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EL SÉPTIMO SELLO
Mediados del siglo XIV.
Antonius Block y su escudero, tras
años de cruzadas en Tierra Santa...
vuelven a su Suecia natal.
Una tierra destrozada
por la peste negra.
Y cuando el cordero
abrió el séptimo sello...
en el cielo
se hizo un silencio...
que duró una media hora.
Ylos siete ángeles...
que tenían
las siete trompetas...
se dispusieron a tocarlas.
¿Quién eres tú?
La Muerte.
¿Vienes a por mí?
Hace tiempo
que camino a tu lado.
Ya lo sé.
¿Estás preparado?
El espíritu está pronto,
pero la carne es débil.
Espera un momento.
Es lo que todos decís.
Pero yo no concedo prórrogas.
Tú juegas al ajedrez, ¿verdad?
¿Cómo lo sabes?
Lo he visto en pinturas
y oído en canciones.
Pues sí, realmente,
soy un excelente jugador.
No debes de ser
tan bueno como yo.
- ¿Para qué quieres jugar conmigo?
- Es cosa mía.
Por supuesto.
Juguemos a condición de que
siga viviendo mientras resista.
Si pierdes, me dejas vivir.
Las negras, para ti.
Era lógico.
¿No te parece?
Para un hombre de mi altura,
es el más alto placer...
encontrar una mujer...
y correr una aventura.
Lejos en el cielo,
tu padre Dios está.
Tu padre Satanás...
cerca en el infierno está.
En Färjestad se habla
de grandes señales y portentos.
Dos caballos
se han devorado mutuamente.
Se han abierto tumbas y los despojos
han quedado esparcidos por ahí.
Ayer por la tarde, lucían
cuatro soles en el firmamento.
¿Puedes decirme
por dónde se va a la posada?
- ¿Sabía el camino?
- Poco sabía.
- ¿Qué te ha dicho?
- No habla.
- ¿Era mudo?
- No, de mudo no tenía nada.
Más bien diría que ha estado
sobradamente elocuente.
- ¿Sí?
- Sí, elocuente de veras.
Pero su discurso ha sido lúgubre,
hay que reconocerlo.
Muy buenos días.
¿Te has zampado tu desayuno?
Lástima que yo no pueda
comer hierba.
¿No me podrías enseñar?
No tenemos mucho que comer.
A la gente de este lugar
no le interes mucho el arte.
Mia, despierta.
Vamos, despierta.
He visto una cosa,
tengo que contártelo.
- ¿Qué ha ocurrido?
- Óyeme, he visto una aparición.
Es decir, no era una aparición,
era como la realidad. Eso es.
Vaya, ya estás otra vez
con tus visiones.
La he visto de verdad.
¿A quién?
¿A quién has visto?
A la Virgen María.
- ¿Es cierto?
- Tan cerca que podría haberla tocado.
Tenía una corona de oro
y llevaba un vestido azul...
con flores blancas y doradas.
Y, entre sus manos pequeñas,
llevaba al niño...
y le enseñaba a andar.
Y, al ver que la miraba,
me sonrió dulcemente.
Sentí una gran emoción.
Me sequé los ojos, miré,
y había desaparecido.
Si hubieras oído aquella melodía
maravillosa del amor más puro...
Mientras, el cielo y la tierra...
permanecían en silencio.
Qué cosas se te ocurren.
Bien, ya veo que no me crees,
pero te digo que era real.
No como las que ves a diario,
sino de otra clase. Muy distinta.
Sí, como la vez que dijiste
que el Diablo...
había pintado de rojo las ruedas
del carro usando el rabo como pincel.
¿Por qué siempre me echas
en cara esa historia?
Y luego vimos que tenías
pintura roja en las uñas.
Bueno, eso quizá
me lo inventé...
pero fue para que creyerais
las apariciones reales.
Las que no son inventadas.
Ten cuidado
y vigila tus visiones...
porque te van a tomar
por loco y no lo eres.
Por lo menos, hasta ahora.
Eso me parece a mí.
- Aunque no estoy muy segura.
- Yo no pedí tener visiones.
No puedo impedir oír voces
y que se me aparezca la Virgen María.
Y que a ángeles y demonios
les guste tratar conmigo.
¿No os tengo dicho que cuando
mejor duermo es por la mañana?
Alborotadores.
Tenéis todo el campo para discutir
y no junto a mi cabeza.
Cotorras.
Mikael, Mikael.
Quiero que Mikael
tenga una vida mejor.
Mikael tiene que ser
un gran acróbata.
O quizá un malabarista...
que logre ejecutar
el número imposible.
¿Qué número?
Que una bola quede inmóvil
en el aire.
- Eso es imposible.
- Lo es para nosotros...
pero no para él.
Otra vez con tus fantasías.
Escucha esta canción.
La he compuesto esta noche.
He estado en vela, horas y horas.
¿Quieres oír mi canción?
Cántamela.
Me gusta que me cantes.
Posada en un lirio,
canta una paloma...
al sol del estío.
Canta la blanca paloma
a Jesucristo...
y en el cielo reina
santo regocijo.
Mia, ¿te has dormido?
- Me ha gustado muchísimo.
- Pero si no he terminado.
No importa, déjame dormir un poco.
Luego me cantas el resto.
No piensas más que en dormir.
Y con esta máscara sale a escena
un artista, ¿qué os parece?
Si los curas no pagaran
tan bien, me negaría.
- ¿Haces de Muerte?
- Tener que asustar...
a la gente decente
con estas tonterías...
- ¿Cuándo nos toca esa función?
- En Elsinore, por Todos los Santos.
¿Sabes dónde?
En la escalinata de la iglesia.
¿Y si hacemos una escena picaresca?
A la gente le resultaría divertido.
Majaderías.
Dicen que se extiende
una epidemia...
y que los curas especulan
con la muerte por ese mal...
en medio de terribles dolores.
- ¿Y qué papel nos das a nosotros?
- Tú, por tonto, harás de alma humana.
Siempre me toca lo peor.
¿Quién manda? ¿Quién es
el director de la compañía?
"Hoy estás sano.
Mañana, muerto.
Si breve fue el placer...
largo, el padecer."
¿Gustaré a las mujeres con
este disfraz? Mucho lo dudo.
- Jof.
- ¿Qué quieres?
Quietecito.
Calladito.
Estoy quietecito.
Te quiero.
¿Qué significa eso?
- Es la lanza de la Muerte.
- ¿Ésa es la Muerte?
Sí, y bailando,
se los lleva a todos.
- ¿Para qué pintas esas tonterías?
- Para recordar que todos morimos.
- No les harás felices.
- ¿Por qué querer alegrar a la gente?
- También conviene asustarla.
- Cerrará los ojos y no lo verá.
Descuida.
Una calavera es más interesante
que una doncella desnuda.
Si les metes miedo...
- Entonces, piensan.
- ¿Y si piensan?
- Les entra mucho más miedo.
- Y se abandonan a los curas.
Eso no es asunto mío.
- Te limitas a pintar tu danza.
- Es mi mural y cada uno ve una cosa.
- Muchos te lo reprocharán.
- Es natural.
La muerte siempre será desagradable,
como dulce es la vida...
hasta que se presenta la peste.
La peste, el horror de todos.
Tendrías que ver el bubón que
le sale en el cuello al apestado...
y cómo los miembros del cuerpo
se le encorvan...
y se quedan rígidos
como estacas.
- Es espantoso.
- Sí, es espantoso.
El apestado intenta
arrancarse el bubón.
En su agonía, se muerde las manos
hasta que llega a despedazárselas.
Se abre las venas
con las uñas.
¿Sientes miedo?
¿Miedo yo? Mal me conoces.
¿Qué espantajos son ésos?
El caso es que
las gentes consideran...
que la peste
es un castigo de Dios.
Por eso hay penitentes
que recorren el país y se azotan...
para aplacar
la ira del Señor.
- ¿Se azotan a sí mismos?
- Sí, es escalofriante.
Lo mejor es alejarse
cuando se les ve aparecer.
Dame un trago de aguardiente.
No he bebido en todo el día...
y estoy sediento
como un camello en el desierto.
Me parece que
te está entrando miedo.
Quiero confesarme
y no sé qué decir.
Mi corazón está vacío.
El vacío es como un espejo,
delante de mi rostro.
Me veo a mí mismo...
y, al contemplarlo, siento
un profundo desprecio de mi ser.
Por mi indiferencia hacia
los hombres y las cosas...
me he alejado de la sociedad
en que viví.
Ahora habito un mundo
de fantasmas.
Prisionero de fantasías
y ensueños.
Y, a pesar de todo,
no quieres morir.
Sí que quiero.
Entonces, ¿a qué esperas?
A saber qué hay después.
- Buscas garantías.
- Llámalo como quieras.
¿Por qué la cruel imposibilidad
de alcanzar a Dios con los sentidos?
¿Por qué escondernos
en una oscura nebulosa...
de promesas que no hemos oído
y milagros que no hemos visto?
Si desconfiamos una y otra vez
de nosotros mismos.
¿Cómo vamos a fiarnos
de los creyentes?
¿Qué va a ser de los que
queremos creer y no podemos?
¿Por qué no logro matar
a Dios en mí?
¿Por qué sigue habitando en mi ser?
¿Por qué me acompaña humilde...
a pesar de mis maldiciones, que
pretenden eliminarlo de mi corazón?
¿Por qué sigue siendo una realidad,
que se burla de mí...
y de la que no me puedo liberar?
- ¿Me oyes?
- Te oigo.
Yo quiero entender,
no creer.
No debemos afirmar
lo que no se logra demostrar.
Quiero que Dios me tienda su mano,
vuelva su rostro y me hable.
ÉI no habla.
Clamo a él en las tinieblas
y nadie contesta a mis clamores.
- Tal vez no haya nadie.
- La vida perdería el sentido.
Nadie puede vivir
mirando a la muerte...
y sabiendo que camina
hacia la nada.
La mayoría de la gente no piensa
en la muerte ni en la nada.
Un día, llegan al borde de la vida
y deben enfrentarse a las tinieblas.
- Sí. Y cuando llegan...
- Calla.
Sé lo que vas a decir.
Que el miedo nos hace crear
una imagen salvadora.
Y esa imagen es
lo que llamamos Dios.
Te estás preocupando.
Hoy ha venido a buscarme la Muerte,
estamos jugando al ajedrez.
Una prórroga que me da la oportunidad
de hacer algo importante.
¿Qué piensas hacer?
He gastado mi vida en diversiones,
viajes, charlas sin sentido.
Mi vida ha sido un absurdo.
Creo que me arrepiento.
Fui un necio.
En esta hora siento amargura
por el tiempo perdido.
Aunque sé que la vida de los demás
corre por los mismos cauces.
Por eso quiero emplear esta prórroga
en una acción única...
que me dé la paz.
Por eso juegas al ajedrez
con la Muerte.
Usa una táctica hábil,
pero aún no he perdido piezas.
¿Supones que podrás engañar
a la Muerte con tu juego?
Gracias a una combinación
de alfiles y caballos...
que aún no ha descubierto.
Una jugada y le quitaré la reina.
Lo tendré en cuenta.
Me has traicionado.
Tratas de engañarme.
Pero cuando nos enfrentemos,
yo encontraré una salida.
Nos veremos pronto.
Seguiremos jugando.
Sí, es mi mano.
La puedo mover.
Noto el pulso, corre la sangre.
El sol sigue en lo alto,
iluminándolo todo y yo...
Yo, Antonius Block...
juego al ajedrez con la Muerte.
Yo y mi señor hemos estado
lejos del país...
y acabamos de regresar.
¿Comprendes, pintorcillo?
- ¿La cruzada?
- Eso es.
Diez años hemos aguantado
que las serpientes silbasen...
que nos picasen los tábanos,
nos mordiesen las fieras...
nos envenenasen los vinos,
nos burlasen las mujeres...
y que nos comiesen
los piojos.
- Todo para gloria de Dios.
- Para gloria de Dios.
No hay duda.
Nuestra cruzada fue tan estúpida...
que sólo la pudo idear
un idealista.
- Esto de la peste es espantoso.
- Peor que aquello.
Es que...
por más vueltas que demos,
el trasero lo tenemos detrás.
¿Trasero, detrás?
El trasero está siempre detrás.
Es una verdad innegable.
Aquí tienes al escudero Jöns.
Se ríe de la muerte, blasfema,
se burla de sí mismo...
y sonríe a las mujeres.
Su mundo es sólo
el mundo de Jöns.
Un bufón ridículo para todos,
incluso para él mismo.
Un pobre bufón.
Tan indiferente para el cielo
como para el infierno.
Vaya sopa.
Apesta. ¿Para qué sirve?
Ésa ha tenido relaciones íntimas
con el diablo.
Y ahora está en el poste.
Mañana la quemarán viva.
Hay que defenderse del diablo.
- ¿Y estas gachas que apestan?
- El medio más eficaz.
La sangre y la hiel
de un perro ***. El diablo...
El diablo no resiste este olor.
Ni yo.
¿Has visto al diablo?
No debes hablar con ella.
- ¿Tan peligrosa es?
- No sé.
Dicen que ella tiene la culpa
de la peste que nos invade.
No existe el destino.
Estás ante la nada.
Hoy saltas de alegría...
y llorarás mañana.
¿Más canciones?
¿Por qué me miras con esa cara?
Me dedico a robar a los muertos.
Es un oficio muy lucrativo.
¿Quieres ir al pueblo a denunciarme?
Perderás el tiempo.
Cada uno se preocupa sólo
de salvar el propio pellejo.
Y no intentes gritar. Aunque,
a decir verdad, también sería inútil.
Ni Dios, ni los hombres
te oirían.
Te he reconocido,
aunque hace tiempo que no te veía.
Te llamas Raval,
del seminario teológico de Roskilde.
Tú eres "Doctor Mirabilis
Caelestis et Diabilis".
¿He acertado?
Eres el que hace 10 años persuadió
a mi señor de la conveniencia...
de ir a Tierra Santa
en una bonita cruzada, ¿no?
¿Qué te ocurre?
¿Me tienes miedo?
He comprendido estos 10 años...
que, hasta ahora, me parecían
desperdiciados. Vivíamos bien.
Demasiado bien. Y Dios castigó
nuestro orgullo de satisfechos.
Por eso te envió.
Tú envenenaste al caballero
con los chorros de tu podredumbre.
- Lo hice de buena fe.
- Pero ahora ya estás de vuelta.
Dejaste el seminario
y te has convertido en ladrón.
Un oficio de este mundo apropiado
para rufianes y malhechores.
¿Verdad que es así?
No te asustes, muchacha,
no me beberé su sangre podrida.
No olvides
que cuando te vuelva a encontrar...
te marcaré la cara
como merecen los canallas como tú.
Sólo venía
a proveerme de agua.
Me llamo Jöns.
Soy un hombre
delicado y amable...
que siempre ha tenido
pensamientos piadosos...
y sólo se ocupó
en bellas y nobles acciones.
Que te vaya bien.
Te he podido violar, pero
estoy harto de hacer así el amor.
Con el tiempo,
se le pierde el gusto.
Pero, pensándolo mejor,
te necesitaré en casa. ¿Guisas bien?
Estoy casado, pero tengo la esperanza
de que mi mujer se haya muerto y...
Me hace falta alguien
que me cuide.
Anda, ven,
no te quedes ahí pasmada.
Te he librado de un peligro
y debes estarme agradecida.
Estos malditos juglares...
Cuidado que son dos días.
¡Brutos!
¡Sois unos cerdos despreciables!
No representaré más
para vosotros.
¿Por qué os quedáis
ahí parados?
El caballo se sienta en el árbol
y cacarea.
El camino es ancho,
pero la puerta es baja.
El *** baila en la playa.
La gallina maulla
en el lago más oscuro.
El día es rojo,
pero los peces están muertos.
El *** se queda en la playa.
La serpiente revolotea
en las alturas.
La virgen está pálida,
pero el conejo está contento.
El *** corre por la playa.
El carnero silba...
sin dientes.
La ráfaga es fuerte...
y las olas crecen.
El *** se tira
un *** en la playa.
El caballo se sienta
en el árbol y cacarea.
La carretera es ancha,
pero la puerta es baja.
El *** baila
en la playa.
La gallina maulla
en el lago más oscuro.
El día es rojo,
pero los peces están muertos.
El *** se queda en la playa.
La serpiente revolotea
en las alturas.
La virgen está pálida,
pero el conejo está contento.
El *** corre por la playa.
La cerda pone y la gato siembra.
La noche está arruinada
y la oscuridad está radiante.
El *** se queda, se queda.
Se queda, se queda en la playa.
Dios nos ha sometido
a juicio condenatorio.
Todos...
seremos entregados
a la Muerte negra.
Todos los que estáis ahí mirando
sin ver, oyendo sin oír...
como espantapájaros.
Y vosotros,
gordos como cerdos...
¿no sabéis que está llegando,
que ha llegado vuestra última hora?
La veo. La Muerte
está a vuestra espalda.
Os mira amenazante,
lleva su guadaña.
La esgrime ahora sobre vuestras
cabezas con su filo aguzado.
¿A cuál de vosotros
segará primero?
Y tú, infeliz, que muestras
la expresión estúpida de un pavo...
y quisieras apartar de ti
este tremendo cataclismo.
¿Sabes si al atardecer
habrás dado tu último graznido?
Y tú, mujer...
amasijo impúdico
de pecado y de inmundicia.
¿No te apagarás con el ser que late
en tu seno antes de que amanezca?
Y vosotros...
que nada más pensáis en cebar
vuestra carne embotada por la gula.
¿Imagináis...
que seguiréis emporcando la tierra
con vuestro sucio estiércol?
No. Sabedlo todos, necios y locos.
Todos moriréis.
Hoy, mañana, pasado,
aquí mismo, ahora.
Porque todos habéis sido condenados
por Dios a la peste negra.
Señor, ten misericordia
de nosotros.
Mira nuestra aflicción.
Vuelve tu rostro hacia nosotros,
ten piedad de nosotros...
por Jesucristo, tu hijo.
Esta charlatanería apocalíptica...
¿qué puede importar
a un hombre culto?
Y pretenden
que les tomemos en serio.
Ya veo que te ríes
de mí, señor.
No importa, porque también me río yo
de esas historietas religiosas.
- Las conozco todas.
- Ya.
Sí, sí.
También esos mitos sobre
Padre, Hijo e Espíritu Santo.
No me quitan el sueño
ni me impresionan.
- ¿Por qué chillas así?
- Soy Plog, el herrero.
- Y tú eres el escudero Jöns.
- Muy cierto.
- Dime si has visto a mi mujer.
- No creo.
Pero si la he visto y se parece
en algo a ti, querría olvidarla.
- No bromeo, busco a mi mujer.
- Se habrá fugado con otro.
- ¿Sabes algo?
- Algo sé, pero no de tu mujer.
Bebe un trago
y olvídate de ella.
Es verdad, la peste se extiende
por todo el Occidente.
La gente muere como moscas.
En estas épocas podrían hacerse
muy buenos negocios...
pero yo tengo este año
mi almacén sin vender.
Se habla del Juicio Final.
Y hay algo horrible
en ciertos presagios.
Dicen que una mujer
ha parido una cabeza de ternera.
Y la gente está como loca. Corre
despavorida extendiendo la peste.
Si es como dicen, lo mejor
es no ocuparse de nada...
y vivir alegremente,
mientras te sostengan las piernas.
Varios penitentes han pasado por
el fuego y han ardido en la hoguera.
Pero los curas dicen que
más vale morir para el cielo...
que vivir para el infierno.
Esto es el fin.
El fin nos ha llegado.
Lo sabemos todos,
pero nadie se atreve a decirlo.
Moriremos muy pronto.
Y la gente ha enloquecido de miedo.
- ¿También tú tienes miedo?
- Hasta el Diablo sabe que sí.
Será la noche
del Juicio Final.
Descenderán los ángeles,
se abrirán las tumbas.
Un espectáculo espeluznante.
¿Te gustaría que fuese tuya
esta hermosa pulsera?
- No está a mi alcance.
- Es toda ella de plata.
Es bonita, pero no podré
pagar su elevado precio.
Perdonad, ¿alguno de vosotros
ha visto a mi mujer?
- ¿Se te ha perdido?
- Más bien se ha escapado.
- ¿Se ha escapado?
- Con un comediante.
¿Con un comediante? Con tan
mal gusto, más vale dejarla escapar.
Sí, tienes razón.
Primero, como es natural,
yo había pensado matarla.
¿A tu mujer?
No te veo capaz de hacerlo.
Y al comediante
también pienso matarlo.
- ¿AI comediante?
- Sí, al que se escapó con ella.
- ¿Y por qué?
- ¿Tan duro eres de mollera?
Tienes razón, es comediante,
ahora comprendo. Hay demasiados.
Creo que debes matarlo sólo por eso,
porque es un comediante.
Escucha, ¿te ríes del herrero
en sus propias barbas?
¿Yo? ¿Reírme yo?
Tú también eres
un comediante.
Uno de tus compañeros
se ha fugado con esa mujer.
¿Cómo? ¿De modo que
tú eres de esos juglares?
¿Yo? Sí, soy juglar,
pero insignificante.
Nosotros deberíamos matarte
por ser uno de ellos.
Estás de broma.
Qué pálido te has puesto.
¿Te remueve la conciencia?
Sigues bromeando.
¿No te parece que habla en broma?
Sí, está claro.
Podríamos marcarle
un poco las mejillas...
para que no vuelva a molestar
a las personas honradas.
¿Qué has hecho de mi mujer?
Pero, ¿me vais a hacer algo?
¿Por qué?
¿Es que he molestado
a alguno de los presentes?
Si es así, me iré de aquí
y no volveré a aparecer.
Levántate
para que todos de oigan.
Y habla más fuerte.
Ponte cabeza abajo, veamos
si eres un volatinero aventajado.
¿Qué has hecho de mi mujer?
No gimotees, en pie,
y a bailar.
- ¿Bailar? No puedo bailar.
- A ver cómo haces el oso.
- No sé hacer el oso.
- Ya lo creo que sabes.
Vamos, sigue.
Ya no puedo más.
¿Recuerdas lo que prometí hacerte,
si volvíamos a vernos?
Yo mantengo mi palabra.
¿Cómo se llama?
Mikael.
¿Qué edad tiene?
Acaba de cumplir un año.
- Está muy crecido para su edad.
- ¿Verdad que sí? Está hermoso.
He visto que esta tarde
habéis actuado en la función.
- ¿Qué te pareció? ¿Muy mala?
- Estás más guapa sin tanta pintura.
- Y este vestido te cae mejor.
- ¿De veras?
Al haberse marchado Jonas
sin avisarnos, estamos en un aprieto.
- ¿Tu marido?
- ¿Quién? ¿Jonas?
- No, mi marido se llama Jof.
- Ya sé.
Sólo quedamos los dos, habrá que
empezar a inventar nuevos juegos.
- ¿También hacéis juegos?
- Y tenemos mucho éxito.
- Jof es un juglar extraordinario.
- ¿Y Mikael será acróbata, tal vez?
- Eso quiere Jof.
- ¿Y tú no?
No sé.
Quizá sea un caballero.
Te aseguro
que no es muy divertido.
- No pareces estar contento.
- Así es.
- ¿Estás cansado?
- Sí.
- ¿De qué?
- De mi inaguantable compañía.
- ¿Tu escudero?
- No, no es por él.
- ¿De quién hablas entonces?
- De mí mismo.
- Comprendo.
- ¿De veras comprendes?
Sí, y sin saber por qué.
A veces me pregunto cómo los hombres
se pasan la vida atormentándose.
Mia.
Jof. Jof, ¿qué pasa?
Mi Jof, por Dios,
¿Qué has hecho, Jof de mi vida?
Ven aquí y siéntate.
Siéntate, pobrecito.
¿Dónde has estado?
Deja que te mire.
Ven. ¿Qué se te había
perdido en la taberna?
Y, encima, habrás bebido.
No he bebido
ni un solo trago.
Te habrás sentado a alardear
de tus ángeles y aparecidos...
y a la gente no le gusta
que uno tenga imaginación.
Que Dios me castigue,
si he nombrado a los ángeles.
Te habrás puesto a bailar y a cantar.
Siempre tienes que hacer comedia.
Eso fastidia también a la gente,
ya lo sabes.
Mira. Mira lo que...
Mira lo que te he traído.
¿Por qué has hecho este gasto?
No me ha costado mucho,
de verdad.
Jof.
Qué paliza me han dado.
¿Por qué no te defendiste?
Al principio, tuve miedo.
Y después, me entró mucha rabia.
Aunque no llegué a pegarles,
me puse muy furioso.
- Rugía como un león.
- ¿Les asustaste?
Asustarlos, no, se reían.
Mikael.
Mikael.
Mikael, Mikael.
- Cómo le gusta jugar contigo.
- Qué robusto está.
Me alegra que esté tan fuerte.
Será un gran acróbata.
Mire, señor,
éste es mi marido. Jof.
- Buenas tardes.
- Buenas tardes.
Le he dicho a tu mujer que tu hijo
es precioso, serás muy feliz.
Sí, es muy guapo.
- ¿Hay algo para convidar, Mia?
- No te molestes.
No es mucho, pero acabo de
recoger una cesta de fresas...
y hay leche recién ordeñada.
Nos dejaron ordeñar.
Si Vd. No desprecia esta pobre mesa,
nos veremos muy honrados.
Sentaos aquí mismo,
enseguida os sirvo.
- ¿Adónde iréis después?
- AI Todos los Santos de Elsinore.
- Debo disuadiros de tal viaje.
- ¿Por qué, si puede saberse?
La peste lleva esa ruta,
hacia la costa. Mueren a millares.
A veces se ve todo tan ***
que no se ve una salida.
Os aconsejo que nos sigáis
esta noche por el bosque...
y después os quedéis en mi castillo
y sigáis por allí. No habrá peligro.
Las fresas. Son de la colina.
Nunca las había visto tan grandes.
Mirad qué bien huelen.
- ¿Quieres beber?
- Sí, muchas gracias.
Me parece muy bien lo que
nos propones, pero debo pensarlo.
En todo caso, es bueno llevar
compañía al atravesar el bosque.
Estará lleno de malos espíritus,
fantasmas, demonios y salteadores.
Claro, estaría bien,
pero debo pensarlo.
Desde que Jonas se fue,
tengo yo la responsabilidad.
Sí, pensándolo bien,
he ascendido a director.
Sí, celebremos su ascenso a director
de esta numerosa compañía.
- ¿Queréis unas fresas?
- Este hombre me defendió.
- Sentaos y compartid la comida.
- Jöns el escudero os da las gracias.
- Qué hermosa es la amistad.
- Pero dura poco.
Como todo.
Un día sucede al otro.
Todo tiene su atractivo.
El verano es mejor que el invierno.
En verano hace menos frío.
Pero la primavera es lo mejor.
He escrito una poesía a la primavera.
¿Queréis oírla? Esperad.
Ahora no, Jof.
Quizá a nuestros amigos
no les gusten tus canciones.
- Ya lo creo. Yo escribo algunas.
- ¿Oyes?
Tengo una cancioncilla un poco
picaresca que no habréis oído.
Ni la oiréis ahora.
Algunos no saben apreciar mi arte
y no quiero fastidiar a nadie.
Soy un alma susceptible.
Nos preocupamos
por tantas cosas...
Es mejor no estar solos.
¿No tienes mujer con quien vivir?
- Hace tiempo la tenía.
- ¿Y qué hace ella ahora?
No lo sé.
Al decir eso, qué serio
te has puesto. ¿Tanto la querías?
Estábamos recién casados
y jugábamos juntos.
Cuánto nos divertíamos.
A veces, le cantaba a sus ojos,
a sus cabellos...
a sus orejas,
tan pequeñas y preciosas.
Cazábamos juntos también.
Y, al anochecer, danzábamos,
fuimos muy felices.
¿Quieres más fresas?
La fe es un grave sufrimiento.
Es como amar a alguien
que está fuera, en las tinieblas...
y que no se presenta
por mucho que se le llame.
Sentado aquí, con vosotros, qué
irreales resultan todas esas cosas.
Pierden su importancia.
Ya no estás tan serio,
así estás mejor.
Siempre me acordaré de este día,
me acordaré de esta paz.
De las fresas
y del cuenco de leche.
De vuestros rostros
a esta última luz.
Me acordaré de Mikael, dormidito,
y de Jof con su laúd.
Conservaré el recuerdo
de lo que hemos hablado.
Lo llevaré entre mis manos,
amorosamente...
como se lleva un cuenco
lleno de leche recién ordeñada.
Me bastará este recuerdo...
como una revelación.
Estoy esperándote.
Aquí me tienes.
Perdona si me he retrasado.
Desde que te descubrí el plan de
mi juego, he emprendido la retirada.
- Te toca a ti.
- ¿Por qué te muestras tan animado?
Eso es cosa mía.
Por supuesto.
- Ahora vas a perder el caballo.
- Ya lo tenía perdido.
- ¿Me has engañado?
- Pues sí. Has caído en la trampa.
Jaque al rey.
- ¿De qué te ríes?
- Preocúpate de salvar tu rey.
- Es que te encuentro muy animado.
- Porque el juego es divertido.
Te toca a ti.
Vamos, pronto, tengo prisa.
Sé que tienes mucho
que hacer...
pero no se juega atropelladamente,
éste es un juego lento.
¿Te van a seguir esta noche
los comediantes a través del bosque?
Esos que se llaman Jof y Mia.
Y tienen un niño.
¿Por qué me lo preguntas?
Ya lo sabrás.
- ¿Has visto a Jöns? Debemos irnos.
- Creo que está en la posada.
Válgame Dios,
¿no eres tú el herrero Plog?
- Buenas.
- ¿Qué haces aquí lloriqueando?
Compadécete de mí, soy un
desgraciado que no halla consuelo.
- ¿Lo de tu mujer?
- Sí, no la he encontrado.
La vida es un infierno
con las mujeres y sin ellas.
Así que lo mejor es divertirse
a su costa y no preocuparse más.
- Riñas y bazofia para comer.
- Pañales sucios y protestas.
- Malas caras y siempre pidiendo.
- Y la suegra, pariente del Diablo.
- Y cuando uno se acuesta...
- Otra nueva canción.
Lágrimas, discusiones y berridos
que llegan hasta el cielo.
- "¿Por qué no me das un besito?"
- "¿Por qué no me cantas?"
- "¿Por qué no me mimas como antes?"
- "¿Por qué no miras mi camisón?"
"Sólo me das la espalda
y roncas."
- Qué asco.
- ¿Qué asco?
Ya se ha largado.
Alégrate.
Les romperé los huesos
a martillazos...
les machacaré la cabeza sobre
el yunque como a una nuez...
les meteré en la fragua hasta
que se pongan rojos como ascuas.
¿Ya berreas otra vez?
- Es que yo la quiero.
- Conque ésas tenemos.
Te diré una cosa, tonto.
"Amor" es sólo una palabra bonita...
para decir que felicidad
más felicidad...
es igual a engaños, mentiras,
falsedades y disgustos.
- Pero duele igualmente.
- Sí, también es verdad.
El amor es la más negra peste.
Ojalá se muriese de amor.
- Pero de eso se cura uno.
- No, mi amor no pasa.
Claro, el tuyo también,
como todos.
Y, muy de vez en cuando, muere
de amor una pareja de idiotas.
Si todo es imperfecto en
este mundo imperfecto...
el amor es lo más perfecto
de todo...
precisamente,
por su perfecta imperfección.
Qué suerte.
Tienes una elocuencia como nadie.
Crees en tus propias palabras.
¿Creer? ¿Quién dice que yo creo algo?
Doy buenos consejos.
Si me pides uno, te doy dos.
Piensa que soy un hombre instruido.
Jöns. ¿Podría ir con vosotros
a través del bosque?
Estoy muy solo
y no quiero volver a casa.
Allí todos se ríen de mí.
Bueno, pero no sigas gimoteando,
porque te abandonamos.
Jöns.
Hermanito mío.
Cuidado, Jöns.
Éste es peligroso.
- Vaya, otra vez los lloriqueos.
- Siento haberte hecho daño...
pero este maldito temperamento
mío me pierde.
Anda, dame la mano.
- Ven a mis brazos, hermanito.
- Gracias, si acaso, después.
Ahora tenemos prisa.
Gracias. Gracias.
- Mira. Mira lo que estoy viendo.
- ¿Qué ves?
¿Quién es ésa?
La sale del bosque no es otra...
que Mi Tesoro con ese actor
colgándole del brazo.
Defiéndete.
Mira el herrero estúpido que falta
al respeto a la dama de mis amores.
La bellísima y dulce Kunigunda.
¿Cómo has dicho?
- Kunigunda, ¿o es que estás sordo?
- Kunigunda.
Te llamas Lisa,
la adúltera, astuta, la cochina.
Lisa, la ramera,
la desvergonzada.
Qué hombre más soez.
Puedes decirlo tú,
que has caído en lo más bajo.
Golfa, indecente.
- ¿Cómo se atreve?
- Tú eres un bastardo asqueroso.
Hijo de noventa perras.
El peor engendro de alimaña salvaje.
Si yo estuviese en tu piojoso
pellejo, me daría tanta vergüenza...
que querría librar al mundo
de tu cochambrosa presencia.
- Mucho cuidado, perfumado ma...
- Marrano.
Eso, marrano.
Y no os he dicho nada todavía.
Sois lo más bajo y despreciable
con lo que he tropezado en mi vida.
- Y os mandaré a...
- A hacer títeres.
Sí, en el infierno de los titiriteros
hasta que el Diablo salga huyendo.
Bravo.
Demuestras ser un bárbaro borracho
que no sabe ni conquistar a su mujer.
¿A que te doy una patada...
y no queda de ti ni el rabo?
¿De qué te ríes?
¿No ves que se van a matar?
He visto casos parecidos y os aseguro
que no pasarán de los insultos.
- ¿De veras?
- Ya lo veréis.
Plog, querido Plog
de mi vida.
¿Qué?
- Maridito mío, perdónamelo todo.
- Y ahora, ella empezará a llorar.
Tengo que llorar,
ha sido tan horrible.
Este hombre me ha engañado
miserablemente, ya te lo contaré.
Oye, Kunigunda,
si vamos a decir la verdad...
Y ahora le hablará
de sus guisos favoritos.
Cuando volvamos, verás el puré
de lombardas que te voy a hacer.
Como a ti te gusta,
con su ajito y su cebolla.
¿Verdad, mi amado Plog?
Bueno, pero antes tengo
que matar a este desvergonzado.
Sí, mátalo. Se merece
todo lo malo ese seductor.
- No sabes cómo le odio.
- Dios, ¿por qué nos diste a la mujer?
¿Y sabes? Lleva barbas postizas
y dientes postizos.
Tiene una sonrisa falsa
y es medio amanerado.
Con lo hombre que tú eres.
Herrero Plog.
Te equivocas,
si crees que me defenderé...
de estos ataques
a mi integridad.
Para mí, la muerte no tiene
importancia. Estoy dispuesto.
¿Cómo?
Prepara un ambiente favorable.
Es la mitad de su éxito.
- No te quedes ahí pasmado, mátalo.
- No puedo, si él no me ataca a mí.
Al menos, que me insulte otra vez
para que me enfurezca.
Amigo mío, yo hundo ahora
en mi pecho este puñal...
y mi realidad viviente se tornará
en otra fría, nueva y sólida.
La palpable realidad
de un cadáver.
No seas bárbaro.
Lo que te he dicho no es para tanto.
Yo te perdono, Kunigunda.
Adiós, amigo mío.
Reza, de paso, por mí.
Dios mío, Dios mío.
Yo no pretendía tal cosa.
Y me estaba resultando ya simpático.
Está muerto,
formidablemente muerto.
Nunca había visto
a un comediante tan difunto.
Su historia no podía ser más triste,
pero el pobre lo ha querido así.
Viviré con esta pena.
No pienses en eso,
ya tienes a tu mujercita.
¿Estarás contento?
Amigo Jöns, hablando
con franqueza...
- ¿no crees tú que la vida es un?
- Eso, exacto.
No hace falta que lo digas.
Lo diré. Es un asco.
Lo he demostrado.
Soy un actor eminente.
Ahora buscaré un árbol
al que trepar.
No sea que, después del suicidio,
me maten de veras.
Mañana buscaré a Jof y a Mia...
y nos iremos
a la fiesta de Elsinore.
Y, ahora,
una cancioncilla para mí solo.
Yo soy un pajarillo que
vuela adonde quiere libremente.
Pero, ¿hay leñadores aquí?
¿Y vienen a cortar
precisamente este árbol?
Oye, espantapájaros imbécil,
¿qué vas a hacer con mi árbol?
Lo menos que puedes hacer
es responder cuando se te habla.
Dime quién eres.
Estoy cortando tu árbol,
ya que tu vida se ha terminado.
No puedo morirme ahora.
¿Que no puedes morir?
No, tengo que ir a esa función.
Se ha suspendido.
Suspendida por defunción.
- ¿Y mi contrato?
- Cancelado.
Pero, ¿y mi mujer?
¿Y mis hijos?
¿No te da vergüenza
decir eso?
Sí, tiene razón.
Tiene razón.
Me da mucha vergüenza.
¿Y por qué quieres llevarte
a este pobre actor?
Pero, ¿no te habías suicidado?
¿No hay remedio?
¿Ninguna solución?
Ya asoma
la luna entre las nubes.
Menos mal,
nos alumbrará el camino.
- No me gusta la luna esta noche.
- Qué quietos están los árboles.
No sopla el menor viento.
Como espectro fatídico,
aparece la luna.
Nada se oye.
Ni el aullido del lobo.
Todo es misterio.
Yo presiento hoy...
algo terrible.
¿Adónde os encamináis?
- Vamos a quemarla.
- Sí, ya veo, es la bruja.
¿Por qué lo hacéis de noche?
El pueblo se pierde el espectáculo.
Cállate, por todos los santos.
Ésta lleva el Diablo
a todas partes.
Muy valientes sois
para no temer al Diablo.
Nosotros cumplimos con nuestro
deber, porque la paga es doble.
¿Me oyes?
Dicen que tienes trato
con el Diablo.
¿Por qué hablas conmigo?
No es por curiosidad,
sino por graves razones personales.
Quisiera ver al Diablo.
¿Para qué?
Quiero verle y preguntarle
sobre Dios.
ÉI sabe más que nadie.
Y me revelará.
Puedes verle cuando quieras.
¿Cómo?
Siempre está cerca de nosotras.
Mírame a los ojos.
¿Y bien? ¿Qué ves?
¿No le ves?
Lo único que veo es el horror
que paraliza tus pupilas.
Nada más.
¿No ves a nadie?
¿A nadie?
¿A nadie?
No.
Tal vez se encuentre
a tu espalda.
No.
Tampoco.
Pero si ÉI está siempre conmigo,
hasta los monjes lo han visto.
Basta con que alargue la mano
para sentir la suya.
Ni siquiera el fuego
me hará daño.
- ¿Te lo ha dicho ÉI?
- Yo lo sé.
- ¿Te lo ha dicho ÉI?
- Yo lo sé. Lo sé.
¿No ves el Diablo
en mis pupilas?
Pues el monje y los soldados
lo vieron claramente.
Por eso no se atreven
ni a tocarme.
- ¿Por qué le habéis roto las manos?
- No hemos sido nosotros.
- ¿Pues quién?
- Pregúntaselo a ese monje.
¿Qué le habéis hecho
a esta niña?
¿Acabarás de hacer preguntas?
No.
No acabaré.
Nadie te contestará.
He pensado
en matar al guardia...
pero sería inútil,
está más muerta que viva.
Os he dicho que tuvierais cuidado,
no os acerquéis a ella.
Toma esto.
Te aliviará los dolores.
¿Qué es lo que ve?
¿Puedes decírmelo?
- Ya no siente ningún dolor.
- No me has contestado.
¿Quién la recibirá en el Más Allá?
¿Los ángeles, Dios, el Diablo?
¿O, simplemente, la nada?
- Será la nada.
- La nada no puede ser.
Mira sus ojos.
Su pobre cerebro está viendo
algo terrible.
- Se sumerge en el abismo de la nada.
- No.
Me subleva nuestra impotencia,
vemos lo que ella ve.
Nuestro espanto
es igual al suyo.
Pobre criatura.
No puedo mirarla,
no puedo.
Ella canta bellas canciones
de Jesucristo.
Qué enorme felicidad...
reina en el cielo.
Ya pronto va a amanecer.
Y el nuevo día nos amenaza
como una pesadilla insoportable.
Tengo mucho miedo.
Todos sentimos que nos ocurrirá algo,
pero no sabemos qué es.
- Quizá sea el Juicio Final.
- El Juicio Final.
¿No tenéis un poco de agua?
¿No tenéis un poco de agua?
Tengo la peste.
No pases de ese árbol.
¡Me da miedo morir!
¡No quiero morir!
¡No quiero morir!
¿Es que no os compadecéis de mí?
Socorredme.
¡Habladme, por lo menos!
No se le puede ayudar.
No se le puede ayudar.
Yo sé muy bien
que no se le puede ayudar.
Voy a morir.
Agua. Agua. Agua.
¿Qué me va a pasar?
¿Ni siquiera podéis
darme consuelo?
¿Es que no tenéis compasión?
¿Es que no veis...
que me muero?
Dadme agua.
No serviría de nada.
Absolutamente de nada.
Si le dieras agua,
sería peor.
- ¡Ayudadme!
- Ya pronto dejará de sufrir.
Terminemos ya nuestra partida.
Te toca a ti.
Has perdido la reina.
No lo había visto.
Mia.
- ¿Qué ocurre?
- Veo algo espantoso.
Tanto, que apenas puedo hablar.
- ¿Qué ves?
- AI caballero jugando al ajedrez.
Lo veo, pero no me parece
tan espantoso.
- ¿No ves con quién está?
- Está solo. Y no me asustes más.
No, no juego solo.
- Pues, ¿con quién?
- La Muerte.
Está jugando una partida
de ajedrez con la Muerte.
- No digas eso.
- Debemos intentar escapar.
- Es imposible.
- Hay que intentarlo.
Están absortos en el juego.
Podemos intentarlo sin hacer ruido.
Ahora te toca a ti,
Antonius Block.
¿Has perdido el interés
por la partida?
¿Que he perdido el interés?
Al contrario.
Pareces inquieto.
Algo me ocultas.
¿Crees que no se te escapa nada?
No, nada se me escapa.
Nadie se me escapa.
Es cierto que estoy inquieto.
Estás asustado.
No recuerdo
cómo estaban las piezas.
Yo sí lo recuerdo.
No te escaparás
tan fácilmente.
- Ahora veo algo interesante.
- ¿Qué?
Jaque mate
en la próxima jugada.
Lo sé.
¿Has hecho ya tu buena acción?
Sí, ahora, por fin.
Me alegro.
Te dejo un momento.
La próxima vez que te vea, te llevaré
a ti y los que estén contigo.
¿Y nos revelarás tu misterio?
Yo no tengo nada que revelar.
¿Tú no sabes nada?
Yo no soy nada.
- ¿No ves esa luz tan extraña?
- Es una tormenta en el amanecer.
No, es otra cosa, es algo horrible.
¿No oyes lo que suena en el bosque?
- Es la lluvia.
- No, no es la lluvia.
Es la Muerte, que nos ha visto huir.
Nos persigue y pronto nos alcanzará.
Vamos dentro, Mia.
Vamos.
Está pasando el ángel de la Muerte.
El ángel de la Muerte.
- Y es muy grande.
- Siento frío.
Por otros que volvieron de la
cruzada, supe que volvías a casa.
Y he esperado tu llegada.
Los demás huyeron de la peste.
¿Verdad que aún me reconoces?
Tú también has cambiado.
Pero ahora veo que eres tú.
Todavía veo en tus ojos...
la misma expresión
de aquel hombre joven...
que marchó hace tantos años.
Nunca he olvidado tu entusiasmo
de caballero cruzado.
Aquello pasó.
Y estoy cansado.
¿Te arrepientes
de haberte marchado?
No.
No me arrepiento de nada.
Pero estoy cansado.
Sí, ya lo veo.
Me acompañan mis amigos.
Sean bienvenidos.
Voy a preparar el desayuno.
"Y cuando el cordero
abrió el séptimo sello...
en el cielo
se hizo un silencio...
que duró una media hora.
Y los siete ángeles...
que tenían las siete trompetas...
se dispusieron a tocarlas.
El primer ángel
tocó la trompeta.
Y cayeron granizo y fuego,
mezclados con sangre...
que fueron arrojados
sobre la tierra.
Y la tercera parte de la tierra
se abrasó.
Y la tercera parte
de los árboles se abrasó.
Y toda la hierba verde
se abrasó.
El segundo ángel
tocó la trompeta...
y, como una gran montaña
ardiendo en llamaradas...
fue arrojada al mar...
y la tercera parte del mar
se convirtió en sangre."
¿Quién ha llamado?
Nadie. No se ve a nadie.
"Entonces, el tercer ángel...
tocó la trompeta...
y del cielo cayó
un estrella grande...
ardiendo como una tea.
Y la estrella
tenía por nombre...
Amargura."
Buenos días, noble señor.
Soy Karin,
la esposa del caballero...
y me honro en darte
la bienvenida a mi casa.
Yo soy herrero de oficio.
Y debo reconocer que soy
un buen artesano.
Mi esposa Lisa.
Lisa, haz una reverencia
a tan alto señor.
A veces, es difícil vivir en paz
con ella y hemos tenido roces...
pero no más
que otros matrimonios.
En las tinieblas
te imploramos, Señor.
Oh, Señor,
ten piedad de nosotros...
pues somos pequeños,
ignorantes y tenemos miedo.
En las tinieblas
que confiesas vivir...
en las que, confieso,
vivimos los hombres...
no encontrarás a nadie que escuche
tu angustiosa súplica y se conmueva.
Sécate las lágrimas
y mira el fin con serenidad.
Dios, estés donde estés...
porque ciertamente
tienes que existir...
apiádate de nosotros.
Hubieras gozado más de la vida y
no la eternidad. Pero ya es tarde.
En la hora última...
goza al menos de vivir
en la verdad antes de la nada.
Silencio. Silencio.
Sí, me callaré.
Callaré protestando.
Jof.
Jof.
Mia.
Los veo, Mia.
Los veo.
Sobre ellos,
llega el cielo tormentoso.
Suben juntos el monte.
Van el herrero y Lisa...
el caballero y Raval,
y Jöns y Jonas.
La Muerte severa
los invita a danzar.
Van cogidos de las manos.
Y, bailando,
forman una larga cadena.
Delante va la mismísima Muerte,
con su guadaña y su reloj de arena.
El último es Jonas, lleva
su laúd y camina de espaldas.
Ya marchan todos...
huyendo del amanecer...
en una solemne danza...
hacia la oscuridad.
Mientras,
la lluvia lava sus rostros...
surcados
por la sal de las lágrimas.
Tú siempre con tus visiones.