Tip:
Highlight text to annotate it
X
1860... un flujo constante de carros
camino del oeste.
Familias enteras, jóvenes y ancianos,
hombres con ilusión...
avanzando hacia el oeste
a nuevos territorios.
Los ataques indios,
las montañas y los desiertos,
el hambre y la sed
...nada podía detenerlos.
Éstos eran
Los que forjarían el destino
de un gran territorio nuevo
Ahí está. Tucson.
¡Tucson al frente!
- ¿Dónde?
- Allí.
No es muy bonita que digamos.
- Protege de los indios.
- Sí.
Da gusto tumbarse en una cama de hotel.
- Vamos.
- ¿Qué?
Está bien ver indios pacíficos.
Son papagos.
Odian a los apaches más que yo.
Fíjate. La ciudad no para de crecer.
En mi pueblo, a eso lo llamarían
hacer casas con tortas de barro.
¿Qué hacen con el hoyo al acabar?
Pues...
En fin, dejarlo, digo yo.
Fíjate.
Demasiado vagos
para fabricarse los ladrillos.
Esa clase de gente
está destruyendo las pruebas...
de la única ciudad amurallada
del territorio de Estados Unidos.
¿Usaban la muralla
para rechazar a los indios?
Sí. Se construyó
cuando esto pertenecía a México.
Toda la ciudad dentro de la muralla,
con soldados de guardia día y noche.
Pues tal como está ahora,
diría que Tucson la ha rebasado.
El agua parece ensuciar más que otra cosa.
Si te quedas lo suficiente,
acabarás bebiendo de ella.
Primero le echaré un vistazo a California.
Corte de pelo y afeitado.
Afeitado y corte de pelo.
Bueno, ya estás aquí,
la ciudad más bonita de esta ratonera.
¡Acampad en la plaza!
Ese grupo parece agotado, Grant.
Más gente inquieta.
¿De dónde te parece que son, Pete?
A juzgar por los arreos,
diría que de no más al este que Missouri.
¿Qué dice?
Que te abreva el caballo en la plaza
por 15 centavos.
Muy bien.
Dice que eres estupendo.
Me llamo Grant Oury. ¿De dónde es?
De Missouri. Soy Peter Muncie.
Has acertado, Pete.
Éstos son Esteban Ochoa,
Pete Kitchen y Bart Massey.
- Mucho gusto.
- Hola.
Su grupo parece haber menguado
por el camino.
Sí, salimos de Missouri
con 45 personas y 15 carros,
pero los indios nos usaron de diana.
Tenemos dos huérfanos nuevos.
Ya, por eso siempre hay sitio de sobra
en el oeste.
Díganme, ¿qué hotel bueno hay por aquí?
Señor, los hoteles disponibles en Tucson
no son ni buenos ni malos.
Son inexistentes.
- ¿Quiere decir que no hay?
- Exacto.
- ¿Quiere decir que no hay?
- Exacto.
¿Qué pasa, Phoebe?
¿Quién es?
Phoebe Titus,
la única americana que hay en Tucson.
¿Cree que necesitará ayuda?
De primeras y conociéndola, diría que no,
pero mejor andar cerca.
Basta de música.
Timmins, Longstreet, en pie y manos arriba.
Escuchad.
No tengo nada contra nadie
que no sean estos dos,
así que los demás, mejor que os marchéis.
Esto podría estorbar.
Muchas gracias.
Algún día la ciudad se hartará de que
los hombres de Ward la traten a patadas.
Os echará a toda la pandilla.
Pero hasta entonces,
y mientras Ward siga jactándose
de que aquí no hay ley,
arreglaré las cosas a mi manera.
¿Qué te pasa ahora, Phoebe?
Estos dos amiguitos tuyos
me han robado 1.100 dóares en mi casa.
No digo que se lo ordenaras tú, Ward,
pero he venido a recuperar mi dinero.
Ahora mismo.
¿Qué decís a eso?
- Nosotros no hemos sido.
- No hemos visto 1.100 dólares en la vida.
Pues vais a desear haberlo hecho.
Porque va a haber dos fosas nuevas
en el cementerio a vuestra medida.
Ya les has oído, Phoebe. ¿Tienes pruebas?
Sí, les he oído.
Y si no empiezo a ver mi dinero,
voy a disparar.
- Nada de muertes en mi local.
- ¿Desde cuándo, esta mañana?
Venga, dejad el dinero en la mesa
o preparaos a recibir plomo.
Más os vale hacer lo que dice.
Que lo cuente alguien.
Con mucho gusto, lo haré yo.
Seguid buscando, chicos.
Otra cosa más.
Antes de llegar a Tucson,
jamás imaginé
que un lugar aguantase escoria y gentuza...
como tú y los tuyos.
No dirías lo mismo
sin que te apoyaran esos otros.
Hablo a título personal.
No te basta con cobrar
el doble del valor de lo que llega aquí,
además has reunido
al peor grupo de delincuentes...
de todo el territorio de Arizona.
Perdone la interrupción,
pero faltan 225 dólares.
Que su banquero pague lo que han perdido.
Todos saben que es dinero robado.
Muy bien, Joe.
Timmins, coge el látigo...
y dale a Longstreet cinco veces
con todas tus fuerzas.
Longstreet,
haz lo mismo con él.
Y si alguno afloja, serán 20.
Si ha recuperado el dinero.
Déjenos, Srta. Phoebe.
No teníamos mala intención.
- Empezad.
- Me corresponde decir algo...
sobre qué se puede hacer en mi local.
Más os vale hacer lo que dice.
Empezad.
Ward, crees que controlas la ciudad,
así que voy a aclararte una cosa.
Debo ocuparme de mi ganado
y de mi puesto de tortas.
Así que no tengo mucho tiempo
para perseguir ladrones.
Que tus hombres no se acerquen a mi casa,
o pondré doble carga al arma...
y te haré tal agujero
que podrá pasar un tiro de mulas.
- ¿Sí? Oye...
- ¡Longstreet!
Dale con todas tus fuerzas.
- Su dinero, Srta.
- Gracias.
- Me llamo...
- ¡Más fuerte!
He llegado hace un momento. Me llamo...
Así está mejor.
Y recordad...
que sigo guardando el dinero en mi casa.
Gracias, chicos.
¿Qué, aún duda de que sepa cuidarse sola?
Caray, una mujer de armas tomar.
Y con tanta charla,
se ha llevado mi sombrero.
Enseguida estoy.
- ¿Problemas, Srta. Phoebe?
- No.
Llevamos rato esperando.
Tengo que trabajar.
Quien crea que las tortas no valen la espera
es libre de irse.
Todo en orden.
He vigilado las tortas en su ausencia.
Gracias, Hilario.
En la próxima hornada
habrá una torta especial para ti.
Perdón por la espera,
es que debía ocuparme de un asuntillo.
¿Hay de melocotón hoy?
Sí, aquí mismo tengo una.
Ojo, que quema.
¿Puedo coger una?
Claro que sí.
Mientras vea su dólar, elija la que quiera.
Es la última, de membrillo.
Muchas gracias,
pero vengo por mi sombrero.
Ah, era usted.
Que me aspen si no me he ido con él.
Ahora vuelvo.
Oiga, ninguna mujer me ha hecho
menos caso que usted en el bar.
Es que estaba muy ocupada.
Usted es nuevo por aquí.
He llegado hace un rato.
Coja un trozo de torta. Pase.
¿Cómo es que se metió
en mi bronca del bar?
En mi pueblo se supone
que las mujeres necesitan protección.
Le agradezco
que me dejara el sombrero, forastero,
pero ni pido ni acepto favores
por ser lo que soy.
Sí, ya lo he visto.
¿De dónde es?
De Freeport, Illinois.
Yo soy de Saint Louis.
¿Qué le trajo aquí?
Mi padre y yo íbamos camino de California.
Llegamos hasta aquí y murió.
Ya entiendo.
Al vivir sola en un lugar así,
no podía permitirse ser mujer...
a menos que conociera al hombre adecuado.
Cómase la torta.
¿Queda algo de la última hornada,
Srta. Phoebe?
Se ha vendido entera, juez.
- ¿Cuánto falta para la siguiente?
- Puede que una hora.
Creo que aunque acaben de elegirme
juez de paz,
debería contar con cierto trato de favor.
¿Quién le ha elegido?
Unos cuantos.
Hola, Joe Briggs.
Tengo un poco de tiempo, Joe,
y hay una acusación contra ti.
Ya que estamos, podemos constituir
la sala aquí, que no huele tan mal.
¿Listo para el juicio?
No tengo mucho tiempo. ¿Puede abreviar?
Desde luego.
Acércate más aquí, que hay sombra.
A ver, se acusa al reo...
de coger y volarle la tapa de los sesos
a Gus Modesto,
quien, a consecuencia de los disparos,
está criando malvas.
¿Se declara culpable o inocente?
No, juez,
no creo que pueda declararme inocente...
habiéndome visto todo el mundo.
A ver, ¿qué puñetas
te hizo comportarte así, Joe?
El alcohol. Simplemente el alcohol.
En fin, este tribunal condena...
a Joe Briggs a una multa de 5 dólares...
por alterar el orden público.
Se levanta la sesión...
para ir al bar de Lazarus Ward,
donde se liquidará la citada multa.
Algún día, juez Bogardus,
la ley llegará a Arizona...
y colgarán a la mitad de ustedes.
Srta. Phoebe, nos menosprecia.
A la mitad no, al 90%.
El gobierno nos tiene olvidados...
con las disputas sobre libertad y esclavitud,
pero ese día llegará,
y cuando llegue,
éste será un orgullo de territorio.
Muy cierto. Muy cierto.
Un orgullo de territorio.
Mientras tanto, Sr. Briggs,
hay que pagar una multa.
Los que se sientan con ganas,
pueden participar en la primera ronda.
Me refiero a todos ustedes.
Tienes los 5 dólares, ¿verdad, Joe?
Bonitas palabras las suyas.
Pero es posible que sirvan de poco.
Alguien debe decirles la verdad,
tanto si sirve como si no.
Hace una labor de hombre
en esta ciudad, ¿a que sí?
Me mantengo ocupada.
¿Siempre lleva vaqueros?
¿Por qué?
Es que he traído un banjo
desde Saint Louis.
Pensaba darle una serenata
si se pusiera un vestido.
Me dará una serenata tal como estoy.
Es decir,
esta noche estaré ocupada.
De todos modos, la música es de vagos.
Gracias por la torta.
Que no se enfríe el horno.
Oiga, no quiero serenatas.
Nada de serenatas.
¿Corte de pelo? ¿Afeitado?
Me vendría bien un afeitado.
Enseguida lo apaño.
Toca bien el violín. Yo tengo un banjo.
El mejor violín del oeste.
Ha recorrido 2.400 kilómetros.
Jamás se le ha roto una cuerda.
Oiga, ¿vive la Srta. Phoebe Titus
en su puesto de tortas?
Sí, señor. Buena chica, la Srta. Phoebe.
¿Piensa cortejarla un poquito?
Es posible.
Pues vamos a dejarle bien guapo.
Un afeitado bien apurado.
Extracto de vainilla en el pelo.
¡Sí, señor! Vainilla a raudales.
No se pase apurando.
¿Quién es? ¿Quiere que le eche?
Vuelve a la cama.
¿No lo oyes? Me están dando una serenata.
- ¿Ha estado bien?
- No lo sé.
Supongo que sí. Nunca me habían cantado.
Está muy guapa.
Muy distinta a como estaba en el bar.
Supongo que le gustaría más...
verme todo el día en camisón por el pueblo.
Creo que me acostumbraría a los pantalones
si me quedara lo suficiente.
¿Piensa irse?
No tardaré.
El territorio de Arizona bien vale
que un hombre con ideas se fije en él.
Quizá si estudiara unas cuantas,
decidiría quedarse.
Podría establecerme
si encontrara un trabajo que me fuera bien.
¿Se refiere a uno que le tenga ocupado
y en movimiento?
Sí.
Oiga, ¿cómo lo ha sabido?
Por su modo de meterse
en los líos de los demás.
Por cómo habla.
Por cómo lleva el sombrero.
Vaya, se ha interesado por mí.
Sí.
A Arizona le vendrían bien
hombres como usted ahora mismo.
Es posible que surja algo.
Sí que es usted calculadora.
No diría lo que he dicho...
si no me gustara algo.
Muchas gracias.
Lo mismo digo.
Toque más música.
- ¿Bonita o de cortejo?
- Música.
SOLOMON WARNER
ARTÍCULOS GENERALES
Buenas, Johnny.
Buenas, Srta. Phoebe.
- Buenos días, Solomon.
- Siento haberme perdido el follón de ayer.
No fue para tanto.
Necesito agujas y otro saco de harina
para las puñeteras tortas.
Te ganas bien la vida
con las puñeteras tortas.
Hay formas mejores de salir adelante.
¿A cuánto van las agujas?
A 25 la pieza.
¿25 centavos?
Serás sanguijuela.
¿Qué tengo que hacer,
buscarlas en un pajar?
Bueno, ya sabes,
el coste del transporte por tierra.
Sobre todo si transportistas como Ward
nos cobran el doble de lo que vale.
¿Y Ochoa?
Él trae productos a precios justos.
No puede suministrar a todos.
Ahí tienes un buen negocio. El transporte.
Hay sitio para otro proveedor honrado.
Supongo que sí.
En fin, ¿cuántas agujas quieres?
Con dos me basta.
Johnny, lleva un saco de harina
al puesto de la Srta. Phoebe ahora mismo.
Carros, bueyes, mulas...
y hombres fuertes y buenos
que no teman el trabajo duro.
Ni a los indios.
Van con el territorio.
Tengo un carro capaz de llevar
lo que sea y adonde sea,
cuatro caballos,
y tengo dinero
para comprar bueyes y otro carro.
Solomon, no me sorprendería
acabar en el negocio del transporte.
Vaya, creía que tu meta era
tener el mayor rancho ganadero de Arizona.
En efecto, y antes lo tendré así
que vendiendo tortas.
Olvidas que le harías la competencia
a Lazarus Ward.
- No le gusta jugar.
- A Ochoa no le va mal.
Dos carros.
Siempre te tocaría esperar
que saliera otra caravana...
para unirte a ella y contar con protección.
Con cuatro carros sería otra cosa.
Cuatro carros podrían viajar solos.
Me las arreglaré con dos.
Phoebe,
tú y yo tenemos ideas parecidas.
Los dos confiamos
en que este territorio crecerá.
Yo no vine con un tiro de mulas
hasta aquí...
con todo mi dinero...
sin pensar que no iba a dejar
de llegar más gente.
Tú abriste la primera tienda de Tucson,
deberías saber por donde sopla el viento.
Phoebe, creo que ya tienes socio.
Chócala.
Pondré dinero para dos carros más
y unos bueyes. Después...
Oye, ¿dónde vamos a encontrar
a un buen hombre...
que dirija el grupo?
- No es que abunden precisamente.
- Sí.
Déjamelo a mí. Yo me haré con él.
Hasta luego, socio.
Tengo todo el día.
Buenos días, Sr. Muncie.
Buenos días.
Esperaba comprar una torta para desayunar,
pero no estaba.
- Hola, Phoebe.
- Buenas.
Hay algo que merecería la pena hablar,
Sr. Muncie.
Sí, señora.
¿Le importa ir a un sitio menos ruidoso?
Adonde usted diga.
¿Han vuelto a robarle?
No.
Llevo bastante tiempo pensando una cosa.
Acabo de concretarla.
Parece muy complacida.
¿Recuerda el trabajo
del que hablaba anoche,
el que debía mantenerle bien ocupado?
Pues lo tiene esperando
en este mismo momento.
¿De qué se trata?
De dirigir carros de transporte para mí.
¿Para usted?
Solomon Warner es socio mío.
La tienda grande de aquí es suya.
Quizá sea muy arriesgado
creerle adecuado para el trabajo.
Pero tengo muy buen ojo para la gente.
Bueno, ¿qué me dice?
Srta. Phoebe,
voy a decirle algo
que me temo no comprenderá.
¿Qué?
Ha llegado una caravana que se dirige
a California y voy a unirme a ella.
¿Cuándo?
Al atardecer.
Bueno, el atardecer
es buen momento para partir.
A los indios no les entusiasma
luchar de noche.
Pero ¿por qué narices quiere ir a California?
Prefiero no decírselo.
Se lo estoy preguntando. ¿Por qué?
Está bien,
me voy a California porque quiero verla.
¡Que me aspen!
Supongo que parece absurdo...
a la mayoría...
el irse a California sólo para verla.
Pero llevo lo de viajar en la sangre,
y así soy.
Le ofrezco el tipo de trabajo
que dijo que quería...
y usted habla de viajar 1.100 kilómetros
para contemplar paisajes.
No es que no quiera trabajar.
Primero tengo que hacer una cosa.
¿Qué puede hacer en California
que no pueda hacer aquí?
Tumbarme a la sombra de un árbol.
La madre que me parió.
Pero volveré por aquí
en cuanto se me pase la fiebre viajera.
Porque le he cogido cariño.
Me da lo mismo que vuelva o no.
Escuche, no se ponga así.
Sabemos que sentimos debilidad
uno por otro.
Lo mejor que puedo hacer es...
completar mis andanzas
mientras no hagan daño a nadie.
¿Nos verá partir esta noche?
No lo sé. Puede que sí y puede que no.
Sólo queda una cosa que decir.
Cuando vuelva por aquí,
es posible que sea para establecerme,
e iré a buscarla.
Partimos desde la plaza.
Que me aspen.
Recuerde el nombre, Peter Muncie.
Vuelva, Peter Muncie.
Phoebe,
corre el absurdo rumor de que vas a meterte
en el negocio del transporte.
No tiene nada de absurdo.
Ward,
un día Warner y yo tendremos una caravana
que dejará a la tuya en ridículo.
Y la gente comprará a precios justos.
Puede.
Y puede que cuando dirijas
el negocio del transporte,
yo esté horneando sabrosas tortas.
Tienes mucho que aprender, Phoebe.
TITUS & WARNER
OFICINA DE TRANSPORTES
Girad hacia el almacén de víveres
y poneos a descargar.
- ¡Terry!
- Sí, señora.
Los dos siguientes a la tienda de Warner.
Vosotros dos, a Warner.
Sam, te he traído cuatro barriles
de pescado sazonado de primera.
- Qué bien. Has llegado pronto.
- Sí.
- Terry.
- Sí, señora.
Ocúpate de Meyer y el restaurante.
Que Steve sirva a Hughes
y lleve el último carro a mi casa.
Sí, Srta. Phoebe.
¿Has visto, Ward?
Ocho carros hasta arriba de mercancías.
Mejor que empieces a hornear tortas.
Phoebe de transportista
y diciéndote que hornees tortas.
Eso sí que sería cómico,
tú horneando tortas.
¿Verdad que sí?
Dos días antes. Phoebe, eres increíble.
¿Algún problema con los indios?
Un pequeño roce con 10 apaches,
pero se fueron
antes de que pudiéramos disparar otra vez.
Sol,
tengo una gran compra en Yuma.
Ocho cocinas de hierro fundido,
de lo mejor que has visto.
- ¡Cocinas de hierro fundido!
- Sí.
Phoebe, ¿dónde narices
vamos a vender ocho cocinas?
Llegarán mujeres,
y las mujeres del este
querrán cocinar en casa.
Seguro que de aquí a cinco años
vendes 100 cocinas.
Cumpliré los 90 sin haber vendido ni dos.
¿Qué más has traído que no he pedido?
Telas fuertes y bonitas, agujas...
Agujas que puedes vender
a cinco centavos la pieza.
Phoebe, eres de cuidado.
Sol, vamos a ganar más
de lo que nunca soñamos, en serio.
Y no lo olvides.
En cuanto tenga para el rancho,
te pasaré mi parte del negocio...
y me estableceré
para criar ganado y una familia.
Para eso te hace falta un marido.
Sé donde conseguir uno.
Las cosas nos vienen de cara, ¿eh?
Más de lo que esperábamos.
Ése es el momento
de empezar a apretarse el cinturón.
Hablas como una vieja india.
Sí, señor, las cosas están saliendo
justo como quiero que salgan.
¿A qué día del mes estamos?
A 12 de abril.
Un mensaje del general de división Lynde.
Descanse.
Vaya a la cantina.
Diga que he ordenado
que coma y beba cuanto quiera.
Gracias, señor.
- Teniente Chapin.
- A la orden.
Ya ha estallado. La guerra.
Nos ordenan abandonar
y desmantelar el puesto...
para quemar
entre el Colorado y Río Grande...
todo lo que pueda alimentar a los rebeldes.
"Salgan con las armas cargadas,
y que ningún civil se acerque
más de cinco kilómetros a sus líneas."
Allá van,
toda la ley, orden y protección
que hemos conocido en Arizona.
¿Quién iba a imaginar
que nuestro gobierno nos dejaría de lado?
Esos actos de destrucción gratuita
son obra de los soldados...
en los que buscamos protección.
En este mismo instante, caballeros,
el ejército de los Estados Unidos
nos ha abandonado oficialmente.
Menuda recompensa para los que izamos
esa bandera con lealtad infantil.
Están destruyendo las cosechas de grano,
masacrando el ganado,
y con esos actos traidores,
el gobierno ha demostrado
que nos considera...
enemigos a sus propios ciudadanos,
sin derecho a vivir.
- Tienes razón.
- Sí.
¿Y qué vamos a hacer?
¿Quedarnos a que nos masacren
los apaches...
en una lucha fútil
por salvar lo que construimos?
¡No!
Sr. Oury,
¿he oído bien?
¿Dice que devolvamos Arizona a los indios?
Es una forma de decirlo, Phoebe.
Como dice Oury,
mejor dejar lo que construimos aquí
a que nos despellejen los buitres.
¿Qué ha construido usted?
Ayúdeme a subir, Grant.
Amigos,
sé que esto nos afecta mucho.
Sabíamos que las tropas de la Unión
podían tener que abandonarnos...
para combatir en la guerra del este.
Pero no queríamos pensar en ello.
Ahora ha ocurrido.
Y lo primero que hacéis
es daros por vencidos.
¿Por qué queréis abandonar ahora?
Srta. Phoebe, me metería
en un tonel lleno de cactus por usted,
pero hay tonterías que no deben hacerse,
como quedarse aquí.
Terry tiene razón.
Sería tonto quedarse, el ejército no está.
¡Yo me voy esta noche!
Señores, escuchen, por favor.
Señores, hagan el favor.
Por favor, señores, por favor.
Muchas gracias.
Señores, yo diría...
que esta mujer les ha hecho parecer...
un puñado de gallinas.
¿Quién es usted para opinar?
Jefferson Carteret.
Tienen suerte de que acabe de llegar
con la diligencia,
porque es evidente que a esta ciudad
le vendría bien un poco de fibra.
Muchas gracias, Sr. Carteret.
Amigos,
no vinimos a Arizona
en busca de paz y tranquilidad.
Vinimos porque llevamos en la sangre
estar donde haya una vida dura que vivir.
Siempre hemos sido así.
¿Os vais a marchar
porque el gobierno haya abandonado?
- Yo me quedo, Phoebe.
- Y yo.
Yo no iba a irme.
Vosotros no me preocupabais,
pero ¿y los demás?
¿Quién se queda?
Está bien, Srta. Phoebe,
me inclino ante la voluntad del pueblo.
En las próximas elecciones
quedará algo más que inclinado.
¿Nos quedamos o no?
Claro que sí,
y traeremos soldados para que nos protejan.
La Unión no nos quiere,
pero hay alguien que sí.
Jeff Davis y los Estados Confederados
de América.
¿Qué os parece? ¿Y si aquí y ahora...
Arizona declara lealtad
a la bandera del Sur?
Estoy de acuerdo.
Al menos nos tratarán
como a seres humanos.
Me da igual qué nos declaremos
con tal de que haya territorio de Arizona.
¿Nos quedamos?
¡Sí!
Eso es lo que quería oír. Vamos, Sol.
¡Viva Jeff Davis!
¡Viva la Confederación!
¡Viva la bandera del Sur!
En fin, supongo que tienen derecho
a hacerlo,
ya que el Norte se ha ido
con la única bandera que conocemos.
No se puede culpar a la Unión, Phoebe.
Usar los soldados para mantener
el país unido es más importante...
que proteger a unas cuantas almas audaces
en Arizona.
No culpo a nadie, es que me cabrea...
ver como una guerra
estropea los planes de personas...
que quieren ir a la suya.
- Nos esperan tiempos difíciles.
- Sí.
Las guerras no duran toda la vida.
Habrá que esforzarse el doble
y pensar el doble de rápido.
Nos quedamos muchos,
pero más adelante no faltarán
los que decidan irse a tierras más seguras.
Que se vayan.
Y les compraré sus tierras
con cada dólar que tenga.
Cuando vuelva la bonanza,
mi rancho no se recorrerá
ni en dos días a caballo.
Sol, este territorio
es una inversión de futuro.
Nunca he dicho lo contrario.
Vamos a estar bien ocupados
pasando mercancías.
¿Pasar mercancías?
Phoebe, ¿sabes que a partir de hoy
ya no habrá ni diligencias?
La gente aún necesita comida...
y ropa, y nosotros se las traeremos.
No vamos a traer ni un kilo de mercancías
hasta que decida que se puede pasar...
o hasta que vuelva a haber soldados.
- ¡Pues yo digo que sí!
- ¡Y yo que no!
Phoebe, ¿no lo entiendes?
No es que tenga miedo.
Nunca he salido corriendo ante una pelea.
Pero ahora es momento de esperar...
hasta que veamos qué va a pasar.
Te entiendo, Sol, pero yo no lo veo así.
Saldré mañana por la noche
hacia Fort Yuma con todos los carros...
y los traeré de vuelta cargados.
¿Seguimos siendo socios?
No, Phoebe,
no quiero saber nada
de enviar conductores a la muerte.
Como quieras, Sol.
¿Puedo usar tu parte de la caravana?
Gracias.
¿Sin rencores?
Claro que no.
Será lo que yo traiga
lo que mantenga tu tienda abierta.
LAZARUS WARD
OFICINA DE TRANSPORTES
¿Quién le ha dejado pasar a mi oficina?
- ¿Oficina?
- Aquí no entra nadie que yo no quiera.
Y nadie se queda en Tucson si me cae mal.
Pues aquí estoy yo y me quedo en Tucson.
Siéntese.
Lo sé todo de usted, Ward.
¿Sí?
- ¿De dónde es?
- De padres pobres pero honrados.
- ¿Es un chiste?
- El chiste es Vd.
- ¡Oiga!
- Oiga usted.
Me llamo Jefferson Carteret.
Le oí en la plaza. A usted y su pico de oro...
Alguien sensato sabría...
que la Confederación no tiene soldados
para todo este territorio.
En dos meses los indios
nos tendrán sitiados y muertos de hambre.
Tiene un negocio de transportes.
Ahora hay una fortuna que ganar
y usted roba calderilla.
- Me iba bien.
- Bien.
Ahora que nadie controla a los indios...
Póngalos de su lado.
¿Con cuántas armas puede hacerse?
- ¿Por qué?
- He preguntado cuántas.
Tengo que llevar ocho cajas
de fusiles Sharps a Tubac.
- ¿Munición?
- Sí.
¿Quién es el jefe indio de por aquí?
- Mano.
- ¿Cómo podemos hablar con él?
Usted está loco.
¿Habla de hacer un trato con Mano?
- Los soldados se han ido, ¿no?
- Sí, pero usted...
Esto está abierto de par en par
a los indios, ¿no?
¿Qué es lo que más necesitan los indios?
Armas y municiones.
¿Para que nos vuelen los sesos?
A nosotros no.
Entregaremos las armas y municiones
con la condición...
de que Mano no moleste
a nuestros carros de transporte.
¿Nuestros carros?
A partir de ahora soy su socio capitalista.
Y, Ward, ya le hacía mucha falta,
- Porque es usted tonto de remate.
- A mí nadie me dice eso.
Yo sí.
¿Por qué?
La mujer que ha hablado en la plaza,
Phoebe Titus.
¿Qué hacía usted mientras ella se montaba
su negocio de transportes?
Hice todo lo que se podía hacer.
Es bien fácil.
Quítele los buenos conductores que tenga,
y a los demás transportistas.
Pague sueldos que los demás no puedan...
y cárguelos a los portes.
Sí, puedo hacerlo. Qué bueno, ¿no?
Voy a enseñarle a controlar la ciudad.
Comunique a Mano que quiere tratar con él,
y enseguida.
- Pero oiga...
- Estoy hablando yo.
Y cargue las armas y municiones
en un carro.
Y no lo olvide...
En lo que a la gente de Tucson se refiere,
yo le desprecio tanto
como cualquier otro ciudadano decente.
Jamás se dirija a mí en público.
- Jamás mencione nuestra sociedad.
- Me da igual quién sea.
Usted no va a venir
a ponerse a darme órdenes.
- El negocio de transportes es mío.
- Yo no juego, Ward.
O me acepta como socio
o lo dirigiré todo yo solo.
Y usted no estará para verlo.
80 fusiles...
y 16.000 cartuchos de lino...
ahí en el carro, y después más.
Ésta es la marca que pondremos
a nuestros carros, una cruz negra.
Son los únicos carros que dejaréis pasar.
¿Qué pasa si no hay trato,
pero me llevo las armas y les mato?
Acudo a Mano
conociendo su gran fama y honor.
Sí, yo también.
Me dais las armas
y yo dejo pasar a vuestros carros.
Muy bien.
- Gracias, jefe.
- Sí, muy bien.
Eres el único que sabe dirigir, Terry.
- Que los carros sigan en fila delante de ti.
- Haré lo que pueda.
- ¿Qué, has visto a Mano?
- Sí.
La caravana no se alejará
ni un kilómetro de aquí.
¿Qué les has dicho?
Lo que dijo usted,
que no sólo iban por víveres,
sino también por soldados de Fort Yuma.
Lo que pase esta noche
nos pondrá el negocio del transporte...
- En bandeja.
- Sí, señor.
Este territorio es muy importante
para estar descuidado mucho tiempo.
Es la conexión con el lejano oeste.
Quien lo controle tendrá mucho
entre manos, y un gran premio.
- Ése soy yo, ¿no?
- Sí, oficialmente.
Estúpido.
- Le he oído.
- Vale.
Me ha oído.
Y no me siga.
- ¡Phoebe!
- ¿Sí, Sol?
Sé que ayer no me equivoqué
al decir que esto es una locura,
pero lamento mucho
que no me hayas dejado ir.
Lo sé, Sol, pero a ti te toca quedarte
vigilando la ciudad hasta que volvamos.
Rezaré por ti.
- Buena suerte.
- Gracias.
No les deje irse en mi ausencia.
Cuídese.
¡Los indios, los indios!
¡Que vienen los indios!
Warner, los indios están atacando
la caravana de Phoebe.
No los sueltes, Ed.
¿Habían atacado antes los indios
tan cerca de la ciudad?
Es por la marcha de los soldados.
- ¿Estás bien, Phoebe?
- Sí.
En fin, yo les pedí que se quedaran.
Ahora parece que ya no podrán irse,
por no hablar de traer mercancías.
Sólo puedo decir que no sabía
que fuera a ir tan mal.
Podría haberles pasado
a los que se fueron ayer.
- La culpa no es suya.
- Claro que no.
Ya traeremos suministros de algún modo.
Claro que sí, y aún me alegro de estar aquí.
Maldita sea, ojalá cierto sujeto
dejara de tocar el banjo en California.
La unión de Arizona a la Confederación
trajo un puñado de soldados
que se esforzaron valerosamente
para mantener el orden en el territorio.
Pero al cabo de pocos meses
Los soldados se retiraron
para defender su propio suelo.
La anarquía se apoderó de Arizona
y la gente que había levantado
este gran territorio
se vio amenazada por la destrucción.
Entonces, en el peor momento del territorio
¡llegaron noticias de avance de tropas!
Llegan soldados de la Unión.
¡Cientos! ¡Y hay más en camino!
- ¿Soldados de la Unión?
- Sí.
Llegan soldados de la Unión.
- ¿Van a quedarse?
- ¿Qué crees que nos harán?
- Esto es territorio confederado.
- Ya no.
- No con los soldados de la Unión aquí.
- Nos harán prisioneros de guerra.
Nos quitarán las propiedades
y nos echarán de Arizona.
No.
No pueden culparnos
de que nos abandonara el gobierno.
Yo prefiero volver a la Unión
pase lo que pase.
Volvemos a ser de los Estados Unidos
y digo al mundo que me alegro.
Que los soldados sepan qué sentimos.
Recibámosles a lo grande.
Eh, ahí está Sol. ¡Hola, Sol!
¿A que es para gritar?
Hola, chicos.
Hola, Phoebe. Mira con qué topamos.
- ¿De dónde son?
- La avanzadilla de la Columna de California.
¿De California?
- Oye, me pregunto si...
- Sí, aquí está.
Hola, Srta. Phoebe.
¿Qué, soldado, llegó a ver California?
Sí, oí que había problemas aquí.
¿Contenta de vernos?
Es agradable ver esa bandera.
¿Sigue haciendo tortas?
Para un hambriento, quizá.
Pues mejor que se vaya a casa,
porque en cuanto el ejército
me dé un permiso,
- Va a tener visita.
- Habrá torta.
¿Qué hacemos ahora?
Déjalo allí en la mesa.
Y no entres a menos que te llame, ¿vale?
Vaya, que me aspen.
¿Qué pasa?
Phoebe, ¿sabes que es la primera vez
que te veo con un vestido?
¿Alguna queja?
Justo como me imaginaba.
Estás muy guapa.
Nadie podría estar guapa
sintiéndose tan ridícula como yo.
En fin, la cena está en la mesa.
Afirmas ser un hombre,
veamos qué haces con ella.
Que me aspen.
¿Pavo?
¿Quién te lo ha cazado?
¿Tú qué crees? Lo seguí durante horas.
Torta, pavo...
Phoebe, eres increíble.
Hacía muchísimo que ni olía una cena así.
Ni siquiera en California.
No hablas mucho mientras comes, ¿verdad?
No todos los días se cena así.
Han pasado muchas cosas en Arizona
desde que te fuiste.
Esos soldados vienen muy bien.
Me alisté en California en cuanto me enteré.
Ya estoy listo para establecerme.
La fiebre viajera
ha desaparecido para siempre.
Estás en el ejército, sargento.
Harás lo que te manden.
Me licencio dentro de poco.
Igual consigo librarme incluso antes.
¿Sigue en pie la oferta de trabajo?
A los animales les vendría bien agua.
Te he hecho una pregunta.
Ya lo sé.
Estoy pensando.
Cuando te fuiste,
llegó un tal Jefferson Carteret.
Ayudó a mantener la ciudad unida...
cuando ya parecía
que no iba a quedar nada de ella.
¿Quieres decir que te gusta?
Yo no he dicho tal cosa.
Te estoy midiendo por comparación.
Carteret no correteaba por California
cuando necesité ayuda.
No se fue a buscar la sombra de un árbol
cuando empezaron los líos.
Sabía que no lo entenderías.
Lo entendí muy bien.
Pero ahora soy distinto.
¿Sí?
Hace un año te fuiste diciendo:
"Hasta pronto".
Y ahora vuelves diciendo:
"Atrápame mientras esté aquí".
¿Qué ha cambiado?
A lo mejor no doy la talla
si te pones a comparar.
Ojalá hubiera una forma de demostrarte
como soy ahora.
La hay.
Dímela. Lo que quiero es una oportunidad.
¿Cuándo llegará el coronel
con el contingente principal de tropas?
En un par de semanas. ¿Por qué?
Voy a tener el mejor rancho de Arizona.
Pero hace falta dinero para empezar.
Quiero que vayas al coronel
y me consigas un contrato con el ejército.
¿Eso es todo?
Ir al coronel y hacerle firmar un contrato.
Es posible, por ejemplo, para un hombre
que quiera mostrar lo bueno que es.
¿Por qué no me pides algo fácil como andar
sobre las aguas con un caballo a cuestas?
Has pedido una oportunidad y ahí la tienes.
Buenas noches, Srta. Phoebe.
Ah, Sr. Carteret, buenas noches.
¿Cómo está?
Bien, gracias.
Pasaba por aquí y he entrado a saludar.
Pero no sabía que tuviera compañía.
Pues ya lo sabe.
Sr. Carteret, le presento al sargento Muncie.
Peter, no hay que ponerse así.
Yo me pongo como quiero.
Y este fulano no cuadra
en mi concepto de velada agradable.
¡Sr. Muncie!
Tendré en cuenta de quién viene,
Srta. Phoebe.
Mientras tanto, espero verla pronto,
sin el caballero del uniforme de la Unión.
- Buenas noches.
- Buenas noches.
Conque con ése me comparabas.
Insultar a gente respetable de Arizona
no es bueno para la salud.
No me cae bien.
¿Cómo lo sabes? No le conoces.
Tengo buen olfato.
Resulta que él es algo
que tú jamás serás, un caballero.
Resulta que es un petimetre guapetón,
y a cualquier mujer que le haga caso
deberían examinarle la cabeza.
Entiendo.
O sea, quieres decir
que estoy como una cabra.
- Phoebe, sólo pretendía decirte que...
- Buenas noches, sargento Muncie.
Buenas noches. La cena estaba muy rica.
Veré lo que puedo hacer
con el contrato de transporte del ejército.
Teresa, creo que ya me agenciado
un hombre.
"Puesto que hay peligro para la vida
y la propiedad dentro de sus fronteras,
"al abajo firmante coronel Carleton
corresponde el deber...
"de ejercer la autoridad...
"de los Estados Unidos
sobre el pueblo de Arizona."
La ley marcial, eso es lo que es.
Menuda faena para usted, juez.
Buen hombre...
Caballeros, el coronel sólo ha intervenido...
para hacerse cargo de algunas
de mis funciones administrativas.
Acepto su generosa oferta
de colaboración con los brazos abiertos.
Eso lo dirá usted.
No me atosiguen. A ver, ¿por dónde iba?
El coronel acaba de declarar la ley marcial.
¿Sí?
Y Phoebe ya suministra heno
para los caballos del gobierno.
Y nuestros conductores nos dejan por ella.
Está ese soldado que la ayuda.
Si ya suministra heno,
lo siguiente será el transporte.
Y con la base del contrato del ejército,
controlará todo el negocio del territorio.
De todos modos,
los indios se ocuparán de sus carros.
Idiota, llevará escolta militar.
Ward, lo tenemos bien difícil.
A menos que detengamos a Phoebe
desde el principio.
- No podemos luchar contra el ejército.
- No.
Pero podemos ayudarle
a luchar contra los que lo traicionan.
¿Ha jurado lealtad a la Unión?
En cuanto me lo dijo.
Hay una cosa a nuestro favor.
El coronel aún no sabe nada
de nadie de Tucson.
Querido, como buen ciudadano de la Unión,
va a acudir al coronel...
con información confidencial
sobre la Srta. Phoebe Titus.
Eso es arriesgarse mucho.
Quiere controlar
el negocio del transporte, ¿no?
- Pues claro.
- Bien.
¿Qué le parecería ver sus carros
con grandes carteles...
de "Lazarus Ward,
la elección del gobernador"?
- ¿Le parece posible?
- Lo sé.
Y para reforzarlo, hasta podríamos
aportar un recibo confederado...
con el nombre de Phoebe escrito.
Sólo con eso se quedaría sin contrato
de transporte para el ejército.
Carteret, se le ha ocurrido una maravilla.
- ¿Phoebe?
- Adelante.
Hola.
Veo que tienes los carros listos.
Sí, y hay un conductor de primera
para cada carro de ahí fuera.
Volveré al negocio al amanecer,
suministrando al ejército.
Es una maravilla de sensación.
Ahí tienes una torta.
¿Qué sucede?
Phoebe, el coronel Carleton ordena...
- Anular tu contrato de transporte.
- ¿Anularlo?
Debes presentarte ante él por la mañana.
No dice por qué.
Le he sacado algo a su ayudante.
Han denunciado que llevabas munición...
a los confederados cuando estaban aquí.
¡No es cierto!
- Eso quería oír.
- ¿Quién dice tal cosa?
Es una denuncia confidencial.
- Ahora que me lo has aclarado...
- Sólo hay uno capaz de algo así,
Lazarus Ward.
Quiere el negocio
del transporte para el ejército.
Mi problema es cómo demostrar que miente
sin los confederados aquí.
Si ha sido Ward,
procuraremos que él mismo se delate...
delante del coronel.
Ahora debo volver al campamento
y averiguar si ha sido él.
Te veré en cuanto lo sepa.
Abre la boca y te la atravieso de un balazo.
Levántate. Ve hacia mi casa por esa puerta.
No levantes las manos, haz como si nada.
Deja las botas.
¿Qué mosca te ha picado, Phoebe?
¿Por qué estás en pie de guerra?
¿Dónde está Ward?
No le he visto desde hace rato.
A lo mejor usted puede decirme dónde está.
¿Yo? ¿Por qué iba a saberlo?
Está por aquí lo suficiente para saberlo.
Espera un momento.
Camina todo recto. Encontrarás yesca.
Enciende la vela que hay en la mesa.
Aléjate del revólver.
No estarás tan juguetona por la mañana.
Sabía que eras tú.
Siéntate. Ahí no,
que me envenenarás la torta.
Ponte ahí, deprisa.
Ward, ¿alguna vez has visto
tripas reventadas por una escopeta?
¿Por qué lo dices, Phoebe?
Si mañana me detienen y me envían a Yuma,
la cosa se va a poner difícil.
Sobre todo si tú te quedas
mi negocio de transporte.
No sé de qué hablas.
A lo mejor no recuerdas
haber dicho al coronel Carleton...
que me declaré a favor del Sur
y vendí municiones a los confederados.
¿Yo? Eso es mentira.
Ward, es horroroso
saber que te van a matar.
Pero es mucho peor saber que va a pasar,
pero no cuándo.
¿Qué quieres decir, Phoebe?
¿Sabes escribir?
Un poco. ¿Por qué?
Escribe detrás de ese papel.
Di al coronel de tu puño y letra
que sólo contaste mentiras sobre mí.
No voy a escribir nada.
Como quieras.
Ahora bien, de aquí al amanecer...
voy a descargarte los dos cañones
de esta escopeta.
No sé a qué hora será.
Cuando el dedo empiece a picarme
de verdad.
Pero puedes contar con ello.
Vas a tener dos buenos agujeros
de lado a lado.
Quizá en 10 minutos, quizá en dos horas.
Sólo tienes que ponerte cómodo
hasta que me parezca el momento justo.
No serás capaz.
Aún no estoy lista.
De verdad, Phoebe.
No le he dicho nada al coronel. De verdad.
En fin, mejor será que acabe con esto.
- Prepárate.
- ¡No dispares! Escribiré.
No dispares. Escribiré.
Te ha faltado bien poco.
Coge ese lápiz y escribe lo que te diga.
Coronel Carleton,
no había una sola verdad...
Venga, a escribir.
Ya. Tengo que sentarme tranquilito
y arruinarme la vida con una carta.
Ahora veremos quién va a tener agujeros.
Tira el arma.
- Enciende una luz, Phoebe.
- Qué alegría verte, soldado.
- Te he estado buscando, Ward.
- Ha sido él.
Eso he averiguado.
Sólo pretendía ganarme la vida.
Casi consigo hacerle escribir
una carta al coronel.
A ver, Ward, te lo voy a dejar bien clarito.
No me caes bien y matarte sería un placer.
Siéntate y ponte a escribir o le doy al gatillo
hasta que deje de disparar.
Yo le diré qué escribir.
Lo que tú quieras.
Coronel Carleton,
no había una sola verdad cuando dije...
que Phoebe Titus transportó munición
para los confederados.
Hablas demasiado rápido.
Pues escúchame una vez
y escribe la segunda.
Ahora quiero ordenármelo en la cabeza.
Me lo inventé para librarme de ella
y arruinar su negocio de transporte.
Jamás optó por ningún bando,
sino que fue a la suya.
Y además, coronel Carleton,
soy una canalla de primera.
Sí, así queda claro.
Eso es lo que vas a poner antes de firmar.
Y ahora que ya te has hecho una idea,
a escribir otra vez.
Coronel Carleton,
no había una sola verdad cuando dije...
Mejor quédate esta noche
a vigilar a este canalla...
para poder entregarle con su mensaje
al coronel por la mañana.
Tú mandas.
Ward, te has pasado al dejar así mi torta.
Bajo protección militar,
con el paso de los meses,
Tucson creció rápidamente
y el comercio prosperó.
PHOEBE TITUS - TRANSPORTES
- Listos para partir, señora. 10 carros.
- Bien.
- Recoge a la escolta.
- Sí, señora.
Si los indios hacen algo,
obedece a quien esté al mando.
Muy bien. Hasta pronto.
Adiós, Terry.
Hola, abuelo.
Hola, señora.
Joe, será mejor que te vayas a comer.
¿A que yo sería un desastre
haciendo números aquí?
¿Qué te ha hecho pensarlo?
Voy a dejar el ejército.
¿Te licencian?
En un par de semanas.
Phoebe, lo he pensado y he llegado
a la conclusión de que necesitas a alguien.
Es cierto.
Has tenido más problemas
de los que aguanta una persona.
Y he decidido que es mejor
que los compartamos, del todo.
¿Me estás pidiendo que me case contigo?
Dando un rodeo.
¿Aún hay algo que no te guste de mí?
No, no es eso.
Si algo no me gustara de un hombre,
no soportaría ni verle.
¿Qué te preocupa entonces?
¿Sabes por qué me esfuerzo tanto
con lo del transporte?
Dijiste que para tener
el mejor rancho de Arizona.
Ya tengo las tierras.
Se las compré casi tiradas
a gente que se marchaba.
Ahora sólo tengo que construir y regar.
Yo sé algo de ranchos.
¿Distingues el buen ganado cuando lo ves?
No es difícil.
- ¿Has visto por aquí?
- No.
Peter, voy a serte sincera.
Nada me gustaría más
que te vinieras al rancho...
como mi marido.
Vaya, me alegro.
En cuanto me hagas un recadito.
- ¿Un recado?
- Sí.
Quiero que vayas a Nebraska,
escojas 500 de las mejores cabezas
de ganado del este y te las traigas.
¿Un recado?
El ferrocarril no tardará en llegar
a esta parte del oeste.
Traerá más gente de la que se puede contar.
Mineros, miles de familias americanas
de verdad.
Y yo voy a estar preparada...
con la mejor ternera
y las mejores vacas lecheras del territorio.
Nebraska.
La guerra aún no ha llegado a Nebraska.
Tiene que haber hombres
que salieran del este con su ganado...
antes de que empezara el follón.
Quiero que escojas
500 de las mejores cabezas.
Madre de Dios.
Dejo el ejército para sentar cabeza,
y lo primero que haces
es enviarme de luna de miel con 500 vacas.
¿Y quién dice que no estarán
en guerra en Nebraska...
cuando llegue?
Cuando vuelva el pagador del ejército,
cobraré 15.000 dólares en total.
Te los voy a dar a ti,
hasta el último centavo que tengo,
para que hagas posible el sueño
que tuve desde que llegué a Arizona.
Ese dinero es nuestra vida juntos,
nuestro futuro.
Voy a confiártelo.
¿Quién ha dicho que vaya a ir?
Irás.
Sí, iré porque un hombre enamorado
de una mujer no está en su sano juicio.
Ha sido bonito lo que has dicho...
de nuestra vida juntos, nuestro futuro.
Tú eres quien puede hacerlo posible.
Pero ahora mismo
voy a salir a echar un trago...
de ésos que sientan como una coz de mula.
A lo mejor así deja de darme vueltas
la cabeza.
¡Un recado!
PAGADOR - EJÉRCITO DE EE.UU.
VALES DE INTENDENCIA
POR SUMINISTROS DE CIVILES
PAGADEROS AQUÍ
Espero que el pagador
no se quede sin dinero.
Me deben 200 jamones.
Visto el dineral que se ha llevado Phoebe,
podría quedarse sin blanca.
Buenas tardes, sargento.
¿Ayudando a tener la ciudad en calma?
Sí. La última noche en el ejército
y me ha tocado patrullar.
Juez, ¿le ha cuidado bien Johnny?
No me quejo, Sol.
- Buenas, soldado.
- Juez.
Parece un chaparrón de Arizona.
¿Le importa que me refugie con usted?
Sigue siendo un país libre.
Señor, siempre me alegro
cuando su pagador militar llega a la ciudad.
El gobierno paga lo que debe a la gente,
los soldados se gastan la paga...
y toda la ciudad se beneficia o emborracha.
Según le recuerdo,
debería estar de juerga con los peores.
No, he cambiado, soldado.
El corazón me dio un susto
y me he vuelto un chupacirios.
Llevo seis meses sin beber,
y hasta la Srta. Phoebe me trata bien.
A los rancheros les irá bien esta lluvia.
Es buenísima.
Warner, usted ha vivido mucho tiempo
en Tucson.
¿Se desmadran mucho...
al celebrar la llegada
del pagador del ejército?
Nada, unos cuantos disparos y tal.
Es buen momento para tener el dinero
en un banco de San Francisco.
Yo sólo he sacado
para gastos de funcionamiento.
Intenté decir a Phoebe
que dejara el suyo en depósito.
Bueno, quizá la lluvia
mantenga las cosas en calma.
Creo que ya me toca dormir.
Buenas noches.
Buenas noches.
Ya está. La he visto
meter el dinero en la caja fuerte.
Carteret, no veo claro lo de volar la caja.
Hará mucho ruido.
Intente sacarle la llave.
Se supone que estos hombres
son bandidos mexicanos, no deben hablar.
- Es que pensé...
- Le tengo dicho que deje de pensar.
Coged lo de la caja, dirigíos a la frontera
y volved dando un rodeo.
- ¿Queda claro?
- Clarísimo.
- Bien, largaos.
- ¡Eso, largaos!
En fin, lo que faltaba.
¿Por qué no esperaste
a que te diera el dinero el pagador mañana,
conmigo ya fuera del ejército?
¿Qué ha pasado, Phoebe?
Joe, ve al puesto militar.
Di que unos bandidos mexicanos
acaban de robarme 15.000 $ .
Maldita sea.
¿Hacia dónde han ido?
Hacia Sonora, a saber dónde acabarán.
- Corre, Joe.
- Sí.
¿Por qué no sales tras ellos?
No hay quien siga su rastro.
Llueve a cántaros.
No quedará ni una sola huella.
En fin, más vale
renunciar al viaje a Nebraska.
Buenos días.
- Ah, hola.
- ¿Tiene un momento?
Claro.
Joe, es mejor que te vayas a comer.
- Siéntese.
- Gracias.
Hace tiempo que no le veo por aquí.
He estado fuera bastante tiempo,
estudiando propiedades mineras.
Me he enterado de lo del robo, lo siento.
De nada vale lamentarse.
Srta. Phoebe,
no quiero parecer entrometido,
pero varias personas me han dicho
que a causa del robo...
se encuentra en una posición difícil
respecto a ciertos planes que tenía.
Bueno, supongo que no es ningún secreto.
Hablando claro,
me he quedado con cara de tonta.
Se dice que le gustaría traer
ganado criado en el este.
¿Qué, también le parezco una loca?
Mi opinión es ésta.
Una mujer con tanta fe en sí misma
y en el futuro de este territorio...
me parece mejor inversión
que una mina de cobre.
Le prestaré todo lo que necesite.
¿Quiere decir
que me prestará 15.000 dólares?
15.000 j 20.000,
al interés que le parezca justo.
- ¿Le parece bien el 6%?
- Desde luego.
Pondremos su equipo de transporte
y su rancho como garantía.
- Si le parece demasiado...
- No, es justo.
Redactaré el documento y traeré el dinero.
Será cuestión de minutos.
Sr. Carteret, no sé como darle las gracias...
No hay de qué.
Les deseo mucha suerte
a usted y a su soldado.
- ¿De dónde lo has sacado?
- De Carteret.
- ¿Por qué acudiste a él?
- No, él acudió a mí.
- Sé que no te cae bien, Peter...
- ¿De dónde ha sacado 15.000 dólares?
Vino para invertir en propiedades mineras.
Acudió él a ti, ¿eh?
Entró sin más y te ofreció el dinero.
Sí.
¿Cuánto has tenido que dar por él?
El 6%. Y he puesto...
lo del transporte y el rancho como garantía.
Quizá si lo hubiera pensado un rato,
no habría aceptado el préstamo.
Pero era la única oportunidad de obtener
lo que estaba perdido, así que la aproveché.
En fin, supongo que sabes lo que haces.
Pero por las cositas que he averiguado,
me parece que hay gato encerrado.
¿Por qué?
Phoebe, te vas a casar conmigo, ¿no?
- Sí.
- Y si te digo que es gentuza...
sin poder demostrarlo,
¿por quién tomas partido?
- Ya conoces la respuesta.
- Muy bien.
De todos modos,
nos ha dado lo que queríamos.
Habrá tiempo de sobra para averiguaciones
cuando vuelvas de Nebraska.
Sí. Será mejor que me prepare,
porque cuanto antes me vaya, antes volveré.
Y entonces me enteraré de todo.
- ¿Lo ha hecho?
- Sí.
Si Muncie no regresa a Arizona
con el ganado,
nos quedaremos con el negocio
de transportes y las tierras de Phoebe.
Si regresa, habrá un ataque indio
antes de que llegue a Tucson,
y nos quedaremos igualmente
con todo lo que tiene.
Y todo con su propio dinero.
Sí, querido mío. Así se ha hecho.
Bueno, ya estoy.
¡Vaya!
Ah, lo ha hecho Teresa
especialmente para tu partida.
Así que no hay
por qué hacer más comentarios.
Bien.
Sale una patrulla de reconocimiento.
Es buena compañía
hasta el campamento Bowie.
- A partir de ahí...
- Estoy tranquilo.
Igual he estado protestón
por el lío en el que me he metido, pero...
creo que voy a disfrutarlo.
Lo sé.
No sueltes ese dinero.
No me va a dejar descansar,
pero dormiré con él todas las noches.
Te he comprado una cosita para el viaje.
Puede venirte bien
viajando solo tanto tiempo.
Caray.
- No había visto un fusil tan bonito.
- Es un Henry.
Lo importante es que dispara
16 cartuchos de casquillo sin recargar.
¿Dieciséis?
Esta caja está llena de cargadores.
Sólo tienes...
que vaciarlos en el arma
y ponerte a disparar.
Hay más balas en ese paquete.
Phoebe, no esperaba algo así.
El rancho estará listo cuando vuelvas.
Todo lo que gane con el transporte
irá a la construcción.
Allí hay buen adobe para ladrillos,
la mano de obra es barata.
- Parece que vas en serio.
- Así es.
Vamos a tener
el mejor rancho ganadero de Arizona.
Ojalá pudiera olvidar que eres mujer.
Te dejo aquí sola.
Si topas con algún problema, guárdamelo.
Y si resulta que ves
que no me equivoco con ese petimetre,
no digas nada hasta que yo vuelva.
Hagas lo que hagas,
no hables fuera de lugar.
Tendré cuidado.
Imagino que el viaje
será cosa de seis meses,
comprar el ganado
y reunir buenos brazos para traerlo,
pero no te preocupes.
Peter.
Madre de Dios.
- Qué maravilla.
- Venga, lárgate.
Los soldados ya estarán de vuelta
antes de que hayas salido.
- Phoebe, ¿podría...?
- Que te largues.
Todo estará esperándote.
Ya nos veremos, cariño.
Quiero tela para cortinas, 13 metros,
del mejor chintz que tengas.
Y todos los platos de porcelana
que puedas conseguir.
Phoebe,
no me importa vender todas las cosas
que has encargado estos meses,
pero ¿por qué sigues gastando
cada dólar que ganas en ese rancho?
Dije a Peter que estaría listo a su vuelta.
Además, ¿qué mejor lugar en que gastarlo?
Sólo quiero decir
que cualquiera con tantas deudas como tú...
debería llevar cuidado con los gastos.
Sobre todo si el acreedor
es alguien como Carteret.
¿Por qué dices "alguien como Carteret"?
Pues no sé concretar
por qué no me fío de él,
pero en la ciudad no falta gente
que desconfía de él.
¿Por qué?
Supongo que ante todo
porque no parece ganarse la vida con nada.
Y últimamente se le ve mucho con Ward.
Sí.
Peter me avisó sobre Carteret
hace mucho tiempo.
Supongo que sabía lo que decía.
¿Qué decía?
Olvídalo.
Procura enviarlo todo a mi casa
a principios de semana,
porque ya estará lista para entonces.
Bien, yo mismo llevaré la última carga.
- Quiero ver como va la casa.
- Estupendo.
Oye, estate pendiente
de los exploradores del ejército...
por si viene ganado hacia aquí.
Teresa.
Aquí llega Sol con otra carga.
Que un par de hombres la metan en casa,
por favor.
Llevadla por detrás.
- Hola, Sol.
- Hola, Phoebe.
Ahí tienes la última carga.
- Creo que con eso está todo.
- Gracias, Sol.
- ¿Alguna noticia de los exploradores?
- Aún no.
El ganado se acerca,
me lo dicen los huesos.
Bueno, ¿qué te parece la casa ahora?
No podría estar mejor.
El resto de los frutales se plantan hoy,
todo lo que rodea la casa.
Ya sólo falta
colocar los muebles en su sitio...
y el olor a buena comida en la cocina.
Oye, qué bien suena.
- Ese árbol es muy útil, ¿a que sí?
- Supongo.
¿Para qué?
Es agradable tener buena sombra...
para que un hombre se refresque del calor...
y vea su ganado pastando en el valle.
Ese hombre, ¿eh?
Sí, ése.
Oye, ¿no estaría bien...
que dieras tú a luz
al primer niño americano de Arizona?
¿Por qué no?
Pues supongo que...
¿Qué quiere ése?
Ojo, Phoebe, no ha hecho nada malo
hasta que haya pruebas.
Tranquilo.
- Buenos días.
- Hola.
- Buenos días.
- ¿Alguna noticia del Sr. Muncie?
- No.
- Qué lástima.
No hay por qué preocuparse.
Siento no estar de acuerdo con usted.
¿A qué se refiere?
- El préstamo vence mañana.
- ¿Mañana?
No recuerdo que fijara ninguna fecha.
Aceptó el dinero bajo esas condiciones.
Lo mismo me da.
No puedo pagarle tan pronto.
Usted sabe que no puede pagarle ahora.
Encaja perfectamente
con lo que he imaginado acerca de usted...
y sus negocios.
Srta. Phoebe, me ha acusado de algo.
¿De qué?
Justo de lo que piensa.
Me debe una respuesta directa.
¿No le parece, Warner?
Nunca se ha escudado
en su condición de mujer,
¿a que no, Phoebe?
Da igual. Tengo un hombre
que responde por lo que yo diga.
Me parece bien.
- Dígalo.
- De acuerdo.
Creo que una mujer que toma
prestado el dinero que le han robado...
es tonta de remate.
No está lo bastante claro.
Usted no tenía los 15.000 $
hasta que me los robaron. ¿Está claro así?
Sí.
Carteret, tenga en cuenta
el disgusto de Phoebe por...
No se moleste.
Me ha llamado ladrón...
alguien a quien traté de ayudar.
Muy bien,
mañana me quedaré esta propiedad...
y exigiré una reparación del Sr. Muncie,
si regresa.
¡So! Para el carro.
Ya está, sigue.
Di a Mano que lo importante
es quitarle el ganado a Muncie.
- Sí, señor.
- Necesitará unos 50 indios.
Imbécil. Los hombres de Muncie saben
luchar, por eso han llegado hasta aquí.
- Di a Mano que necesitará 100 guerreros.
- Sí, señor.
Oye, Phoebe,
dice un explorador que hay una manada
acampada a medio día al este de aquí.
- ¿De cuántas cabezas?
- De 500 a 600.
¿Ha dicho el explorador si era la de Muncie?
No, pasó muy deprisa.
Tiene que ser él.
- ¿Adónde vas?
- En su busca.
¿Por el territorio indio?
Tú no te vas de aquí sin escolta militar...
- Aunque tenga que atarte.
- Dime, ¿qué va a hacerme daño ya?
Entonces te acompaño.
No. Esto es cosa mía. Sólo mía.
Lo has conseguido.
- ¿Son estas reses de Muncie?
- Sí.
¿Dónde está?
Ahí tienes tus vacas.
¿Cuántas has perdido?
Salimos con 506 y ya hay 520,
contando a los becerros.
Parecen algo demacradas.
Podría decirse que han caminado un ratito.
¿Mucho follón durante el viaje?
Tres ataques de los sioux
y uno de los apaches.
No me pesa que haya acabado.
Y yo diciendo que el viaje había acabado.
Van por el ganado.
- Perderemos el ganado, luchemos.
- Será inútil.
Tenemos una oportunidad.
Que los de este lado
se adelanten al ganado...
e intentaremos lanzarlo en estampida
contra los indios. Corre.
Poneos delante del ganado.
Vamos a dirigirlo contra los indios.
Oye, tiene que haber sido todo un recado.
Vaya, por fin admites
que no me enviaste a por un carrete de hilo.
Sí.
El ganado se merece un buen descanso.
Mejor que tengas el rancho a punto.
Lo está,
si logramos conservarlo.
¿Qué ha pasado?
Carteret puso vencimiento al préstamo.
- Se lo va a quedar todo.
- Conque sí, ¿eh?
No estando yo cerca.
Me ha sobrado tiempo para pensar
durante el viaje,
y he decidido que Carteret
está detrás de todo lo que te ha pasado.
Últimamente se le ha visto mucho con Ward.
Toda la ciudad se ha dado cuenta.
Eso me da la razón.
Me juego este ganado
a que ellos te robaron los 15.000 dólares.
Espero que puedas probarlo deprisa,
porque ya nos hemos metido
en un lío hablando.
Te dije que callaras hasta mi regreso.
Lo sé, pero...
cuando Carteret se presentó ayer
para cobrar,
perdí la cabeza.
¿Qué dijiste?
Le llamé ladrón.
Dijo que si no fuera mujer,
no me atrevería a decirlo.
¿Y qué?
Le dije que tenía un hombre
que respondería por mí.
Es cierto. Es lo que debías decir.
Sólo quería una excusa
para liarse a tiros contigo.
Ahora la tiene. No se sabe qué va a pasar.
Sí.
No te pongas a buscarte problemas.
Lo importante es pensar
en como conservar el rancho.
Temía que las cosas se pusieran aburridas,
pero con Carteret buscándome,
va a pasar de todo
en cuanto lleguemos a Tucson.
Vamos.
Delante hay una salida
que pasa junto al rancho.
¿Salida?
Señora, vamos a llevar el ganado
hasta Tucson...
para que lo vea toda la ciudad.
- No.
- Sí.
Ponedlo en marcha.
Burro de jefe indio.
Con tantas armas, va y deja pasar a Muncie.
El listo siempre es usted. ¿Qué hacemos?
Tendré que ocuparme del Sr. Muncie
ahora mismo.
No puede disparar desde aquí.
- Se enterarían todos.
- Calle.
Pero usted...
Ahí están.
Ojalá hubieras elegido un modo
más seguro de fardar de ganado.
- Ten los ojos bien abiertos.
- Sé lo que hago.
- Buen trabajo, Muncie.
- Gracias, Bart.
Nos pondremos a celebrar
en cuanto pongáis fecha a la boda.
Pues elige la que quieras,
pero que no pase de mañana.
- ¿Vale?
- Sí, venga, sigamos.
Tú puedes ser el padrino de la boda, Sol,
y tú el mío, Bart.
Espero que no lo estropee un tiroteo.
- ¿Adónde vas?
- A por Carteret.
Es bueno momento para ajustar cuentas.
¡Espera!
Tu recado no concluye hasta que lleves
el ganado al rancho, eso va primero.
- Oye, Phoebe...
- Lo personal, después.
Acabemos lo que estamos haciendo.
Uno no puede ni escoger
cuándo irse a cazar canallas.
¿Por qué no nos quedamos el rancho
antes de que reúnan el dinero?
Y lo vendemos
por más de lo que nos deben.
Silencio.
Ahí está.
¡Espere!
Yo tengo algo que decir, soy su socio.
Sí, no lo había pensado...
- Sigue siendo mi socio.
- El tiroteo no servirá de nada.
Ward, por fin ha usado el cerebro.
Tiene razón. Un tiroteo no servirá. No.
Vayámonos de la ciudad por un tiempo,
por si Muncie se pone a buscarme.
Entonces, cuando volvamos, podremos
quedárnoslo legalmente, tal como sugiere.
Últimamente me altera tanto
que me sorprende que pueda pensar nada.
Sin embargo, dentro de poco...
no tendrá que preocuparse por nada, socio.
¿Seguro que redactó bien el documento?
¿Podemos exigir la garantía o el dinero...
- Sin tener que ejecutar ni nada?
- Se puede.
- ¡Deje de hablar así!
- Está levantando la voz, Ward.
No me gusta.
Pues deje de comportarse raro.
Ya no sé si está esperando
a pegarme un tiro por la espalda o qué.
Soy un hombre de palabra.
Yo no disparo a nadie por la espalda.
Y no he olvidado
que me aceptó como socio...
cuando no tenía
ni un centavo en este mundo.
Eso significa mucho para mí, Ward.
Quería que supiera que se lo agradezco,
aunque suelte un chistecito
de vez en cuando.
No pasa nada.
Romperemos nuestra sociedad
si así lo quiere,
pero seguiremos siendo
muy buenos amigos.
- ¿Verdad?
- Claro que sí.
Lamento haberme comportado así.
Pero es que me han pasado tantas cosas...
que supongo
que me estoy volviendo desconfiado...
El siguiente es usted, Sr. Muncie.
- ¿Quién ha sido?
- Muncie.
¿Qué le has dicho?
Se comportaba
como si lo supiera todo de nosotros.
Tenía que responder preguntas sin parar...
o me habría matado.
¿Qué le has dicho?
Lo del robo a Phoebe,
el trato con los indios,
todo.
- Si no te vas de la ciudad en 5 minutos...
- Me voy.
¿Y Timmins y Longstreet?
Se han largado en dirección a Yuma.
- Eres la única prueba que tiene Muncie.
- Lo sé.
Mi caballo está fuera. Venga.
Claro. No me cogerán. ¿Dónde está Ward?
Andando.
Hará falta mucho espacio para la boda.
- Vendrá gente en 80 km a la redonda.
- Sí.
Bebida y baile gratis,
y montones de competiciones.
Caballeros.
Esta boda de Phoebe Titus y Peter Muncie...
tiene algo de religiosa.
Y yo diría que las celebraciones
deberían guardar cierto decoro.
O sea, ¿que toda la ciudad
no debería emborracharse a la vez?
Sólo hay una forma de hacerlo.
Empezando la fiesta en cuanto amanezca
y que siga...
- Hasta que la ciudad reviente.
- Así se habla.
¡Vaya celebración si no se celebra nada!
- ¡Sí!
- Amigos, esos tiempos se acabaron. Nos...
Vaya, Muncie,
parece que nos has pillado
preparando tu boda.
Sí.
No pretendo interrumpirles, caballeros,
pero me pregunto si alguno puede decirme
dónde encontrar a Carteret.
- Podría estar en el bar de Ward.
- Ya he estado.
Ahora que pienso, hoy no le he visto.
¿Y vosotros?
- No.
- No.
He estado ocupado desde mi regreso,
y todos sabréis lo que he averiguado
cuando sea el momento.
En esta ciudad hay una manada
de canallas sin derecho a vivir,
y cuando acabe con el jefe,
haced lo que queráis con los demás.
De Jeff Carteret me ocupo yo.
Si esta boda llega a celebrarse,
va a ser casi histórica.
Buenos días, José.
Da la vuelta al carro, ¿quieres?
La señorita estará lista enseguida.
Es un día especial, así que lleva tiempo.
Esperará, ¿no?
Supongo que es lo que toca.
Me voy corriendo a la plaza...
a comprar flores
para echárselas a los novios.
- ¿Nos vemos allí?
- Me fijaré.
Hola, cariño.
Ya veo que has ido directo
a la sombra del árbol.
¿Te parece bien colocado?
Mejor que hecho a encargo.
Así fue.
Vaya, ¿qué te parece?
Phoebe, puede que no sea la boda
que esperábamos.
¿Por qué?
Carteret está dispuesto a dar guerra...
en cuanto nos casemos.
Igual no fueron más que palabras.
Han pasado muchas cosas.
Ward ha muerto,
y Carteret ha matado a Haley.
Estará haciendo limpieza...
para que no quede nadie
que hable en su contra.
Tú incluido.
Teniendo en cuenta que tengo pensado
lo mismo para él, por mí bien.
Peter, ¿por qué no te ocupas de esto
de forma legal?
Acude a un juzgado antes de que sea tarde.
Te acabo de decir que ha matado a Haley,
mi único testigo.
Pero ¿por qué jugártelo todo
por un duelo personal?
Tenemos que pensar en nosotros.
Podemos impedir que dé problemas
si pedimos ayuda.
Phoebe, ¿no decías que tenías un hombre
que respondiera por ti?
Perdona, lo había olvidado.
Vamos.
Yo empecé este lío,
lo empecé hablando como una vieja.
Ponte derecha.
Se supone que el hombre eres tú.
Ya no.
No te preocupes, cariño.
Mucho mejor.
Gracias, José.
Menudo panorama.
Asegurémonos de volver a él juntos.
En fin, hay que admitir
que vale la pena luchar por él.
Ya llegan. Cambiad la música, vamos.
¡Conciudadanos!
Éste es el acontecimiento más importante...
de la historia del territorio de Arizona.
La boda de la primera americana
que llegó aquí...
que señala el avance de la civilización
hacia el oeste,
prácticamente nos da
la categoría de metrópoli.
¿Qué pasa ahora?
Ha comenzado la boda.
Siga.
Peter Muncie,
¿tomas a esta mujer como legítima esposa,
para protegerla como un hombre,
en la salud y la enfermedad mientras viváis?
Sí.
Phoebe Titus,
¿tomas a este hombre
como legítimo esposo...
y prometes estar a su lado
por mal que se pongan las cosas...
mientras viváis?
Sí.
¿Quién es el padrino?
Yo.
Tienes el anillo, ¿verdad, Bart?
Siendo así, ordeno a Peter Muncie...
poner el símbolo...
de lealtad eterna...
en la bella mano de su bienamada...
y a decir conmigo:
Con este anillo, yo te desposo.
Con este anillo, yo te desposo.
Te adoro con toda mi alma.
Te adoro con toda mi alma.
Y a ti encomiendo
todos mis bienes materiales.
Y a ti encomiendo
todos mis bienes materiales.
A consecuencia de lo cual,
yo os declaro marido y mujer.
Enhorabuena.
Ha terminado.
Ya están casados.
Pobre Phoebe,
novia cinco minutos.
Fuera.
En fin, supongo
que estaréis ansiosos por iros.
Sí, en cuanto estemos...
Warner, ¿te importaría abrir la tienda...
para que me espere en ella mi mujer?
Como quieras.
Peter, yo...
Hasta luego, cariño.
Mejor quedaos donde estáis.
Vamos, Sol.
Damas y caballeros,
es un día de celebraciones. Pásenlo bien.
Música, amigos. Música.
Necesito...
unas cosas para el rancho.
Ya que estoy aquí, haré el pedido.
- Phoebe, ¿no crees que...?
- Por favor, apunta el pedido.
Un saco de harina de 45 kilos,
cuatro jamones de Pete Kitchen...
y...
23 kilos...
23 kilos de azúcar...
del mejor que tengas.
Phoebe,
¿no tendrías que prepararte por si acaso?
Mi marido me ha dicho que me vería aquí.
¿Has apuntado el azúcar?
Ya estoy, Phoebe.
Sol, envía esas cosas a mi casa
en cuanto puedas, ¿quieres?
Hoy mismo las tendrás, Phoebe.
- Gracias por la boda, chicos.
- Sí, gracias.
Te curaré la mano
en cuanto lleguemos a casa.
Qué mujer,
todo hierro desde el moño hasta las tripas.
Y él tampoco es ningún gallina.
Bueno, yo diría
que este territorio tiene mucho futuro.
Sí, señor, mucho futuro.
José.
- En fin, hemos vuelto.
- Sí.
Maldita sea, Peter,
si estar enamorada es esto,
me alegra que sólo vaya a pasarme una vez.
Fin