba en casa.
- Tranquilízate, Phillip.
- Rupert sabe algo.
- No sabe nada.
- Necesito una copa.
- Ya has bebido bastante.
- ¡Quítame la mano del brazo!
No me vuelvas a decir
lo que tengo que hacer y lo que no.
- No me gusta, y...
- Baja la voz.
Espero no haberte molestado,
Phillip.
No, es el alcohol,
ha mezclado las bebidas.
- Tú también pareces alterado.
- ¿ Yo?
Sí,
algo os está alterando mucho a los dos.
Hay una llamada
para el Sr. Kentley o la Sra. Atwater.
Será Alice,
yo hablaré con ella, Henry.
- Al fondo del recibidor.
- Gracias.
Sr. Kentley,
¿cree que David podría estar en casa?
No lo sé,
espero que así sea.
Si estuviera en casa,
llamaría David y no la Sra. Kentley.
- ¿No crees, Brandon?
- No sé.
El David que yo recuerdo
era educado y puntual.
Y no ha cambiado nada.
- Si no está en casa, ¿dónde está?
- A mí no me pregunte, no lo sé.
Podría estar en cualquier parte,
en el club o en la fiesta de los Bradley.
- Quizá fue a casa de Janet.
- ¿Para qué?
Quizá fue a recogerla.
Llamé a casa después de hablar
con la Sra. Kentley.
- ¿No estaba allí?
- No, le dejé un recado.
Nos ayudaría saber dónde
ha estado esta tarde.
- ¿Qué crees?
- Yo no sé dónde estaba.
- ¿No crees que deberíamos averiguarlo?
- Supongo.
Fue al club a jugar al tenis
y sé que estuvo allí.
¿Por qué?
Alguien del club llamó para decir
que David nos encontraría aquí.
- ¿Sabe quién llamó?
- No.
David se habrá encontrado con alguien
en el club y ha cambiado de planes.
- ¿Estuviste allí, Kenneth?
- No, ojalá hubiera ido.
- ¿ Y tú, Brandon, o tú, Phillip?
- No.
- Estábamos preparando la fiesta.
- ¿Teníais mucho que hacer?
- Ya sabe.
- Sí, ya veo.
¿No habéis hablado con David
en todo el día?
No.
¿Por qué lo pregunta?
- Podría haber dejado un recado.
- No, no ha llamado.
No hemos hablado con él
desde que le invitamos a la fiesta.
- Es extraño.
- ¿Por qué?
Creí haber oído a David
hablar por teléfono con Phillip ayer.
- Sí, se me había olvidado.
- ¿Llamó para hablar de la fiesta?
Sí,
quería asegurarse de la hora.
Deje que la ayude.
Gracias, Sr. Cadell.
Déjelo, Sra. Wilson, los recogerá
cuando venga a limpiar mañana.
- No pensaba venir mañana.
- Tendrá que venir.
- Deje los libros, si no le importa.
- Como usted quiera.
Henry, Alice no sabe nada de David,
está preocupadísima.
- Hablaré con ella.
- Ha colgado.
Empezó a llorar...
- Henry, estoy preocupada.
- ¿Qué te ha dicho?
Ha llamado a todas partes
varias veces.
Cree que puede haber tenido
un accidente.
- Quiere que llames a la policía.
- ¿La policía?
Oh, no, Anita,
no creo que eso sea necesario.
David ya no es ningún niño.
Estoy seguro
de que no le ha ocurrido nada.
Creo que será mejor que me vaya a casa,
mi mujer me necesita.
- Esto es muy raro en David.
- Claro, lo entiendo.
- ¿Puedo ir con usted?
- Gracias, Janet.
- Oh, Sr. Kentley, sus libros.
- ¡Oh! ¡Oh, sí!
Lo siento de veras.
¿Me llamará
cuándo sepa algo de David?
Estoy segura de que aparecerá.
- ¿Janet?
- ¿Sí?
No es el momento oportuno,
pero me alegro de que hayamos hablado.
Yo también,
y David también se alegrará.
Bien.
- Bueno...
- ¿Por qué no nos acompañas?
- Oh, no sé si...
- Por favor.
- Gracias.
- ¿Es esto tuyo, Janet?
Sí, es mío,
gracias, por cierto.
- Cogeré el sombrero.
- ¿Te vas con Janet?
- Sí, nos vamos todos juntos.
- ¿Qué os había dicho?
Buenas noches, Sr. Kentley,
espero que la Sra. Kentley se recupere.
Gracias.
Llámeme
si tiene noticias de David.
- Despídase de Phillip de nuestra parte.
- Gracias por venir Sra. Atwater.
Gracias por la fiesta,
siento que nos tengamos que ir, adiós.
Buenas noches.
- Oh, ese sombrero no es el suyo.
- Oh, oh.
- Siento estropear la fiesta.
- En absoluto.
Es una pena
que tengamos que irnos.
Buenas noches,
ten cuidado con la escalera, Anita.
- Buenas noches, Sra. Wilson.
- Buenas noches, Sr. Cadell.
- ¿Usted también se va?
- Sí, buenas noches.
Buenas noches.
¿Permite que le ayude con esos libros,
Sr. Kentley?
Gracias por una velada maravillosa.
Buenas noches, buenas noches,
ha sido un placer.
¡Oh, Phillip, esta fiesta
es un acontecimiento histórico!
¡Todo ha terminado
y no podría haber salido mejor!
Sí,
¡sin Rupert!
Me ayudó a decir lo que quería decirles
a esos idiotas.
Le dio a la fiesta
el toque que yo quería.
¿De qué toque hablas?
Ha estado curioseando,
fisgoneando y sonsacando información.
- ¡No ha parado de hacerme preguntas!
- ¿Sobre qué?
Da igual, tú estabas demasiado ocupado
con el otro toque de tu fiesta.
- ¿Qué toque?
- Atando los libros así.
- Ha sido genial, ¿no te ha gustado?
- No, no me ha gustado nada.
- ¡Lo vas a estropear todo!
- Baja la voz, la Sra. Wilson sigue aquí.
- Has decidido emborracharte, ¿verdad?
- Ya estoy borracho.
Eso es otra tontería,
como lo de llamarme mentiroso.
- ¿Por qué contaste la historia?
- ¿Por qué mentiste?
Tuve que hacerlo.
¿Te han importado alguna vez
los sentimientos de los demás?
- No soy un sentimental.
- No importa, nada importa.
Excepto que el Sr. Brandon
se ha divertido y ha dado su fiesta.
El Sr. Brandon
lo ha pasado muy bien.
¡Yo lo he pasado muy mal!
Sigue bebiendo
y mañana lo pasarás todavía peor.
Al menos si tengo resaca,
será únicamente mía.
Phillip,
he estado pensando.
Nos merecemos unas vacaciones.
¿Dónde te gustaría ir?
Deberíamos volver aquí unos días,
primero, o podría parecer...
Quisiera despertar
y descubrir que ha sido un sueño.
Pero,
¿por qué?
Estoy aterrado, Brandon,
creo que nos van a descubrir.
Oh, eso es imposible,
antes puede, pero ahora ya no.
Ahora, estamos...
¿Es usted, Sra. Wilson?
Sí, necesito una llave
para entrar mañana,
si se van a la granja esta noche.
- Así es.
- Eso está bien.
Ninguno de los dos tienen buen aspecto,
yo también necesito descansar.
Reposen,
tienen que volver en plena forma.
- Lo haremos.
- Me voy, diviértanse.
No se olviden de escribir.
Y pórtense bien.
¿A quién llamas?
Al garaje.
¿Sí? Soy el Sr. Brandon Shaw,
¿podría traerme el coche?
Sí, ahora mismo,
gracias.
Será mejor que corramos las cortinas.
¿Quién puede ser?
- ¿Quién es?
- Probablemente del garaje.
- No les ha dado tiempo.
- Quizá sea la Sra. Wilson, contesta.
Brandon,
¿y si no estuviéramos en casa?
¿Con las luces encendidas?
Contesta, Phillip.
¿Quién es?
¡Brandon, es Rupert!
¡Dice que se ha dejado la pitillera
y quiere subir!
- Dile que suba.
- ¡Está mintiendo! ¡Lo sabe!
- ¡Cállate! Coge el teléfono.
- No.
- Cógelo.
- No puedo.
- Tienes que poder.
- ¡No! Lo sabe...
¡Cállate!
¿Rupert?
Suba.
No...
Claro que no,
sólo está un poco borracho.
No,
la encontraremos enseguida.
De acuerdo.
Phillip...
Phillip, escúchame.
Rupert está subiendo
y tienes que sobreponerte.
Phillip,
¿me has oído?
Tómate otra copa si quieres.
Pero contrólate
y mantén la boca cerrada.
Todo habrá acabado
dentro de cinco minutos.
No sé lo que sabe,
si es que sabe algo.
Pero te prometo que saldrá de aquí
en cinco minutos de una forma u otra.
Tienes que sobreponerte,
al menos durante cinco minutos.
- ¡Brandon, Brandon!
- Escucha...
No voy a dejar que me descubran...
por culpa tuya ni de nadie más.
Nadie se va a interponer
en mi camino.
Brandon, no está cargado,
¿verdad?
- Siento molestar.
- No es molestia.
Sé que os marcháis hoy
y no quería dejar aquí mi pitillera.
- Hola, Phillip.
- Hola.
No era mi intención asustarte.
No le asustó,
Phillip está un poco antisocial hoy.
- ¿Oh? Pensé que...
- ¿Sabe dónde puede estar la pitillera?
No, no,
no tengo ni idea.
No suelo olvidar nunca nada.
Un psicoanalista diría
que no fue un olvido.
Que la dejé aquí inconscientemente
para volver.
Pero...
- ¿Por qué iba a querer volver?
- Sí, ¿por qué?
Para tomar otra copa con nosotros.
- Oh, ¿puedo tomar una última copa?
- Claro.
- Pónmelo doble, si no te importa.
- En absoluto. Phillip, sírvele una copa.
Veamos, la última vez
que recuerdo haber usado la pitillera
yo estaba ahí.
Iba a abrir el arcón para ayudar
a la Sra. Wilson, cuando te acercaste.
¿ Y después, qué?
Creo que...
Me pregunto dónde puede estar.
Oh, vaya, aquí está,
justo dónde la dejé.
Caballeros, discúlpenme,
lo siento mucho.
Yo...
- ¿Puedo tomarme esa copa?
- Por supuesto.
- ¿No os molesta?
- ¿Por qué iba a molestarnos?
- Puede que estéis...
- ¿Qué?
- Cansados. ¿Seguro?
- ¡Le ha dicho que se la tome!
- Gracias.
- Me temo que ha bebido demasiado.
¿Bueno, por qué no?
¿Por qué no?
Después de todo,
era una fiesta.
Es agradable estar aquí sentado,
con una copa y en buena compañía.
Me alegro.
- Espero no interrumpir.
- ¿Qué?
- Vuestros preparativos.
- ¿Qué quiere decir?
Las maletas, os vais a Connecticut
esta noche, ¿verdad?
- Sí, pero ya hemos hecho el equipaje.
- Oh, ya veo, está todo preparado.
Excepto un invitado
que no sabéis como quitaros de encima.
Bueno, me iré...
cuando
me haya terminado esta copa.
No hay ninguna prisa, Rupert.
Gracias,
me gustaría quedarme un poco más
quizá hasta que os vayáis vosotros.
Odio marcharme de las fiestas,
sobre todo si la velada ha sido
especialmente estimulante.
O extraña,
como la de esta noche.
¿Qué quiere decir con "extraña"?
¿He dicho "extraña"?
Usted elige las palabras
por su fonética, no por su significado.
No sé lo que he querido decir,
a menos
que me refiriera a David.
- ¿Qué hay de extraño en David?
- Que no apareciera.
¿Creéis que ha podido
pasarle algo?
- ¿Qué?
- Pudo ser atropellado o secuestrado.
- ¿A plena luz del día?
- Es cierto, se me había olvidado.
Sí, tuvo que suceder
a plena luz del día.
¿Suceder qué?
Lo que le haya sucedido
a David.
Nada, probablemente.
Entonces...
¿Dónde está?
- ¿Cuál es su teoría?
- Estaba pensando en la teoría de Janet.
- ¿Oh? No sabía que tuviera una.
- Sí, lo sabes.
No pude evitar
oír lo que te decía Janet.
Ella cree que lo secuestrasteis,
o hicisteis algo para que no viniera.
No me interesa la opinión de Janet
pero la suya sí.
¿Cree que he secuestrado a David?
Siempre te gustaron esas cosas
en el colegio.
Te gustaba experimentar emociones,
el peligro.
Sería más difícil hacer algo así ahora,
¿no le parece?
- Encontrarías el modo.
- ¿Cómo?
Veamos,
suponga que cambiamos los papeles.
¿Cómo quitaría de en medio
a David?
Tú eres el experto en esto.
¿Qué haría usted si fuera yo?
Bueno,
si quisiera deshacerme de David,
le invitaría a tomar una copa en el club
o en algún bar tranquilo.
O mejor todavía, le invitaría aquí.
- Dónde nadie pudiera vernos.
- Bien, ningún testigo.
¿ Y después, qué?
Bien...
Bien, veamos...
Cuando llegara David,
saldría de la habitación e iría al recibidor.
Le saludaría, le diría que tiene
muy buen aspecto y todo eso
y cogería su sombrero.
Después, lo traería hasta aquí,
charlaría un poco con él
para que se relajara
y probablemente le ofrecería una copa.
- Después, se sentaría.
- ¿Sí?
Intentaría que todo fuera muy agradable,
¿entiendes?
Phillip probablemente tocaría el piano.
Si recuerdo bien,
David era bastante fuerte.
Tendría que dejarle inconsciente.
Así que me colocaría detrás del sillón
y le golpearía en la cabeza con algo.
Su cuerpo caería al suelo,
hacia delante.
Y después,
¿dónde lo pondría?
Bien...
Bien, veamos...
Le diría a Phillip que me ayudara
a sacarlo de la habitación,
lo bajaríamos por las escaleras
y lo colocaríamos en el coche.
- Le verían.
- ¿Qué?
Dijo que si ocurrió algo,
tuvo que ser a la luz del día.
Es cierto, tendría que encontrar un lugar
para esconder el cuerpo hasta la noche.
Sí, así es,
¿dónde lo escondería, Rupert?
Sí.
Sí, ¿dónde?
¡Parecéis el ratón y el gato!
- ¿Quién es el ratón y quién es el gato?
- ¡Ya basta!
- Ocúpate de tus asuntos.
- ¡Basta!
Ya te lo he dicho,
¡ocúpate de tus asuntos!
No sé por qué me preocupo,
no soy su protector.
Está en muy mal estado, me temo
que será mejor que se vaya, Rupert.
A no ser que haya vuelto
para buscar algo además de su pitillera.
Quieres decir, por ejemplo, para averiguar
si te has deshecho de David.
- Sí, eso es lo que quiero decir.
- Eres peor que Janet.
No se me había ocurrido
que le hubieras secuestrado.
Janet me puso esa idea en la cabeza,
pero yo nunca habría pensado eso,
si no hubiera visto lo que llevas
en el bolsillo por si te descubren.
- ¿Qué?
- Es un revólver, ¿verdad?
Eso me hace sospechar
en serio.
Y a decir verdad,
me estoy asustando un poco.
Lo siento muchísimo, Rupert,
no me extraña, pero... ya está.
Relájese,
pensaba llevármela al campo.
Han robado en varias granjas
y mi madre está un poco asustada.
- ¿Has acabado, Phillip?
- Sí.
¿Has oído lo que ha dicho Rupert
de la pistola? Pensaba...
Es curioso cómo transformamos
pequeños hechos en fantasías.
- Todos lo hacemos, ¿verdad Phillip?
- Sí.
Sobre todo después de unas copas,
¿qué tal su copa, Rupert?
- Creo que es hora de que me vaya.
- Phillip, te sentirás mejor fuera.
Ahora habrá poco tráfico
y conduciremos bien.
Hace una noche preciosa,
ideal para viajar.
Me gustaría poder ir con vosotros,
seguro que es emocionante.
Conducir de noche siempre lo es,
pero ir en el coche con vosotros ahora
deber darle al viaje un toque...
de suspense.
Tenías razón, Phillip, los libros
estaban atados de forma peculiar.
- ¡Lo ha descubierto!
- Phillip.
¡Lo sabe! ¡Lo sabe!
- De acuerdo, yo me ocuparé de esto.
- No lo harás.
Estoy dispuesto a matar a los dos
y a ti primero.
Eso es lo que querías,
que alguien más lo supiera,
que admirara tu inteligencia,
como en el colegio.
¡Te dije que lo descubriría,
pero había que invitarle!
- ¡Ahora se acabó!
- ¡Cállate!
¡Me obligaste a hacerlo
y os odio a los dos!
Estúpido borracho.
Lo siento, Rupert.
No pasa nada, si de verdad quieres matar
no fallas, no desde esa distancia.
Pues claro que no quería matarle.
No sabía lo que hacía,
ni tampoco lo que decía.
Se está convirtiendo
en un alcohólico.
Brandon,
aléjate, por favor.
Está borracho, ¿no se habrá tomado
en serio las bobadas que ha dicho?
¡Brandon!
Brandon, estoy cansado.
Y a decir verdad, también asustado.
- Se acabaron los rodeos.
- ¿Qué va a hacer?
No quiero hacerlo,
pero voy a mirar dentro del arcón.
- ¿Está loco?
- Eso espero.
- Espero de todo corazón estarlo.
- Esto no tiene nada que ver con usted.
- ¡Voy a mirar dentro del arcón!
- ¡Está bien!
¡Adelante, mire!
¡Espero que le guste lo que ve!
Oh, no...
¡No!
- ¡Rupert!
- Me negaba a creer que fuera cierto.
- Rupert, por favor...
- ¿Qué?
Escúcheme, deje que le explique.
¿Explicar?
¿Puedes explicar eso?
- A usted sí, porque lo entenderá.
- ¿Entender?
¿Recuerda la conversación
con el Sr. Kentley?
¿Recuerda que dijimos que las vidas
de los seres inferiores no importan?
Recuerde lo que usted y yo
siempre hemos dicho,
que los conceptos morales
del bien y el mal
no son válidos para los seres superiores,
¿recuerda?
- Sí, lo recuerdo.
- Eso es lo que nosotros hemos hecho.
ÉI y yo hemos puesto en práctica
nuestras teorías.
Sabía que usted lo entendería,
¡usted tiene que entenderlo!
Brandon...
Brandon...
Hasta este momento...
este mundo y la gente que vive en él,
siempre habían sido
un misterio incomprensible para mí.
He intentado resolverlo
utilizando mi lógica
e intelecto superior.
Acabas de arrojarme a la cara
mis palabras, Brandon.
Tenías razón, un hombre debería
actuar según sus ideas.
Pero le has dado a mis palabras
un significado inconcebible.
¡Has intentado deformarlas y convertirlas
en excusa de tu horrible crimen!
Nunca significaron eso,
Brandon.
Y nunca lo harán.
Siempre ha habido algo
en lo más profundo de tu ser
que te ha permitido hacer algo así.
Siempre ha habido algo en mí
que no me lo hubiera permitido nunca.
- No podría formar parte de esto.
- ¿Qué quiere decir?
Esta noche has hecho que me
avergüence de todos mis conceptos
sobre seres superiores e inferiores.
Pero te doy las gracias
por esa vergüenza,
porque he comprendido que cada uno
de nosotros somos seres individuales
con el derecho a vivir, trabajar
y pensar como individuos,
pero con la obligación de responder
ante nuestra sociedad.
¿Qué te da derecho a decir
que estás entre los seres superiores?
¿Qué te da derecho a decidir...
que ese chico era inferior a ti
y por eso debía ser asesinado?
¿Pensabas que eras Dios,
Brandon?
¿Eso es lo que pensabas
cuando le quitaste la vida?
¿Cuando serviste la cena
en su tumba?
No sé qué es lo que pensabas
pero sé lo que has hecho.
¡Has cometido un asesinato,
has estrangulado a un ser humano
que era capaz de vivir, de amar
como tú nunca lo has sido!
- Y nunca lo serás.
- ¿Qué va a hacer?
¡La sociedad lo hará por mí,
no sé lo que hará, pero lo puedo adivinar!
¡Y además, voy a ayudarles,
vas a morir, Brandon, los dos!
Vais a morir.
- ¿Ha sido un disparo?
- Sí, varios.
- Venían de esa calle.
- ¿Hay alguna pelea?
- Venían de esa calle.
- Cerca de aquí.
- ¿Has oído disparos?
- Sí, ahí arriba.
- ¡Han disparado!
- Sí, ahí arriba.
- Un atraco, quizás.
- Alguien debería ir a ver.
Creo que alguien debería
llamar a la policía.
¿Alguien ha oído disparos?
Deberíamos llamar a un coche patrulla,
¿puedo usar su teléfono?
Yo no voy a subir a ver qué pasa.
Puede que haya algún loco ahí arriba.
Aquí viene el coche patrulla.
Ya vienen.