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"UNA NOCHE EN LA ÓPERA"
-¿El caballero aún no ha llegado?
-No.
Me temo que la cena
se va a echar a perder.
¿Qué más da?
Ya es demasiado tarde para cenar.
Botones, ¿podría ver si está
el Sr. Otis B. Driftwood, por favor?
¡Llamando al Sr. Driftwood!
¡Sr. Driftwood!
Hazme el favor de no gritar
mi nombre por todo el restaurante.
-¿Voy yo por ahí gritando el tuyo?
-¡Sr. Driftwood!
¿Te está cambiando la voz
o me está llamando alguien más?
-¡Sr. Driftwood!
-¡Vaya, Sra. Claypool, hola!
Me había invitado a cenar a las 19:00.
Ya son las 20:00 y de cenar nada.
¿Que no? Acabo de tomar
una de las mayores comidas de mi vida,
y no gracias a usted.
-Llevo aquí sentada desde las 19:00.
-Sí, dándome la espalda.
Cuando ceno con una mujer,
espero que me mire a la cara.
-Es el precio que tiene que pagar.
-Su cuenta, señor.
¿9,40$? ¡Qué abuso!
Yo en su lugar, no pagaría.
-¿Qué vamos a cenar?
-Usted ya ha cenado.
Pues entonces desayunaremos.
-¡Camarero!
-Dígame, señor.
-¿Tiene cordero lechal?
-Sí, señor.
Pues ordéñelo
y tráigame un vaso de leche.
Sí, señor.
Sr. Driftwood, hace tres meses
prometió presentarme en sociedad.
En todo ese tiempo no ha hecho más
que cobrar un generoso salario.
¿Le parece poca cosa? ¿Cuántos hombres
cree que cobran un generoso salario?
Puede contarlos con los dedos
de una mano, mi buena mujer.
-¡Yo no soy su buena mujer!
-No diga eso, Sra. Claypool.
A mí no me importa su pasado.
Para mí, siempre será mi buena mujer,
porque la amo.
Ya ve. No quería decírselo,
pero me lo ha sacado.
La amo.
Es difícil de creer cuando le encuentro
cenando con otra mujer.
¿Esa mujer?
¿Sabe por qué me senté con ella?
Porque me recordaba a usted.
-¿De veras?
-Por supuesto.
Por eso estoy aquí con usted,
porque usted me recuerda a usted.
Sus ojos, su cuello, sus labios...
Toda usted me recuerda a usted,
excepto usted.
¿Cómo se explica eso?
Si es capaz de entenderlo, es buena.
Sr. Driftwood, creo que será mejor
que nos centremos en los negocios.
Cada vez que me pongo romántico
con usted, quiere hablar de negocios.
No sé. Hay algo en mí que hace que salga
el lado comercial de todas las mujeres.
Vale, hablaremos de negocios.
¿Ve a ese hombre comiendo espaguetis?
-No.
-Ve los espaguetis, ¿verdad?
Detrás de los espaguetis
está el mismísimo Herman Gottlieb,
director de
la Compañía de Ópera de N. York.
-¿Me sigue?
-Sí.
¡Pues deje de hacerlo
o haré que la arresten!
He acordado que usted invierta 200.000$
en la Compañía de Ópera de N. York.
No entiendo.
¿No lo ve? Será una mecenas de la ópera.
Entrará en sociedad.
Puede casarse conmigo
y la echarán de la sociedad,
y lo único que habrá perdido
serán 200.000$.
Gottlieb. Permítame.
Sra. Claypool, el Sr. Gottlieb.
Estaría toda la noche,
pero se me rompen los tirantes.
¿Dónde estaba yo?
¿Qué está haciendo?
Si ustedes cuatro quieren jugar al bridge,
por mí no se preocupen, adelante.
Sra. Claypool, qué alegría.
Sólo quería comprobar
si seguían ahí sus anillos.
Su simpatía es sólo comparable
con su hermosura.
Me temo que ya ha usado
antes ese discurso, Sr. Gottlieb.
Escuche, Gottlieb,
cortejar a la Sra. Claypool es tarea mía.
Lo suyo es sacarle 200.000$.
Haga que suene plausible,
porque por increíble que parezca,
la Sra. Claypool
no es tan boba como parece.
Buen cortejo, ¿no creen?
Creo que los europeos lo hacen mejor.
De acuerdo, Gottlieb, le toca.
Pruebe usted con ella...
y nada de obscenidades.
Sra. Claypool,
es muy generosa al ayudarnos.
Seguro que ha oído hablar
de Rodolfo Lassparri.
-Claro.
-Es el mejor tenor desde Caruso.
Esta noche, con el dinero
que proporciona tan generosamente,
contrataré a Lassparri
para la Compañía de la Ópera.
Será toda una sensación.
Toda Nueva York se postrará a sus pies.
Y aún sobrará sitio.
Y ahora, la ópera nos espera.
Si me conceden el honor
de ocupar mi palco.
Con mucho gusto.
-¿Y usted, Sr. Driftwood?
-Yo iré más tarde.
Escuche, Gottlieb, nada de cortejarla,
que yo la vi primero.
Claro que primero la vio su madre, pero
¿para que remontarnos a la Guerra Civil?
¿Qué haces con mi traje?
Quítatelo inmediatamente, ¿me oyes?
En seguida.
Vaya...
Quítatelo.
Quítate ese vestido, ¿me oyes?
Mudo idiota.
¡Haz lo que digo o te rompo el pescuezo!
¿Me oyes? Quítate ese vestido.
¡Como te atrape,
vas a saber lo que es bueno!
¡Ya no eres mi ayudante de camerino,
quedas despedido! ¡Fuera!
Largo, ¿me oyes? Vete ya.
Y no vuelvas a entrar nunca más.
No te preocupes.
Ha sido una suerte librarte de él.
-Buenas, Rosa.
-Buenas noches, signore.
Tomasso, ¿por qué no entras?
Te estaba esperando.
¿No son hermosas, signorina?
Las envía el Signor Lassparri.
No me las pondría
aunque fueran las únicas flores del mundo.
-¡Adelante!
-No si usas ese tono.
Vamos a volver intentarlo,
pero esta vez procura ser más cordial.
-Adelante.
-Mucho mejor. Vamos a probar otra vez.
No, Ricky. Eres un tonto.
-¿Para qué querías verme?
-¿Se supone que te he pedido que vengas?
Ésa era tu intención, ¿verdad, Marie?
Es la última noche de la temporada
y estoy más enamorado de ti que nunca.
-¿Qué piensas hacer al respecto?
-Tenemos todo el verano para hablarlo.
-Esta noche, tenemos que cantar.
-Tú tienes que cantar.
-Yo no soy más que un pobre corista.
-No digas eso.
Tengo que decirlo.
Hay otra cosa que quiero decir.
¿Qué vas a hacer esta noche
si ese Lassparri no te ha invitado ya?
-Ya me ha invitado.
-Qué mala suerte.
Pero voy a ir a cenar contigo, Riccardo.
¡Hurra! Tendremos champán,
música, flores...
"De Lassparri."
Nada de flores.
-¡Fiorello!
-¡Tony!
-¿Dónde has estado todas estas semanas?
-Aquí, allí, en muchas partes.
-¿Tienes correo para mí?
-¿Correo para ti? Tú no trabajas aquí.
¿Adónde van a enviármelo?
No trabajo en ninguna parte.
¡Tomasso!
No tanto. No estés tan contento.
Te he comprado un regalo.
¿Tú también tienes algo para mí?
¿Qué tienes?
¿Dónde está Riccardo? Está bien.
¿Qué haces aquí?
Creía que trabajabas con el circo.
¿El circo?
¿Cuándo he trabajado yo en eso?
Casi se me había olvidado.
Hace tanto tiempo, la semana pasada.
Desde entonces
he tenido muchos trabajos.
Tu piano y mi voz.
Todos esos años que estudiamos
en el conservatorio y todo, ¿para qué?
¿Qué te pasa? Aún somos jóvenes.
Tenemos salud.
¿Oyes eso? Algún día, Riccardo,
estarás donde está ahora Lassparri.
Cuando tú tenías seis años,
ya cantabas mejor que Lassparri.
Tal vez cantara mejor
a los seis años que ahora.
Me pones enfermo. Estás loco.
Cantas mejor de lo que pueda cantar él
y lo sabes.
Lo sabemos tú y yo, pero el público no.
-De acuerdo. Se lo diremos al público.
-¿Cómo?
Lo que necesitas es un agente.
Un tío que sea muy listo.
-Conozco al hombre que necesitas.
-¿Sí? ¿Quién es?
¡Yo!
-Pero no ganarías dinero con eso.
-Comido por servido.
Mientras no pierda nada.
-¿Ha terminado ya la ópera?
-Aún no, signore, en unos minutos.
Ya le dije que no fuera tan deprisa.
Por su culpa, casi escucho la ópera.
Una vuelta más al parque, y despacio.
Y nada de refunfuñar.
¿Aún sigues loco por ella?
¿Y ella también por ti?
Aunque así fuera,
no puedo pedirle que nos casemos.
No te preocupes.
El agente, él lo arreglará todo.
Estamos juntos de nuevo,
-tú y yo, como en los viejos tiempos.
-Como en los viejos tiempos.
Sí, no lo dudes.
Usted me perdonará, Sra. Claypool,
pero el Sr. Driftwood no parece la persona
adecuada para llevar sus negocios.
-Empiezo a pensar lo mismo.
-¡Bravo!
Lo conseguí.
¿Cuándo van a levantar el telón?
El telón volverá a alzarse
la próxima temporada.
-Se ha perdido toda la ópera.
-Sólo por unos minutos.
¿Entonces me puedo ir?
¿Tenía razón? ¿No es Lassparri
el mejor tenor del mundo?
Es soberbio,
pero ¿cuánto habría que pagarle?
¿Qué más da?
Debe embarcar con nosotros mañana
cobre lo que cobre.
-Costará unos 1.000$ por noche.
-¿Cuánto?
-¿Qué hace?
-¿Que qué hace? Canta.
¿Van a pagarle 1.000$ por noche
sólo por cantar?
Por 75 centavos pueden comprar
unos discos que quitan el sentido.
Por 1,25$ hasta a la cantante.
Si me disculpa, Sra. Claypool,
creo que lo mejor sería
ver a Lassparri inmediatamente.
-¿Le parece bien 1.000$ por noche?
-Lo que usted crea.
1.000$. Tengo que sacar tajada de esto
de algún modo.
Espere. ¿Por qué no lo contrato yo?
Represento a la Sra. Claypool.
Y yo a la Compañía de Ópera
de Nueva York.
¿Acomodador? ¿Puedes darle mi tarjeta
al Signor Lassparri?
¿Qué es eso? ¿Qué quieres?
¿Puedo verle? - HERMAN GOTTLIEB
-Rosa.
-¿Sí, signore?
Mi buen amigo Herman Gottlieb
va a venir a verme.
¿Le gustaría cenar con nosotros?
Lo siento mucho, Signor Lassparri,
pero ya tengo otro compromiso.
Ya entiendo.
Es una pena, porque creo...
que me va a contratar
para cantar en Nueva York.
Y tal vez me permita elegir
a mi prima donna.
¿Está segura
de que no puede romper su compromiso?
Lo siento mucho, signore.
¿Cómo has podido humillarme
delante de toda esa gente?
Estás despedido, ¿lo entiendes?
Eh, matón,
¿por qué golpea a ese pobre muchacho?
¿Le importa no meterse en mis asuntos?
Largo. ¿Qué tiene usted que decirme?
¿Puede dormir boca abajo con
esos botones tan grandes en el pijama?
Imbécil...
Buen trabajo, le has dejado K.O.
Un frasco de sales. Eso le reanimará.
¿Estás arrepentido de lo que has hecho?
Eso demuestra tu buen corazón.
Ya vuelve en sí. En seguida estará bien.
-Haciéndote el chulito conmigo, ¿eh?
-¿Qué tal?
-Hola.
-¿Qué pasa, señor?
Una discusión. Él sacó un cuchillo,
así que le pegué un tiro.
-¿Le importa si yo...?
-Adelante. Hay sitio de sobra.
-Camarero, dos cervezas.
-Otras dos para mí.
Parece que las cosas van mejor en el país.
No sé. Aquí soy extranjero.
Volví aquí buscando a alguien.
Usted no sabe quién es, ¿verdad?
Es curioso, se me acaba de olvidar.
Ya lo sé. El tenor más grande del mundo.
A ése es al que busco.
-Vaya, yo soy su agente.
-¿Agente de quién?
Del tenor más grande del mundo.
-¿El tío que canta en la ópera de aquí?
-Claro.
¿Cómo se llama?
¿Qué más da? No sé pronunciarlo.
¿Qué quiere de él?
Quiero contratarlo
para la Compañía de Ópera de Nueva York.
¿Sabe que América está esperando
oírle cantar?
Canta alto, pero no tanto.
Creo que intentaré que América
se acerque un poco para acá.
¿Podría embarcar mañana?
Si paga bastante, podría embarcar ayer.
¿Cuánto le va a pagar?
No sé. Veamos, 1.000$ por noche.
Una comisioncita para mí.
-¿Qué tal 10$ por noche?
-¿10$?
Trato hecho.
Vale, pero recuerde que cobro
el 10% por hacer el negocio.
Sí, y yo el 10% por ser el agente.
¿Cuánto queda con eso?
Bueno, eso le deja 8$.
-Envía 5$ a su madre.
-Le quedan 3$.
¿Puede vivir en Nueva York con 3$?
Como un príncipe.
Claro que no podrá comer,
pero vivirá como un príncipe.
Sin embargo,
de esos 3$ tendrá que pagar impuestos.
Sí, el impuesto federal,
el estatal, el municipal,
el de bienes inmuebles
y el de alcantarillado.
¿En cuánto se le quedará la cosa?
Si no canta muchas veces,
puede salir comido por servido.
-Está bien, aceptamos.
-Vale, bien.
Aquí tengo los contratos.
Ponga el nombre del cantante
en la parte superior y firme abajo.
No es necesario que lo lea
porque son duplicados.
Sí, es un duplicado.
-¿Duplicados?
-Eso he dicho, duplicados.
-¿No sabe lo que son duplicados?
-Sí, esos cinco niños de Canadá.
No sabía nada de eso.
Hace años que no voy a Canadá.
Venga, léalo.
-¿Qué dice?
-Léalo y lo verá.
-Léalo usted.
-De acuerdo, se lo leeré.
-¿Ha oído?
-No, aún no he oído nada.
-¿Ha dicho algo?
-Nada que merezca la pena oír.
Por eso no oí nada.
Por eso no he dicho nada.
-¿Sabe leer?
-Sé leer, pero no lo veo.
Parece que se me desenfoca.
Si tuviera los brazos un poco más largos,
lo leería.
No tendrá un mono en el bolsillo, ¿verdad?
Ya. Ahora ya lo tengo.
Preste mucha atención a la primera
cláusula, porque es muy importante.
Dice: "La parte contratante de
la primera parte será considerada como...
"la parte contratante de la primera parte".
¿Qué le parece eso? Está genial, ¿eh?
No, no sirve para nada.
-¿Qué le pasa?
-No lo sé. Oigámosla otra vez.
"La parte contratante de la 1ª parte
será considerada como...
"la parte contratante de la 1ª parte."
Esta vez suena un poco mejor.
Se va acostumbrado.
¿Quiere oírla una vez más?
Sólo la primera parte.
¿"La parte contratante de la 1ª parte"?
No. La parte de
"la parte contratante de la 1ª parte."
Dice: "La parte contratante de la 1ª parte...
"será considerada como
la parte contratante de la 1ª parte...
"Será considerada en el contrato..."
¿Por qué vamos a discutir por esto?
La quitamos.
Sí, además es demasiado larga.
¿Qué es lo que nos queda ahora?
A mí me queda casi medio metro.
Dice: "La parte contratante de
la 2ª parte será considerada como...
"la parte contratante de la 2ª parte."
No sé qué decirle.
-¿Qué le pasa a eso?
-Nunca segundas partes fueron buenas.
Debería haber venido a mi primera fiesta.
No acabó hasta las 4:00 de la mañana.
La cogorza me duró tres días.
¿Por qué no la 1ª parte
de la parte contratante de...
la 2ª parte es la segunda parte
de la primera? Es la clave.
Mire, en vez de volver otra vez a eso,
¿qué me dice si...?
Bien.
Ahí tengo algo que le va a gustar.
Le va a encantar.
No. No me gusta.
-¿Qué no le gusta?
-Sea lo que sea, no me gusta.
No vamos a romper una vieja amistad
por una cosa así. ¿Listo?
Listo.
Creo que la próxima parte
no le va a gustar.
Su palabra es suficiente para mí.
¿Es la mía suficiente para usted?
-Desde luego que no.
-Eso quita dos cláusulas más.
-"La parte contratante de la 8ª parte..."
-No, de eso nada.
-"La parte contratante de la 9ª..."
-No, eso tampoco.
¿Cómo es que mi contrato
es más pequeño que el suyo?
No sé, seguramente será
porque usted es más chico que yo.
-Ya estamos de acuerdo, ¿verdad?
-Sí.
Estampe su firma ahí abajo
y el contrato será legal.
Se me olvidó decírselo, no sé escribir.
No pasa nada,
la pluma tampoco tiene tinta.
-Pero es un contrato, ¿no?
-Claro.
Tenemos un contrato,
por muy pequeño que sea.
Espere. ¿Qué dice aquí?
¿Eso? Es una cláusula habitual.
Está en todos los contratos.
Sólo dice: "Si alguna de las partes...
"firmantes de este contrato...
"no está en uso
de sus facultades mentales,
"todo el contrato quedará anulado".
No sé.
No pasa nada. Está en todos los contratos.
Es lo que llaman una cláusula de cordura.
No me engaña.
Las corderas no son de clausura.
Se ha ganado el clavel blanco.
-Se lo daré a Riccardo.
-...sensación en Nueva York.
¿Puede decirme
dónde está el Signor Lassparri?
Claro. Ése es Lassparri.
¿Lassparri? ¿Entonces
a quién he contratado?
Ha contratado a Riccardo Baroni.
Mi representado.
Signor Lassparri, ¿qué ha pasado?
Hábleme. Soy yo, Gottlieb.
¿Qué es esto?
¡Qué pronto madura la fruta este año!
SALIDA HOY - S.S. AMERICUS
PASAJEROS DE PRIMERA CLASE POR AHÍ
-¿Seguro que lo tiene todo, Otis?
-De momento nadie se ha quejado.
Aquí estás,
camino de América y de la fama.
Riccardo, voy a echarte de menos.
¿Cómo te crees que estoy yo?
Señorita Castaldi, ¿lista para el gran viaje?
Sr. Gottlieb. Éste es Riccardo Baroni,
de la Compañía de Ópera.
-Encantado.
-¿Ha dicho usted Baroni?
¿Tan gracioso le resulta?
El Sr. Otis B. Driftwood opina
que usted tiene una gran voz.
Y la tiene, Sr. Gottlieb, de veras,
una voz maravillosa.
-Sí,
-Qué interesante.
-Vamos, Riccardo.
-No, gracias.
¡Vamos, Ricky!
-Signor Lassparri.
-¿Sí?
-¿Podría cantar una canción de despedida?
-¡Por favor!
¡Vamos!
Mis queridos amigos,
lo siento, tendrán que disculparme,
pero tengo un poco de laringitis.
-¿Dónde está Rosa?
-¡Sí, Rosa!
¿Por qué tendría que cantar para ellos
si no me pagan?
-Por favor, cante.
-No.
Sí, claro que cantaré.
Sr. Gottlieb.
¿No tiene una voz maravillosa?
Debe de haber sitio para él en Nueva York.
No tiene mala voz.
Algún día, tal vez,
cuando se haya hecho una reputación.
¡Todos los visitantes a tierra!
¡Rosa!
Hemos venido a despedirnos.
Vale. Adiós. Arrivederci.
¡Vamos!
-Bueno, retirad la pasarela.
-Sí, señor.
¿Tengo tiempo
para pagar la factura del hotel?
-Lo siento. Ya es tarde.
-Me viene de perlas.
Eso es mío. ¿Robando baúles?
-¿Adónde va con eso?
-Al camarote 58, señor.
¿El 58? Ése es el mío. Vamos.
¿Qué cree que hace? ¿No ve por dónde va?
Lo siento, señor.
¿Que le perdone? Mire ese guardabarros.
Está todo abollado.
Tendrá que pagarlo, buen hombre.
Déjeme ver su número.
¿Treinta y dos? ¿Está asegurado?
-¿Qué?
-¿Está asegurado?
-No, señor.
-Es justo el hombre que quería ver.
Tengo una póliza que le protege
contra cualquier accidente.
Si pierde una pierna, se la encontramos.
Y sólo le costará...
¿Qué tiene ahí? 1$. Aquí tiene.
Deuda - 540,00$ - Enviar
En marcha.
Camarote 58,
y no pase de 30 kilómetros por hora.
¿Eran tres tíos o un tío con tres barbas?
Hola Gottlieb, siempre enredando.
Espere un momento.
¿Hay algo que pueda hacer?
-Tengo algo de morriña.
-Qué casualidad.
Tengo el mejor remedio para eso
que haya visto.
Me lo dio un tipo
justo antes de zarpar el barco.
Tome la receta, y tómela cada dos horas.
Cariño - Te quiero - Riccardo
Voy a ver si encuentro otra receta.
-Hola, encanto.
-Hola.
-Vaya un camarote más lujoso.
-¿Le gusta?
Dos camas. ¡Qué picarona!
-Una es un sofá cama.
-Vamos, que no nací ayer.
¿Ha leído algo bueno últimamente?
Sr. Driftwood,
haga el favor de levantarse de la cama.
-¿Qué diría la gente?
-Que es usted una mujer afortunada.
¿Quiere callarse
para que pueda seguir leyendo?
No, no quiero callarme.
¿Quiere levantarse de ahí ya?
De acuerdo, me iré. Le propongo otra cosa.
Vamos a mi camarote
y debatimos la situación.
-¿Qué situación?
-¿Qué situaciones tiene?
-No pienso ir a su camarote.
-Vale. Entonces me quedaré aquí.
Está bien.
Iré, pero váyase de aquí.
¿Digamos dentro de 10 minutos?
Sí, dentro de 10 minutos.
Lo que quiera, pero largo.
Porque si no está dentro de 10 minutos,
yo volveré dentro de 11.
Con zapatos que hagan mucho ruido.
-Espere. Éste no puede ser mi camarote.
-Sí, señor.
Camarote 58, señor.
¿Cincuenta y ocho? Qué número
más grande para una jaula tan pequeña.
¿No sería más fácil
meter el camarote en el baúl?
Oiga, ¿quién es el responsable
de que me hayan asignado este cuchitril?
Lo eligió el Sr. Gottlieb, señor.
¿Gottlieb? Qué amable de su parte.
Muy amable.
¿Eligió todo o sólo el ojo de buey?
-Seguro que será muy acogedor.
-Yo no lo llamaría acogedor.
¿Alguna otra cosa, señor?
Sí. Venga mañana a quitar el baúl
y entraré yo.
Sí, señor.
-Hola, jefe. ¿Qué hace usted aquí?
-Hola.
Ya tenemos el viaje perfecto.
-Perdonen. Pensé que éste era mi baúl.
-Y es su baúl.
No recuerdo haberlos metido dentro.
¿Se acuerda de Riccardo Baroni,
el mejor tenor del mundo?
Casi le contrata una vez.
Sí. Acabo de entregar una carta suya.
¿Cómo está?
-Bien. Sólo un poco estrecho.
-Aún estamos en el puerto.
En cuanto estemos en alta mar,
habrá mucho sitio.
-¿Esa camisa es mía?
-No sé. La he encontrado en el baúl.
Entonces no es mía.
Me alegro de volver a verles,
pero esperaba mi otro traje. ¿Lo han visto?
Sí, pero como ocupaba mucho sitio,
lo vendimos.
-¿Les dieron algo por él?
-1,40$.
Era el mío. Qué suerte
que dejé otra camisa en este cajón.
No puede ser mi camisa. La mía no ronca.
No le despierte. Tiene insomnio.
Se lo está curando durmiendo.
Es el objeto más horripilante
que he visto en mi vida.
Sáquenlo de ahí.
Tiene el sueño muy profundo.
Desearía que me explicaran este embrollo.
Es muy sencillo.
Verá, Riccardo está enamorado de Rosa.
Rosa se va a Nueva York.
Nosotros también queremos ir.
Como no hay dinero,
nos escondimos en el baúl.
¿Qué van a hacer en Nueva York
sin dinero?
Sé cantar. Debe de haber trabajo para mí.
Además, podré estar junto a Rosa,
es lo principal.
No nos va a denunciar, ¿verdad?
No, pero tienen que salir de aquí.
Tengo una cita con una dama
dentro de poco...
y ya saben el dicho:
"Dos son compañía, cinco multitud".
Vale, pero queremos algo de comer.
No hemos comido y tenemos hambre.
Ya hablaremos de la cuestión alimenticia.
Si no nos da comida, no nos vamos.
Sé que no debería haberlos conocido.
Vale, pero se largarán de aquí
en cuanto coman.
-De acuerdo.
-Iré a buscar al camarero.
Estén calladitos.
Recuerden que son polizones.
-No diremos ni pío.
-Vale.
Pongan aquí a ese saco de patatas.
¿No sería más fácil rellenarlo?
-No es una aceituna.
-Iré a buscar al camarero.
¿Es la puerta del camarote
o estoy en el baúl?
Por aquí.
Silencio ahora. No hagan ruido.
-No diremos ni pío.
-Voy a buscar al camarero.
¡Camarero!
-¡Camarero!
-Diga, señor.
-Camarero...
-Sí, señor.
-¿Qué hay para cenar?
-Lo que quiera.
Zumo de tomate, zumo de naranja,
zumo de uva, zumo de piña...
No me digas tantos, que rezumo.
Bueno, tráeme uno de cada.
Y dos huevos fritos, dos escalfados,
dos revueltos y dos pasados por agua.
Y también dos huevos duros.
Y también dos huevos duros.
Que sean tres.
Y rosbif: uno crudo, otro normal,
otro muy hecho y otro quemado.
Y también dos huevos duros.
Que sean tres.
Y ocho pasteles.
-Con dos huevos duros.
-Y también dos huevos duros.
Que sean tres.
Uno de ellos, de oca.
-¿Tienes bizcochos borrachos?
-Sí, señor.
Pues dales café solo y se les pasará.
Y también dos huevos duros.
O hace niebla
o tienes que traer una docena más.
Date prisa. Cuanto antes vengas,
antes se terminará esta convención.
Sí, señor.
-¿Se admiten propinas a bordo?
-¡Sí, señor!
-¿Tienes dos billetes de cinco?
-Sí, señor.
Entonces no necesitas
los 10 centavos que te iba a dar.
Qué bien. Si ese camarero es sordomudo,
-no sabrá que están aquí.
-No pasa nada.
-¿Sí?
-Venimos a arreglar el camarote.
-¿Son mis huevos duros?
-No lo sé hasta que entren en el camarote.
Vamos, chicas. No se hagan ilusiones.
Deprisa, que tienen que irse
dentro de 10 minutos.
Tomasso. Despierta. Van a hacer la cama.
Pónganme dos almohadas en la cama.
Creo que hay un malentendido.
Las chicas tienen que trabajar rápido,
no tu amigo.
Sigue dormido.
Sabe más ése dormido que yo despierto.
Sí, siempre duerme así.
-Ahora está medio dormido.
-Medio dormido y medio pillando cacho.
-Vamos.
-¿Sí?
Soy el técnico.
Vengo a apagar la calefacción.
Puede empezar por apagar a ése.
Despierta, Tomasso.
Tomasso, vamos a comer.
Si no fuera por Gottlieb,
no tendría este camarote.
Sosténgalo un momento.
-¿Sí?
-¿Quería usted manicura?
No, pero pase.
No lo tenía previsto, pero en un viaje así...
debes tener
todas las comodidades que puedas.
Oiga, soy yo el de la manicura.
Salga de aquí, ¿quiere?
¿Quiere usted las uñas largas o cortas?
Déjelas cortas,
que aquí ya va faltando sitio.
No sé.
No me imaginaba que la travesía fuera así.
Yo siempre me veía en un butacón
con un camarero trayéndome caldo.
Vamos, Riccardo.
Aquí como no metieran el caldo
por el ojo de la cerradura.
Soy el ayudante del técnico.
Tenía el presentimiento
de que iba a aparecer.
El técnico está en esa esquina.
Puede abrirse paso con el martillo.
¿Es mi imaginación
o esto se está llenando?
Yo tengo mucho sitio.
-¿Sí?
-¿Está aquí mi tía Minnie?
Pase y mire a ver si quiere.
Si no está ella,
a lo mejor hay alguien que se le parezca.
-¿Podría usar su teléfono?
-¿Usar el teléfono?
-Apuesto a que no puede ni entrar.
-¿Cómo está usted?
Antes de que llegue al teléfono,
habremos atracado en Nueva York.
Vengo a pasar la fregona.
Justo lo que estaba buscando. Adelante.
Tendrá que empezar por el techo,
el único sitio que aún no está ocupado.
-Puede limpiarme los zapatos si quiere.
-Operadora.
Dígale a su tía Minnie
que nos mande un camarote más grande.
-Camarero.
-Adelante.
-¡La comida!
-Llevamos esperándoles toda la tarde.
¡Póngame con mi tía Minnie!
Damas y caballeros,
es un gran honor darles a todos
la bienvenida en la última noche del viaje.
No puedo dejar pasar la ocasión...
sin rendir un pequeño homenaje
a nuestros huéspedes de honor:
los tres mejores aviadores del mundo.
Los tres mejores aviadores del mundo,
pero viajan en barco.
Nos honran con su presencia, caballeros.
-Gracias.
-Gracias, capitán.
-¿Baila la rumba?
-Sí. Claro que sí.
Conmigo no sea tan rumbosa.
Mi esposó pasó a mejor vida
hace tres años.
-Y la dejó sola.
-Completamente sola.
Con 8 millones de dólares.
8 millones de dólares.
Gottlieb, pierde usted el tiempo.
Si la Sra. Claypool quiere un cazafortunas,
me tiene a mí.
¿Cazafortunas?
A mí no se me puede llamar cazafortunas.
Porque cuando le pedí la mano,
pensé que sólo tenía 7 millones.
El otro millón nunca afectó
a mis sentimientos hacia ella.
Si tuviera sentimientos hacia mí,
dejaría de juntarse con esa chusma
con la que le he visto.
¿Se refiere a Gottlieb?
Me refiero a esos dos groseros
con los que andaba en la ópera.
Me alegra que no se encuentren a bordo.
-¿Se han caído al mar?
-Siéntese.
Vamos, encontraremos algo de comida.
¿Crees que es prudente?
Si nos pillan, nos deportarán.
¿Qué perdemos?
Si nos deportan, nos darán de comer.
Vamos, correremos el riesgo.
¿No significa nada
que yo sea el mejor tenor del mundo?
-Pero me encanta oírle cantar, Rodolfo.
-No.
Pongámoslo así. La amo.
La adoro. Daría la vida por usted.
-¿Lo entiende ahora?
-Me temo que no.
Todo es muy sencillo.
Cuando dice que es el mejor tenor,
quiere decir que la ama.
Yo no me creo ninguna de las dos cosas.
Puede que no vaya tan descaminado.
Le voy a hacer una confidencia.
El único tenor que he podido soportar
era un muchacho llamado...
Riccardo Baroni.
-¿Ha oído hablar de él?
-Riccardo.
Me pregunto dónde andará ahora.
Probablemente estará por el campo.
A Riccardo le encantaba el aire libre.
No soportaba estar encerrado.
Sigue sin gustarle.
Tomasso, ¿te encuentras mejor ahora?
Y tú, Riccardo, ¿cómo te encuentras?
¿Tras un banquete así? Genial.
Podría cantar.
Ése es el espíritu.
¡Alto! ¡Apártense de esos instrumentos!
-¿Qué hacen?
-Por favor, déjeles tocar.
Déjeles tocar.
Por mí, bien. Que toquen.
Ésos no pueden ser pasajeros del barco.
-Deben de ser polizones.
-¿Polizones? Pronto lo averiguaremos.
SALA DE ARRESTO
¿Estás loco?
Ya la tienes. Bien. Ve tu primero
y comprueba que no haya peligro.
Vamos. Sujétala. Fuera.
Tú estás bien, es el barco el que está lejos.
¿Qué está haciendo ahora?
Creo que se está ahorcando.
BIENVENIDOS, HÉROES DEL AIRE
-Caballeros, tengo el gran placer de...
-Alto.
Nuestros huéspedes me han pedido
que les represente y haga de intérprete.
Si me siguen, les llevaré a su camarote.
Si aún siguen ahí,
muy pocos saldremos con vida.
Perdonen. Nuestros huéspedes
están desayunando.
Ahora salen.
Caballeros.
-"Estimados amigos..."
-Deme eso. Al grano.
La cosa es muy sencilla.
Irán al ayuntamiento.
El alcalde dará otro discurso.
Podemos romperlo también
cuando lleguemos.
Así que, amigos,
como alcalde de esta gran ciudad,
me honra invitar
a nuestros distinguidos visitantes...
a que nos cuenten algo
sobre su gran proeza.
¿Qué tengo que decir?
-Diles que no estás aquí.
-¿Y si no me creen?
Te creerán cuando empieces a hablar.
Amigos...
Hable deprisa.
Veo un hombre con una soga.
Cómo llegamos a América es
una gran historia, pero no voy a narrarla.
Cuando emprendimos el viaje,
no teníamos ni idea
de este gran recibimiento.
No lo merecemos.
Cuando digo que no lo merecemos,
créanme, sé de lo que hablo.
Menuda novedad.
Ahora les contaré
cómo llegamos a América.
La primera vez nos quedamos sin gasolina
a medio camino.
Tuvimos que volver.
Entonces cargamos el doble de gasolina.
Esta vez,
nos quedaba un metro para aterrizar...
cuando, qué les parece,
se agotó de nuevo la gasolina.
Regresamos a por más combustible.
Esta vez,
llevábamos suficiente combustible.
Íbamos a medio camino
y ¿qué creen que pasó?
Se nos había olvidado el avión.
Así que nos sentamos a deliberar.
Entonces tuve la gran idea...
de no llevar gasolina. De no llevar avión.
Cogimos un barco.
Y así, amigos,
es cómo atravesamos el océano en avión.
Voy preparando su fianza.
Os habla de nuevo el alcalde.
Y ahora tengo el gusto de presentarles
a otro de nuestros héroes,
que les contará algo de sus proezas.
Por supuesto.
Ahora sí que estamos listos.
Le sugiero que su discurso
sea más directo que el de su hermano.
¿Qué me da si le quemo la barba?
Mientras no se acabe el agua,
la cosa va bien.
Por favor, el discurso.
Van a tener que construirle un embalse
en la espalda.
Creo que estos tipos son unos farsantes.
-¿Qué es lo que ha dicho?
-Ya me ha oído.
¿Ha oído lo que dicen?
En su vida han sido tan insultados
y se niegan a quedarse.
No, por favor.
Dígales que ha sido un malentendido.
Esto significa la guerra.
Mire lo que ha hecho.
Lo siento. Lo lamento mucho.
Lo lamento,
espero que no se haya ofendido.
¡Vamos! ¡Tras él!
Venga, a por él.
¡LOS TRES POLIZONES
QUE ENGAÑARON AL AYUNTAMIENTO!
¿Por qué canta? Lea esto.
¿Qué piensa hacer?
Lo primero, echar de aquí a esos
dos gorilas, y eso va también por usted.
Creía que me había librado de ellos
cuando vendí el baúl.
Nenes, vamos, que se enfría.
El desayuno.
-Buenos días.
-Vaya, tengo hambre.
Lea eso y se le quitará el apetito.
No. Eso me da más hambre.
Vamos. Va a llegar tarde a la cárcel.
Pues sí que han durado poco.
No había previsto un desayuno así.
Ya me estoy hartando de ustedes.
-No me gustan.
-No.
Sé cuando estoy lleno...
Espere. Me ha costado una pasta.
Y encima tengo que fumármelos
sin comérmelos.
Suelta.
Menos mal que no he traído chaleco.
Se me olvidó decirle
que se lo comió de postre anoche.
Es mitad cabra.
Está usted insultando a las cabras.
Juraría que tenía otro puro.
Va a oler como una ensalada
cuando termine todo eso.
Llevo toda la mañana
esperando el desayuno,
para que luego acabe así.
-Póngame un litro.
-A mí también un poco.
¿Por qué no son amables?
Váyanse de aquí antes de que me arresten.
Prefiero quedarme a ver cómo acaba.
¿Quién es?
Si es la policía, vuelva a llamar.
-A mí me basta.
-Fuera, largo.
Adelante.
-¿Sí?
-Se acuerda de mí.
Soy Henderson, policía de paisano.
Pues paisano mío seguro que no es.
-Bonito sitio.
-Es cómodo.
¿Vive usted solo?
Sí. Yo y mis recuerdos.
-Soy prácticamente un ermitaño.
-Un ermitaño.
La mesa está lista para cuatro.
¿Y qué?
Mi alarma está puesta para las ocho.
Eso no demuestra nada.
Qué listillo.
Voy a echar un vistazo.
-Eh, usted.
-Voy.
¿Qué hace un ermitaño con cuatro camas?
-¿Ve esas tres primeras camas?
-Sí.
Anoche conté hasta 5.000 ovejitas
en ellas y nada.
Así que tuve que traer otra.
No querrá
que duerma con las ovejitas, ¿verdad?
-¿Con quién habla?
-Hablaba conmigo mismo.
No hay nada que hacer.
-Ya me han visto tres médicos.
-Estoy seguro de haber oído a alguien.
-Se equivoca de cabo a rabo.
-¿Qué es esto?
La escalera de incendios.
Eso es una mesa. Esto es una habitación.
Y eso la puerta de salida.
Le rogaría que la usara.
-Quiero estar solo.
-Estará solo cuando le meta en la cárcel.
No me venga con cuentos, Henderson.
Cuidado. Viene por la otra puerta.
Dentro, deprisa.
Si les pilla, van directos a la trena.
No dejen que les coja.
-¡Eh, usted!
-Voy.
¿Qué ha pasado con la cuarta cama?
¿A qué se refiere, coronel?
La última vez que estuve aquí
había cuatro camas.
Por favor. Su vida privada
no me interesa, Henderson.
Oiga, ¿qué hace esa cama aquí?
No veo que esté haciendo nada.
Aquí pasa algo muy raro,
pero llegaré al fondo de la cuestión.
Por las escaleras.
¡Cuidado!
-Ten cuidado.
-¡Eh, usted!
Voy.
¿Estoy loco o sólo hay dos camas aquí?
¿Qué pregunta quiere
que le conteste primero?
¿Cómo se han juntado esas camas?
Sabe cómo son esas cosas.
Dios las cría y ellas se juntan.
Deje que le diga algo.
Lo aclararé aunque tenga que quedarme
toda la noche.
-Si se queda, tendrá que traer una cama.
-¡Una cama!
¿Una cama? ¿De qué habla?
Se han ido todas las camas. Estoy loco.
Disculpen, debo de haberme equivocado
de habitación.
¿Creías que podrías venir a América
sin mí?
Eres un tonto. Un tonto adorable.
Me llamas tonto porque te quiero.
Puede que tengas razón.
-¿Qué haces aquí?
-Lo más fácil del mundo.
Una ventana abierta,
un detective y aquí estoy.
Riccardo, no debiste hacer eso.
Te expulsarán del país.
-Igual te meten en la cárcel.
-No me importa, cariño. Vale la pena.
Imagina que voy a ver al Sr. Gottlieb.
Tal vez interceda por ti.
Gottlieb no podría hacer nada.
Además, Lassparri le tiene pillado.
Debe de haber algo que podamos hacer.
-¿Quién es?
-Soy yo. Rodolfo.
Pase.
¿Le molesta que venga?
No, claro que no.
Es sólo que me iba a echar una siesta.
-Rosa, ¿por qué me hace esto?
-¿El qué, Rodolfo?
Siempre que quiero verla,
tiene alguna excusa.
No quiere cenar conmigo,
ni dar un paseo conmigo a pie o a caballo.
Pero, Rodolfo,
sabe que estoy muy ocupada.
Es mi debut en América.
¿Ha olvidado que fui yo...
quien le proporcionó su debut en América?
No, no lo he olvidado.
Entonces, ¿por qué me trata así?
Rodolfo, debo pedirle que se vaya.
Vamos, querida. Sea razonable.
Me parece que está siendo
más que razonable.
Baroni.
Ahora lo comprendo todo.
No me dijo que tuviera
un compromiso anterior.
Ahora ya lo sabe.
Mis disculpas.
Ahora, permítanme que me retire.
En una alcoba, dos son compañía,
pero tres son multitud.
-¿Qué quiere decir con eso?
-Por favor, Riccardo.
Yo creo que he hablado muy claro.
¡Riccardo!
Esto no va a terminar aquí.
-Seguro que no.
-No le quepa la menor duda.
-Buenas tardes, Sr. Driftwood.
-Buenas tardes.
-¿Listo para el estreno de esta noche?
-Sí.
No pasa nada, chicos.
Yo también he sido joven.
Gracias.
Buenos días, Sr. Driftwood.
-¿Cómo están mis pájaros cantores?
-Bien.
Espléndido. Cantad bien esta noche.
El ascensor le espera, Sr. Driftwood. Pase.
Gracias, Otto.
-Hermoso día, ¿verdad?
-No está mal.
Ya estamos, señor.
-Gracias, Otto.
-De nada, Sr. Driftwood.
¿Qué es todo esto? ¿Qué pinta usted aquí?
Querrá decir qué despinto.
-No puede hacer eso.
-¿Qué apuesta a que sí?
Pero ése es mi despacho.
Obedezco órdenes del Sr. Gottlieb.
Vaya a verle.
Iré a ver al Sr. Gottlieb
y ya verá quién soy yo.
Que vaya a ver al Sr. Gottlieb.
¿Qué significa esto? Si cree que voy a...
Si está usted ocupado, volveré más tarde.
Un momento, Sr. Driftwood.
Tenemos que darle una noticia.
¿Una noticia? ¿A mí?
La Sra. Claypool ha decidido prescindir
de sus servicios inmediatamente.
¿Prescindir de mis servicios?
Aún no los he prestado.
Se lo advertí, si continuaba juntándose
con esos hombres,
todo acabaría entre nosotros.
Y sigue juntándose con ellos.
¿Cómo lo sabe? No pudo encontrarlos.
Ha deshonrado a mí y a toda la Compañía.
Como nuevo apoderado
de la Sra. Claypool...
le solicito que se marche y no vuelva más.
Un momento. No puede despedirme
sin dos semanas de sueldo.
Está en el apartado 10-A del contrato.
Ha cobrado por anticipado
su sueldo de los próximos seis meses.
-En ese caso, sólo cobraré una semana.
-No cobrará nada. Largo.
Si es su mejor oferta, me largaré,
pero no estoy haciendo un buen negocio.
Respecto a usted, Sra. Claypool,
retiro mi oferta de matrimonio.
Y eso también va por usted.
Así me pagan trabajar para ellos
como un animal.
-Vamos, Otto.
-Un momento.
Es para los directivos. Baje por la escalera.
-¿La escalera?
-Sí.
Hay cuatro pisos.
Yo no puedo bajar tantos.
Está bien. Yo le ayudaré.
-Ahora ya hay sitio.
-Es lo que necesitaba.
Me alegro de haberles conocido.
Primero me despiden,
luego me echan del hotel...
y por último me echan de este banco.
Al menos tengo el consuelo
de que no me puede pasar nada más.
Fuera del césped.
Me equivoqué.
La gente bebe demasiada agua.
Qué alegría que aparecieran.
Cuando les conocí, tenía un buen trabajo
e iba a casarme con una viuda rica.
Ahora no puedo ni sentarme en el césped.
Le cedería mi asiento,
pero estoy sentado yo.
Interesante oferta.
Deje que me la piense un par de días.
¿Dónde puedo encontrarles?
No se preocupe.
Donde esté, nos encontrará.
Estoy harto de eso.
Quedemos en otra parte.
Es Rosa.
Al menos puedo volver al banco.
No estés triste, Riccardo.
No puedo estar alegre
después de ser un gafe para ti.
Todos te hacemos cosas malas.
¿Qué pasa?
¿Qué cree que ha hecho Lassparri?
Ha despedido a Rosa.
-¿Lassparri?
-No la va a dejar cantar.
¿Qué le parece?
Tenemos todo el día para idear un plan.
Y créanme, según pienso yo,
tardaré todo el día.
ESTA NOCHE
RODOLFO LASSPARRI EN IL TROVATORE
-Buenas noches, Tim.
-Buenas noches.
Hoy tiene muchas.
-Gracias.
-De nada, señor.
¿Qué significa esto?
Justo el hombre a quien quería ver.
Gottlieb, son los peores puros
que he fumado en mi vida.
Sí, y su hielo tampoco enfría mucho.
Salgan todos de aquí o llamaré a la policía.
Un momento y le diré a qué hemos venido.
Le hacemos una propuesta.
¿Están dispuestos a entregarse?
Siempre que consienta que cante Rosa.
Soy el director y Rosa no canta.
Pero el resto de su propuesta,
lo de entregarse,
sí que me llama la atención.
Póngame con la comisaría.
Con el sargento Henderson, por favor.
Hola, encanto.
¿Qué hace aquí?
Éste es el palco del Sr. Gottlieb.
No pudo venir y me dio su entrada.
Y puesto a darme,
también me dio su ropa.
Enano, ¿quiere tirarme ese sombrero?
Buen chico. Tenga.
Para caramelos.
¿Quién va ganando?
Abran la puerta.
Póngame con la policía.
Sra. Claypool, ¿ha visto al Sr. Gottlieb?
No. ¿No está entre bastidores?
Ha desaparecido. No le encuentro.
No ha buscado en el sitio adecuado.
Iba a dar un discurso
antes de subir el telón.
Ésa es la señal. Será mejor que diga algo.
Pero nunca he pronunciado un discurso.
-Tranquila, ya me encargo yo.
-¿Usted?
Damas y caballeros,
creo que ahí entran casi todos.
Inauguramos hoy
una nueva temporada de ópera.
Temporada que ha sido posible
gracias a los cheques de la Sra. Claypool.
Seguro que las melodías de Verdi
les emocionarán a fondo,
no como los cheques sin fondos
de la Sra. Claypool.
Esta noche es el debut en América
de Rodolfo Lassparri.
El Signor Lassparri
procede de una familia muy famosa.
Su madre fue una conocida contralto.
Su padre fue el primer hombre que rellenó
espaguetis con bicarbonato de soda,
provocando y curando la indigestión
a la vez.
Ahora, adelante con la ópera.
Que la alegría se desborde.
Que la gente baile por las calles,
beba en los bares
y se acaricie en los salones.
Toca, Don.
Yo me encargo de este lado.
No es asunto mío,
pero creo que hay un par
de pájaros carpinteros en la orquesta.
No os rindáis, chicos.
Ya viene la caballería.
-La veo luego.
-¿Qué está usted haciendo?
No pasa nada.
Es el Tarzán que llevo dentro.
Ese schweinehund.
¡Cacahuetes! ¡Al rico cacahuete, oiga!
¡Ricos y recién hechos!
¡Compren sus cacahuetes!
¡Ahí tiene!
Ahí estás.
¿De qué te ríes?
-De su ropa.
-Tú...
Cada vez tienes mejor puntería, Tomasso.
Empieza la ópera.
Ahora sí que vamos a trabajar.
Se ha alzado el telón.
-Han empezado.
-No te preocupes.
¡Que alguien abra la puerta!
¡Sáquenme de aquí!
Herr Gottlieb.
-¿Dónde están? ¿Adónde han ido?
-¿Qué?
"Qué", me suelta.
-¿Han subido por aquí dos hombres?
-¿Qué?
"¿Qué?" Sólo saben decir "qué".
¿Qué les parece la pinta que tiene?
Esa voz es de Driftwood.
-Quiero que le echen del teatro.
-Sí, señor.
De acuerdo. Vete a hablar con él.
Sabemos que está en el público.
-¿El Sr. Gottlieb?
-Al otro lado del escenario.
Vamos, chicos.
¿Ha sido un do o un tres?
¿Qué pasa? ¿Qué ha ocurrido aquí?
¡Sr. Gottlieb! Échenme una mano.
¿Dónde están? ¿Los han atrapado?
No, señor. Lo siento. Aún siguen ahí.
¿Aún siguen ahí?
Tengo una idea. Que me traigan
en seguida dos trajes de gitana.
Ahora empieza lo bueno.
No cantaré si no se los llevan de ahí.
Sí, señor.
Nunca dormimos - SERVICIO DE TAXIS
COMPAÑÍA DE TAXIS DE AMÉRICA
¡Un acorazado en IL Trovatore!
¡Alto! No...
¡Herr Gottlieb! Lassparri, ha desaparecido.
¿Qué?
-Entonces no tenemos ni tenor.
-Sr. Gottlieb.
-Usted es Baroni.
-El mismo.
Cámbiese de ropa en seguida.
-¿Qué?
-Quiero que cante.
Pero no tengo reputación, Sr. Gottlieb.
Además, no podría cantar
con una Leonora desconocida.
He ensayado con la Srta. Castaldi.
-Así que es eso.
-Exactamente.
Está bien.
Tráeles dos trajes ahora mismo. Deprisa.
Por favor, después de la ópera.
Vamos. Prepárense.
¿Ha oído eso? Eso sí que es cantar.
-¿Qué?
-¡Fuera!
¿Es éste el teatro de la ópera?
Arreste a esos hombres, y a éste también.
-Ya era hora.
-Lassparri, ¿dónde ha estado?
¿Dónde? ¿Sabe lo que me han hecho?
Ahora van a oír lo que no han oído nunca.
Jamás había recibido un trato igual.
Me han tirado una manzana.
Menos mal que no es época de sandías.
Rosa, Baroni, salgan deprisa.
No. Estoy arrestado, Sr. Gottlieb.
-¿Qué dice?
-Si ellos están arrestados, yo también.
Y arrestado, no puedo cantar.
¿Qué hacemos?
Los necesitamos.
Ellos salvarán toda la temporada.
Bueno, ¿qué quieren?
Un momento. Déjeme a mí.
-¡Deprisa! ¿Qué quiere?
-Primero, eche a ese perro policía.
Vale, lo que quiera.
Estos hombres han entrado en el país
ilegalmente y cumplo con mi deber.
Yo me hago responsable de ellos.
Además, han venido aquí
con el Sr. Driftwood.
El Sr. Driftwood es un empleado
de la Compañía de la Ópera.
-¿Desde cuándo?
-Desde que canta Baroni.
Espere a que pille al tío del ascensor.
Está bien, lo que quieran.
Por favor, salgan a cantar.
Un minuto.
Antes de cantar, tiene que firmar
un contrato, y yo me llevo el 10%.
Sí, y yo otro 10%.
¿Dónde estábamos?
-"La parte contratante de la 10ª parte..."
-No.
-"La parte contratante de la 11ª parte..."
-No.
Fin