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JASÓN Y LOS ARGONAUTAS
¿Y bien?
Zeus...
Rey de los dioses de los griegos.
Escribe en las cenizas
para que yo lea el futuro.
Veo... un árbol enorme
en el fin del mundo.
De sus ramas cuelgan la cabeza
y el pellejo de un carnero.
Brillan y relucen porque son regalo
de los dioses. El vellocino de oro.
No hay tiempo para acertijos.
Háblame de esta noche.
Pelías, esta noche vencerás,
derrocarás el reinado de Tesalia.
Matarás al rey Esón
y ceñirás su corona.
Todo esto harás sin temor,
por ser mandato de Zeus.
Si Zeus me protege,
no la necesitaré.
Será ofrenda a los dioses.
También está escrito que aunque
ganes el trono de Esón, -
- lo perderás, por orden de Zeus,
a mano de un hijo de Esón.
- Esón no tendrá hijos.
- Tiene tres.
Dos hijas, Filomela y Briseis,
y un hijo, Jasón.
Los tres morirán
esta noche con su padre.
Hera, reina de los dioses, protege
a esta niña, mi hermana Filomela.
Y si yo, Briseis, fuera digna,
concédeme tu protección.
- ¿Eres la hija de Esón?
- ¡Silencio! Está orando.
Por su hermana
y por su padre asesinado, Esón.
- ¿Eres sacerdotisa?
- Sirvo a los dioses.
- ¿Briseis ha acudido a Hera?
- Así es.
- ¿Escuchó ella su plegaria?
- Sí.
Entonces reza por mí.
- Es la voluntad de Zeus.
- No, es tu voluntad.
Zeus te ha dado un reino.
El resto será obra tuya.
Los dioses te abandonan.
Vendrá un hombre de una sandalia.
- Y ningún dios te protegerá.
- ¿Un hombre de una sandalia?
El hijo que se te ha escapado.
Jasón.
¿Por qué no me contaron
toda la profecía?
¿Por qué me hizo Zeus matarla,
si sólo preciso matar a Jasón?
Zeus no induce a los hombres
a obrar así. Lo hacen solos.
Para que los dioses les conozcan
y los hombres se vean a sí mismos.
Matar a Jasón no servirá de nada.
Mata a Jasón y te matarás.
Zeus, esposo mío, ¿ordenaste
la profanación de mi templo?
Fue Pelías. No le bastaba
con ganar el trono de Tesalia.
Intento evitar su pérdida,
la cual yo había ordenado.
Sé que se te ha ofendido.
Pero conténtate.
El niño Jasón escapó y te vengará.
- ¿Cómo?
- Nunca me ocupo de los detalles.
Por eso ha muerto una joven
y mi templo ha sido profanado.
- Quiero ayudar a Jasón.
- No. Puedes ayudar a Filomela.
- Lo demás es cosa de hombres.
- No, quiero ayudar a Jasón.
Como quieras.
¿Cuántas veces
te invocó Briseis por tu nombre?
- Cinco.
- Pues ayuda al hermano cinco veces.
Puedes ayudarle cinco veces
a derrocar a Pelías.
Es mi última palabra.
Faltan 20 años para que Jasón sea
un hombre. En Olimpo, un instante
Pero 20 largos años para Pelías.
Recorre cauteloso
los caminos de Tesalia.
Sí, Pelías. Has tenido años
para esperar al hombre -
- que vendrá a matarte.
El hombre de una sandalia.
- Te debo la vida.
- Fue una forma de vadear el río.
- Pero perdí una sandalia.
- ¿A dónde te diriges?
- Al palacio del rey.
- ¿Pelías?
- Pelías de Tesalia.
- Puedo indicarte el camino.
Pero primero, acepta
la hospitalidad de mi campamento.
Toma asiento.
- No me has dicho tu nombre.
- Soy Jasón, rey de Tesalia.
Me rescataron
y crecí en el exilio.
- He vuelto a reclamar mi trono.
- Llevo 20 años esperándote.
Pelías ha transformado mi reino, -
- que era orgullo de Grecia,
en un país salvaje y cruel.
Cuando vuestro padre defendía
el trono, nadie luchó tanto como yo.
Ahora luchar no será suficiente.
Podría matar a Pelías.
Pero el pueblo necesita algo más.
Ya no confían en los dioses.
Hace falta un milagro.
Oí hablar de un árbol con
un vellocino de oro en sus ramas.
Yo también. Y muchos otros.
Dicen que es regalo de los dioses.
Tiene la virtud de sanar,
traer la paz y desterrar el hambre.
Si pudiera traerlo a Tesalia,
alentaría al pueblo -
- y borraría los años
de mal gobierno.
Mi reino será tan rico como antes
de que Pelías matara a mi padre.
Jasón, sigue mi consejo.
Busca el vellocino de oro.
No te descubras ante Pelías.
Construye una nave, busca hombres.
Cuando tengas el premio, -
- entonces, sólo entonces,
regresa y mata a Pelías.
Y ahora, descansa.
Mi gente está a tu servicio.
Padre, ¿por qué le dejas con vida?
Acasto, si le destruyo,
me destruiré a mí mismo.
Mientras busca el vellocino
estará en el fin del mundo.
- Y yo estaré a salvo.
- ¿Y si lo encuentra?
Tú estarás allí.
¿Viniste a orar a los dioses, Jasón?
Si así fuera,
no habría elegido a un dios caído.
Sólo es una estatua.
Los dioses discuten a veces,
hay vendavales, caen templos.
- Hermes...
- ¿Sí?
No, digo que la estatua
es del dios Hermes.
Ah, sí. El inspirador de sueños
y el merodeador nocturno.
Jasón...
Ningún hombre puede decirte
cómo encontrar el vellocino.
¿No es hora
de preguntarle a los dioses?
Si no escuchan a los creyentes,
¿escucharán a un no creyente?
- Ven conmigo.
- ¿Para qué?
Para que creas.
Y obtengas respuesta.
Tú ganas, mi señor. Me refiero
a la batalla, no a la guerra.
Esas aguas
son poco profundas para una galera.
Hera,
has de aprender a ganar sin trampas.
O al menos, a perder con decencia.
- Te saludo, Hermes.
- Te saludo, Zeus, mi señor.
- Parece que falta una pieza.
- Quizá yo pueda ayudar.
Bienvenido al Olimpo, Jasón.
Jasón en el Monte de Olimpo,
al fin.
Nadie invoca a los dioses
a menos que quiera algo.
Hicimos que vinieras aquí.
No creía que los mortales
pudieran pedir ayuda a los dioses.
- Y menos aún visitarlos.
- Al menos eres sincero.
Que es más de lo que se puede decir
de casi todos los mortales. ¿Y bien?
- ¿Un navío? ¿Tripulación?
- No, eso lo encontraré yo.
- ¿Y que emplearás en vez de oro?
- El corazón de los hombres.
Soy Hera,
tu protectora en este viaje.
Pero Zeus ha puesto un límite
a mi número de ayudas.
No hables. Sé lo que preguntarás.
¿Existe el vellocino de oro?
¿Dónde está?
- Eso son dos preguntas.
- Sólo le daré una respuesta.
- Busca en tierras de Cólquida.
- Entonces existe.
Pero Cólquida es el fin del mundo.
Ningún griego llegó hasta allí.
Ahora que lo sabes,
¿seguro que no quieres mi ayuda?
Piénsalo bien. Le he ofrecido
una nave y una tripulación.
- Pero los ha rechazado.
- ¿Rechaza la ayuda de los dioses?
¿Qué nave llegaría tan lejos?
¿Hay tripulación tan valiente?
Les diré a los armadores que la
carga más preciada está en Cólquida.
Que sólo la nave más sólida
que se construya logrará llegar.
Los atletas griegos son orgullosos.
Sólo los mejores me seguirán.
Convocaré juegos.
Invitaré a los griegos más bravos.
Nunca habrá habido juegos mejores.
A menos que los dioses se opongan.
Hice bien en escogerte.
Aquellos que requieren la menor
ayuda, sirven mejor a los dioses.
Bienvenido, Peleo.
Cástor de Esparta.
Acasto de Tesalia.
Muy bien.
Teseo de Atenas,
campeón arquero de Grecia.
Anfión de Tenaro.
Espiro de Siracusa.
- ¡Hércules!
- ¡Aquí está!
Quiero navegar contigo.
¿A quién debo vencer?
A nadie.
Sé que puedes vencernos a todos.
Hércules... sí.
- Hércules.
- ¿Sí?
Soy Hilas.
Llegué tarde para los juegos.
Pero si puedo derrotarte en algo,
Jasón tendrá que aceptarme.
Después de todo, hará falta cerebro,
además de musculatura.
¿Nos enfrentamos?
¿El disco?
Vamos.
¿Ves aquella roca?
Ningún discóbolo la ha alcanzado.
¿Se trata de darle o de pasarla?
- No llegarás a medio camino.
- Después de ti.
Nunca he lanzado el disco.
Quiero ver cómo se hace.
Que Hilas tenga un momento triunfal.
- Habrá un lugar para ti.
- Viva Hilas.
Tengo la mejor tripulación. Ahora,
a por una nave que los merezca.
- ¿Argo? ¿Argo?
- ¿Quién es?
- ¿Eres tú, Argo?
- ¿Quién anda ahí?
- Soy Jasón.
- Sube a bordo.
- Así que has vuelto.
- Es una nave muy bonita.
Sí. Es muy bonita.
Lista para zarpar.
Hay que bautizarla.
La llamaré El Argo, por el armador.
¿El Argo?
Quizá cambies de idea
al ver el mascarón.
- ¿No está a proa?
- A popa.
Pero se supone
que vigila las aguas que llegan.
¿Y qué quieres que haga?
Algo me hizo ponerla aquí.
Hera, la reina de los dioses.
- ¿Qué?
- Nada.
- ¿No te molesta aquí?
- No.
A mí tampoco. Siento
que nos protege amistosamente.
- ¿Cuándo zarpamos?
- Mañana.
- No la desperdiciéis.
- Dará lo mismo.
Que descanse. Necesitamos agua.
No podemos con tres tragos por día.
- Hazme caso. Vuelve a Yolcos.
- Perderemos cinco días.
No tenemos agua
para llegar hasta Yolcos.
Tranquilo. A mí no me hará caso.
Pero si escuchara a alguien.
¿Siguen las quejas?
Los marinos siempre rezongan.
Tienen razón para quejarse.
Nada de agua, manos con ampollas.
Deberían usar salmuera.
Curte la piel.
Ve a ponérsela. Yo tomaré el timón.
Hera... dijiste que me ayudarías
un cierto número de veces.
- Me dijiste lo de Cólquida.
- Y tiré a Pelías de su caballo.
¿Pelías?
Así que ese era Pelías.
Sé lo que necesitas.
Lárgala y pon rumbo norte.
Llegarás a la Isla de Bronce
a mediodía.
- Nunca oí hablar de ella.
- Ningún mortal la conoce.
Hefestos vivió allí
construyendo armas para Zeus.
No temas. Ya no está.
Me ocuparé de que arribes allí
pero escúchame bien.
Toma el timón.
Largad la vela.
Llegaremos a tierra al mediodía.
Allí podréis llenar la panza.
Podéis traer comida y agua
pero nada más.
Absolutamente nada.
- ¿Eso incluye a las mujeres?
- Sí.
Si hay una chica de muslos firmes
y corazón cálido, nadie me detendrá.
- Talos te detendrá.
- ¿Es un hombre que busca pelea?
No se trata de un hombre.
Comida y agua, nada más.
Jasón, ¿quién te habló de esta isla?
La diosa Hera.
Vira a babor.
Mantén el rumbo.
Aferrad la vela.
Desembarcad por comida y agua.
- Cabras, buenas navegantes.
- ¿Cabras?
- ¿Qué pasa con las cabras?
- Algunos tenemos hambre y sed.
Vamos.
Una para el asador.
¡Hércules!
- ¿No es uno de los Titanes?
- Puede. Da la talla.
¿No habló Jasón de Talos?
Debe ser donde Hefestos
esculpió a los dioses.
Y los levantó
a la vista de todo el mundo.
Hércules...
- Es una cámara del tesoro.
- Del tesoro de los dioses.
Mira esto.
¡Y esto! Una perla.
- ¡Es una jabalina!
- ¿En un joyero?
Es un alfiler de broche.
Será un buen arma.
Volvamos al barco.
- Hércules...
- ¿Qué pasa?
Mejor déjala donde estaba.
Recuerda lo que dijo Jasón.
No la echarán en falta.
Si los dioses no lo tienen
custodiado, será que no lo quieren.
Debió ser el viento.
- ¿Y ya no los viste más?
- Quizá Hércules vio a una mujer.
¡Talos!
¡Retroceded!
¡Retroceded! ¡Atrás!
Te lo advertí. Es obra de Hércules.
Talos tratará de mataros a todos.
- ¿Cómo puedo enfrentarme a él?
- No malgastes el don divino.
Nuestras armas no sirven.
Repito la pregunta.
Entonces he de responder.
Usa la inteligencia contra Talos.
- Mírale los talones.
- ¿Los talones?
No puedo decirte más.
- ¡Jasón!
- Desobedeciste mis órdenes.
Atraedlo hasta esas rocas. Alejaos.
Me escondo aquí, Acasto.
Haré cuanto pueda
para llevarlo hasta ti, Jasón.
¡Cuidado con su pie!
¡Hilas!
Hércules, te dejaste tu...
- ¿Y bien?
- Hemos buscado, Argo.
- Y yo buscaré de nuevo.
- Hilas estaba con nosotros. Corría.
- Y luego desapareció.
- Quizá resultó herido.
Como Palinuro.
Tuvimos que subirlo a bordo.
Hércules, Hilas está muerto.
Decisión de los dioses.
¿Por qué matar a un muchacho
por mi grave falta? Debí quedarme.
Busca hasta el anochecer.
Hasta entonces no zarparemos.
Zarpa cuando desees.
No me iré de la isla sin Hilas.
Jasón, ¿dejarás a Hércules,
el mejor de todos nosotros?
- No me iré sin él.
- Yo tampoco.
¡Ni yo!
Venid conmigo.
¿Hay aquí algún hombre
que desobedezca a los dioses?
Seguiremos las órdenes de la diosa
Hera, si ella nos habla.
Es tu última oportunidad, Jasón.
La última ayuda
que puedo concederte.
- Comprendo.
- Entonces escuchad. Hilas murió.
El destino de Hércules
no es seguir con el Argo.
- Zeus tiene otro cometido para él.
- ¿Y nosotros, Hera?
Navegad hasta Frigia.
Buscad a Fineo, el ciego.
Ahora sólo él puede guiaros.
Largad la vela.
Vamos, ¡volved a nuestros puestos!
Vamos, ¡volved a vuestros puestos!
Mi señor Zeus, fui un pecador.
Jamás traté de negarlo.
Pero no pequé cada día.
¿Por qué me castigas a diario?
¿Por todos los dioses,
qué es eso?
¡Jasón!
- ¿Eres Fineo?
- Sí.
Tómame del brazo,
el tuyo no lo veo. No temas.
Zeus me dio el don de la profecía
pero abusé de él y me cegó.
Zeus ordenó a las Arpías
que me atormentaran.
Jasón, escúchame.
Los dioses me mandan
que te diga cuanto quieras saber.
Los dioses
se han sobrepasado conmigo.
Pueden castigar tanto a un hombre,
que éste acabará abandonándoles.
Y dirá: " Está bien,
Zeus, que me trague la tierra."
¡Te desafío!
Gruñe cuanto quieras, Zeus.
Lo dije en serio.
Jasón, te diré lo que deseas saber
si pagas mi precio.
- ¿Qué precio?
- Libérame de esas Arpías.
Si Zeus las mandó para acosarle,
no podemos interferir.
- Ése es mi precio.
- Entonces lo pagaremos.
Te convertiremos
en el amo de las Harpías.
¡A las cuerdas!
¡Ahora!
¡Cástor, Teseo!
Traed madera para una jaula.
Aquí tienes, hambriento.
Un gran pescado y más vino.
- Ya cumplimos con nuestra parte.
- ¿Qué deseas saber?
- El camino hasta Cólquida.
- A través de las Rocas Fragorosas.
Pon rumbo noroeste
y llegarás a ellas tras cinco días.
Tras ellas vira al noreste
y llegarás a Cólquida.
- ¿Pero qué dioses te protegen?
- Ahora ya ninguno.
- Entonces no pasará las rocas.
- ¿Qué son esas rocas?
Su mismo nombre lo dice, ¿no?
Todo cuanto puedo
ofrecerte es esto.
No es mucho pago por lo que hiciste
pero es cuanto tengo.
Si es cuanto puedes contarnos,
entonces adiós.
Que los dioses
te tengan en su gracia.
Fineo, de ahora en adelante,
comerán lo que tu dejes.
Qué aproveche.
Aquí no hay mucha agua.
Mantened rumbo.
Remad despacio.
- Quietos.
- ¡Quietos!
Es un paso angosto.
¿Pero por qué temía tanto Fineo?
- Parece bastante tranquilo.
- Demasiado. ¡Acasto!
Conozco los caprichos del dios
marino. La mayoría son peligrosos.
Acasto, echa la sonda.
Los demás, listos para remar.
Despacio. Ahorrad energías.
Las necesitarán más tarde.
¡Barco a la vista!
¡Barco a la vista!
Ahí está.
No parece tener problemas.
- Una tripulación entera.
- Y Linceo.
No había posibilidad de salvarle.
En ese mar no.
- ¿Seguimos adelante?
- Sí.
Pero...
Muy bien, seguimos adelante.
A vuestros puestos.
- Ahora no hay marcha atrás.
- No, Acasto. En este viaje no.
¡Timbalero!
¡Marca la cadencia!
¡Pero despacio!
Los dioses quieren diversión.
- Jasón va demasiado lejos.
- ¿Por qué dice la verdad?
Da la vuelta, estamos atrapados.
- Atrapados, Hera.
- No me dejas otra salida.
- Ora a los dioses, Jasón.
- Los dioses de Grecia son crueles.
Con el tiempo,
¡los hombres prescindirán de ellos!
¡Fuerza!
Vuelve a tu puesto.
¡Fuerza! ¡Hasta que el corazón
estalle y la espalda se quiebre!
¡Fuerza! ¡Fuerza!
¡Mantén la cadencia!
Jasón osa hablar del fin
de los dioses y aún le dejas vivir.
Si castigara cada blasfemia,
perdería toda lealtad y respeto.
Eres dios de muchos hombres
pero no eres nadie sin su fe.
Y aun sabiendo eso,
¿sigues conmigo?
- Soy una débil, ¿mi señor?
- Débil no, casi humana.
Demos gracias al dios que nos ayudó.
Otros no tuvieron esa suerte.
¿Qué es eso?
- ¿Quién eres?
- Tu barco pereció.
Sólo encontramos dos supervivientes
más. Les están atendiendo.
- ¿Cuándo salisteis de Cólquida?
- Esta mañana, al amanecer.
¿Al amanecer?
Entonces estamos llegando al fin.
- ¿De dónde vienes?
- De Tesalia.
Pero eso está al otro lado
del mundo. No pareces mercader.
- Ésta es una nave de guerra.
- Es una locura viajar desarmado.
Parece que vuestro rey,
Aetes, es hombre piadoso.
Los dioses nos envían.
Pero hablaré con él a solas, en paz.
Ahora responde:
¿Qué hacía vuestro barco aquí?
Vinimos a hacer un sacrificio.
Para que el mar fuera benigno.
Nuestros dioses estaban enfadados
y no tenían el poder del vuestro.
- ¿Eres sacerdotisa?
- Sirvo en el templo de Hécate.
Una bailarina.
¿Hécate es la diosa de Cólquida?
Me dijeron que teníais un ídolo
extraño. La piel de un carnero.
Cuyo vellón es de oro.
Un regalo de los dioses.
Nos trajo paz y prosperidad.
Te llevaremos a tierra mañana.
Podrías mostrarnos el lugar.
- Dime tu nombre.
- Medea.
- ¿Y tú quién eres?
- Me llamo Jasón.
Dentro de poco avistaremos Cólquida.
Me adentraré con sigilo y de noche.
- No quiero problemas.
- No los habrá.
- Dinos cuándo atacaremos.
- No atacamos.
Pero tienes buenos guerreros.
- ¿40 guerreros contra una nación?
- 40 mejor que uno.
- No somos piratas.
- ¿No eres un guerrero?
Iré yo solo
y veré cuál es la situación.
¿Te refieres a espiar?
¿Por qué no vamos unos cuantos?
Cuantos menos vayan, menos riesgo.
¿Cuál es el mínimo?
- Uno.
- Exacto. Acepto tu consejo.
Después de tan larga travesía
tenemos derecho a hablar.
- ¿Y qué quieres decir?
- Avanzar río arriba.
Sorprendemos a los guardias y
cogemos el vellón. Ni se enterarán.
¿Un ataque nocturno?
En la sombra morirá un hombre. Yo.
Una lanza por la espalda. Una
lanza griega, Acasto. Tuya, quizá.
- Morirás por esto, Jasón.
- Atrás.
¡Anfión!
Es Anfión, está muerto.
Mirad esto.
Desgarrado y ensangrentado.
Acasto debe estar en el fondo.
- ¡Largad la vela!
- ¿Y Anfión?
Mientras vivía, el mar era su reino,
entreguemos su cuerpo a él.
¡Largad la vela! ¡Largad la vela!
Estás herido. En Cólquida
hay una flor que cura y alivia.
Te la mostraré mañana.
- ¿Cómo se llama esta flor?
- Surgió de la sangre de Prometeo.
Lleva años usándose
por sus virtud curativa y calmante.
El sol ya está alto. Vayamos.
Seguí el camino del este.
Yo voy por otro camino.
La diosa Hécate ha hablado.
Hoy tendremos entre nosotros
a alguien del confín del mundo.
Se llama Jasón. A quien le pregunte
el camino dirá lo siguiente:
Aetes, rey de la Cólquida,
os espera en el templo de Hécate.
Y eso es todo
cuanto habréis de decirle.
Adelante, Jasón.
Nos has prestado un gran servicio.
Lo celebraremos.
Conocemos tu heroismo.
Trae a tus compañeros.
Gracias, mi señor.
Pero no acierto a entender.
- ¿Medea?
- Bienvenido a Cólquida.
- ¡Por Jasón y los Argonautas!
- ¡Jasón y los Argonautas!
Decidme, ¿a qué has venido?
- En son de paz.
- Pregunté por qué, no cómo.
- ¿Cuántos hombres tienes?
- Suficientes.
¿Y no nos amenazas?
Quien viene a mí con engaños morirá.
Sé que quieres el vellocino.
Y que lo robarás, si hace falta.
Pero no cederemos el regalo
de los dioses. Salvó a la Cólquida.
Separarnos de él sería
la destrucción de nuestra nación.
Ya no sois bienvenidos,
os trataremos como merecéis.
Como ladrones,
como piratas, como asesinos.
Demos las gracias a un hombre.
El que ha descubierto
un atentado contra nuestro reino.
El hijo del Rey Pelías de Tesalia.
¡Acasto!
Hécate, reina de las tinieblas.
Siempre me ayudaste.
Dime ahora qué debo hacer.
Me diste el don del vaticinio.
¿Por qué no me revelaste
la traición de Acasto?
Él se sienta a beber con Aetes, -
- mientras Jasón... prisionero...
sentenciado a muerte.
Si le ayudase
en la búsqueda del vellocino, -
- traicionaría a mi patria,
y también a ti, Hécate.
Pero si no lo hago...
me traiciono a mí misma.
Ayúdame, Hécate.
Medea, ¿qué haces aquí?
¿Te manda Aetes?
Vine a pedirte que abandones
tu misión y que te vayas en paz.
- Y que no vuelvas.
- ¿Y olvidarme del vellocino?
Entonces te manda él. Dile que
haré lo que me mandaron los dioses -
- y que nunca traicionaré a los
Argonautas, da igual lo que me dé.
Aunque sea Medea,
la gran sacerdotisa de Hécate.
Olvida el vellocino de oro.
Temo por tu vida.
Si insistes en continuar,
tendré que ir contigo.
- Iré yo solo.
- No, tengo que ir contigo.
Ahora ya no tengo patria.
Y te quiero.
Cástor, Teseo, Demetrio,
a la puerta.
Los demás,
a vuestros sitios.
- ¡La sacerdotisa!
- Escuchad.
Volved a la nave
y remad río abajo.
Hay una grieta en el acantilado.
Anclad allí y nos encontraremos.
- ¿Qué sucede?
- Jasón ha escapado.
- ¿Y sus hombres?
- También. Drogaron a los guardas.
Entonces tiene un cómplice.
- ¿Dónde está Acasto?
- En sus aposentos no está.
¿Ayudó Acasto a Jasón?
No hay motivo para ello.
A no ser que fuera Medea
la que preparó el somnífero.
Vi cómo miraba a Jasón.
Les guiará hasta el vellocino.
Los Argonautas embarcarán.
El camino de tierra es más corto.
¡Reúne a tus hombres!
Escuchad.
¡Soldados!
Teseo, Cástor, conmigo.
Tú no, Peleo.
Quédate a bordo con los demás
y vigila la nave.
¡Jasón... Jasón!
Aetes y los suyos...
Les hemos oído. Se aproximan.
Ve a por el vellocino.
Guardas, seguidles
por ahí arriba y por ese lado.
¡Esperad!
¡Hécate, reina de las tinieblas!
Véngate de los de Tesalia.
Concédeme los hijos de los dientes
de la hidra. ¡Hijos de la noche!
Traedme los dientes de la hidra.
¡Rápido!
No hay protección contra
los hijos de los dientes.
El vellocino, dadme el vellocino.
Tiene poderes curativos.
Y es verdad.
Tiene la virtud de sanar.
¡Jasón!
Detén a los guardias
o morirán con Jasón y sus piratas.
Levantaos, muertos,
los caídos de la hidra.
Salid de vuestras tumbas
para vengarnos.
Los que roban el vellocino
deben morir.
Argo, vete al barco
y llévate a Medea.
¡Ahí!
¡Y ahí!
¡Ahí hay otro más!
¡Y otro!
¡Destruidlos!
¡Matad!
¡Muerte! ¡Muerte a todos!
Volved.
Esto demuestra
que soy una buena contrincante.
¿A dónde vas?
El juego no ha finalizado.
Que disfruten del mar tranquilo,
la brisa fresca y su compañía.
La joven es bella
y yo siempre fui un sentimental.
Pero respecto a Jasón,
tendrá más aventuras.
Aún no he acabado con él.
Seguiremos jugando otro día.