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Si quiere billetes,
tiene que volver
por la parte delantera de...
Bueno, no pasa nada.
¿Qué demonios hago aquí?
Pasan dentro y...
A ver. Espero que tenga...
¿Tres?
Son siete dólares...
...y 50 centavos.
No.
¿Frank?
Frank nos ha mandado aquí.
¿Me habéis traído un caballo?
Bueno, parece que nos...
Parece que nos falta un caballo.
Habéis traído dos de más.
¡ Papá!
¡ Mira!
Ya está bien. Se está haciendo tarde.
Vamos a casa.
Timmy.
Maureen, mira.
¿Qué haces aquí?
Métete dentro, rápido, y lávate.
Y no toques
el pastel de manzana ni el asado.
Patrick ya se ha ido a la estación.
Está preparándose, papá.
- ¡ Maldita sea, Patrick!
- Ya voy, papá.
No está nada mal.
Más grandes las rebanadas, ¡mujer!
Vamos a celebrar una fiesta, ¿no?
Son como las de siempre.
Ya, claro.
Como las de siempre.
Maureen.
Pronto podrás cortar las rebanadas
todo lo grandes que quieras.
Tendrás ropa nueva preciosa
y no hará falta que trabajes más.
¿ Nos haremos ricos?
¿ Quién sabe?
¡ Patrick!
¡ Espera un momento!
Mira qué botas más sucias llevas.
Límpiatelas.
Llegará el tren y no habrá nadie
esperando a vuestra madre.
Nuestra madre murió hace seis años.
Vete ya o llegarás tarde.
Un momento. ¿ Cómo la reconoceré?
No hay modo de que te equivoques.
Es joven, guapa y es una señorita.
''Para viajar,
llevaré un vestido ***
y el mismo sombrero de paja
que tenía cuando nos conocimos''.
Voy a coger agua del pozo.
Ah, joven Danny
La gaita, la gaita suena
Y en la ladera del monte
El verano ha terminado
Y todas las rosas se marchitan...
¡ Maureen!
¿ Qué hacemos con éste, Frank?
Ahora que me has llamado
por mi nombre...
- He visto buenas reses en el sur.
- ¿ Sí?
Y a buen precio.
- ¿ Son éstas sus maletas, señora?
- Sí.
- Vamos, Sarah.
- Trae las otras dos.
Se las llevamos, señora.
¿ Es verdad?
¿ Necesitan ayuda en la serrería?
- Eso fue ayer.
- ¿ No se lo dijiste a tu hermano?
- Hola, abuelos.
- Hola. Estamos aquí otra vez.
Vamos. Moveos.
Moved ese culo,
guerreros pieles rojas.
Tengo todo un tren que descargar.
Sacad primero esos sacos de pienso.
¡Vamos!
¿ Cómo se llama
el sitio adonde quiere ir?
Aguadulce.
La granja de Brett McBain.
¿ McBain? Sí, claro.
Ese terco pelirrojo irlandés
que lleva años
labrando arena en pleno desierto.
¡Aguadulce! Sólo un loco como él
llamaría Aguadulce
a esa horrible parte del desierto.
¡Aguadulce!
Un poco más a la derecha.
Más alto.
No lo mováis.
Mírales. Hasta por aquí llegan
con sus malditos ferrocarriles.
Han vuelto a alcanzarnos,
¿ eh, Lafayette? ¡Arre!
Despacio. ¿ Qué le pasa a usted?
¡Cuidado!
¡ Despacio!
¿ Por qué paramos?
Le he dicho que tenía prisa.
¿ No para el tren?
¿ Qué desea, señora?
Quiero agua, si no le importa.
¿Agua?
Esa palabra es veneno en esta zona
desde el Diluvio Universal.
- ¿ No se lavan nunca?
- ¡Claro que sí!
Me gustaría utilizar
los mismos servicios que ustedes.
Claro que puede.
Hay una bañera llena al fondo.
Tiene suerte. Sólo la han utilizado
tres personas esta mañana.
¿ Por separado o juntas?
Se nota que usted es de buen vivir.
Seguro que viene
de una ciudad del este.
- De Nueva Orleans.
- ¡ De Nueva Orleans!
- ¿ Ha estado ahí?
- No.
Pero tengo una prima ahí.
Tiene una taberna.
Ya sabe, ella...
Bebida.
¿ Sólo sabes tocar o sabes disparar?
¿ Sabes tocar música con eso?
Cógela.
¡Tú!
No sabes tocar.
lntenta con ésta.
Cógela.
Vamos.
Así.
Bravo.
Cheyenne.
Creíamos que nunca llegaríamos.
No pasa nada.
Habéis llegado a tiempo.
Para enterrar a mi acompañante.
Si os hubiese esperado,
estaría ya preso.
La pistola.
Harmonica, ¿te interesan las modas?
Hace un rato,
vi tres mantos como éstos.
Estaban esperando un tren.
Dentro de los mantos,
había tres hombres.
¿ Y?
Dentro de los hombres,
había tres balas.
Qué historia más tonta.
Por dos motivos.
Uno, aquí nadie
tiene el valor de llevar
esos mantos, menos los Cheyennes.
Dos, a los Cheyennes
nunca les matan.
¿Te sorprende?
Sí.
Bueno, tú sabes música.
Y sabes contar. Hasta dos.
Hasta seis, si hace falta.
Y quizá más rápido que tú.
Sí, vamos.
Toca.
Toca para no decir bobadas.
Pero procura no desentonar.
¿ Como ahora?
Mi prima siempre me escribe
para que me vaya a Nueva Orleans.
''Vente. Ayúdame con la taberna.
Fórrate de dinero''.
Creo que no me van
las grandes ciudades.
Están llenas
de hedonistas y mujeres fáciles.
Con perdón, señora. No.
Estoy acostumbrado a la vida
sencilla y tranquila del campo.
Es Timmy.
Sí.
Cuánto lo siento.
El día...
El mismo día de su boda.
Pobre señorita.
Señora.
Sra. McBain.
Pero todos nosotros... Creíamos...
Ya lo sé.
lba a ser una sorpresa hoy.
Brett McBain y yo nos casamos
hace un mes.
En Nueva Orleans.
Yo soy la resurrección y la vida.
El que crea en mí,
aunque esté muerto, vivirá.
El que viva y crea en mí
nunca morirá. Amén.
- ¡Sr. Bennett!
- ¿ Qué hace aquí él?
He hallado este cuello
en un clavo de la puerta.
Usted no lo sabrá,
pero esto vale igual que una firma.
La mano de Cheyenne.
- Pero ¿por qué?
- No se preocupe, Sra. McBain.
Haremos que lo confiesen
antes de ahorcarles.
En marcha.
Vamos. Volvamos a Flagstone.
No, Sam.
Vuelve tú.
No querrás quedarte aquí sola.
¿ Por qué no?
Éste es mi hogar.
Wobbles...
...estoy furioso contigo.
Frank no estaba allí.
Mandó a tres amigos.
No sé nada, lo juro.
Yo sólo organicé el encuentro
como tú querías.
No sé por qué Frank no estaba allí.
- Te juro que yo...
- Él mató a los McBain.
Eso no es verdad.
Cheyenne lo hizo.
Todo el mundo lo sabe.
Tenemos pruebas.
Ése era uno de los trucos de Frank.
Falsificar las pruebas.
No lo sé. Lo juro.
Sólo organicé el encuentro. Lo juro.
No sé nada.
ESTAClóN
¿ Quién anda por ahí?
¿ Has hecho café?
Hazlo.
No he pegado ojo.
Unos gamberros vestidos de ***
me incordiaron toda la noche.
Sí, pero les dejé
en medio del desierto.
Si tienen suerte,
tardarán tres días en llegar a casa.
Yo lo hago. Tú ve a coger el café.
Esos cuervos negros
quieren ahorcarme.
lmbéciles.
¿ Qué demonios?
Mataré a quien sea,
pero jamás a un niño.
Sería como matar a un cura.
Me refiero a uno católico.
Sí, el mundo está lleno
de gente que odia a Cheyenne.
No soy tan cabrón
como cree la gente.
Por supuesto que,
si alguien intenta matarme...
...me enfurezco.
Y cuando Cheyenne está furioso...
...no es muy agradable de ver.
Sobre todo para una señorita.
Pero tú eres demasiado lista
como para hacer que se enfade.
¿Así que aquí se supone
que hice la matanza?
Sí.
No parece
que el lugar valga ni un real.
Pero, si alguien se disfraza
para parecerse a mí...
...para cargarme el muerto a mí...
...no me agrada nada.
Pero lo entiendo.
Lo que no entiendo es por qué.
Ni yo.
Pero veo
que esperabas mucho el porqué.
Sí.
lmagina que hubiese
un montón de porqués.
Redondos. Amarillos.
Ya sabes cuáles.
Cuando los golpeas
contra una piedra...
...hacen ruido.
Quizá.
Pero no los he encontrado.
A propósito,
¿conoces a un hombre
que va por ahí tocando una armónica?
Es alguien del que no te olvidarías.
En vez de hablar, toca.
Y cuando debe tocar, habla.
Cuando has matado a cuatro,
no cuesta que sean cinco.
Claro. Eres un experto.
Señora,
me parece que no ha cogido la idea.
Claro que sí.
Estoy aquí sola en manos de
un bandido que husmeaba el dinero.
Si quieres, puedes tirárteme
en la mesa y entretenerte.
Y llamar a tus hombres.
Ninguna mujer se ha muerto por ello.
Cuando acabes, sólo necesitaré
un baño de agua hirviendo
y volveré a ser la misma de antes.
Sólo que con otro recuerdo obsceno.
Por lo menos, haces buen café.
Muy bien.
Enhorabuena.
Dime, ¿hacía falta
que los matases a todos?
Sólo te dije
que les dieses un susto.
La gente se asusta más
cuando está muriéndose.
¿ Y puedes decirme para qué sirvió
esa ridícula matanza tuya?
Ahora, ha surgido una Sra. McBain.
No me lo esperaba.
Esas cosas pasan.
Digamos
que es algo imprevisto para mí.
No tengo tiempo
para las sorpresas, Frank.
Tú lo sabes.
Me subí al tren en el Atlántico
y, antes de que me falle la vista,
quiero ver el Pacífico
por esa ventana.
Ya sé dónde se subió usted.
Yo también estaba ahí, ¿se acuerda?
Para apartar pequeños obstáculos
de la vía, eso dijo usted.
Había unos cuantos.
Pero hemos viajado mucho, lo mismo.
Y rápido.
Hasta la tuberculosis ósea
se propaga rápido.
No se haga el enfermo conmigo,
Sr. Morton.
Le conocí cuando apenas cojeaba.
Veo que esa podredumbre seca
se agrava un poco más cada día.
Un hombre normal
se habría pegado un tiro,
pero usted se ha vuelto
algo más impaciente.
Por lo demás, sigue siendo el mismo.
Tú has cambiado, Frank.
Mucho.
Solías encargarte personalmente
de ciertas cosas.
Ahora te mantienes en segundo plano.
Acabarás dando órdenes.
Es porque, ahora,
no quiero dejarle solo demasiado.
Cada día necesitará más
tener a alguien a su lado.
- Como un amigo.
- O un socio.
¿ Qué sientes sentado
tras ese escritorio?
Es casi como estar
agarrando un revólver.
Sólo que con mucha más fuerza.
Estando con usted, estoy...
...estoy empezando también
a tener grandes ambiciones.
Este asunto de McBain...
...me ha dado ideas.
Lo siento por ti.
Haces lo que puedes.
Jamás lograrás ser como yo.
¿ Por qué?
Porque hay muchas cosas
que jamás entenderás.
Ésta es una de ellas.
Hay muchas clases de armas.
Y la única
que puede parar eso es ésta.
¿ Volvemos
a nuestro problemilla de antes?
Mis armas le parecerán simples,
pero hacen agujeros lo bastante
grandes para resolver los problemas.
Dentro de muy poco, la viuda
de McBain dejará de ser un problema.
Una mañana te despiertas
y dices: ''Mundo, te conozco.
Desde ahora,
no hay más imprevistos''.
Y luego acabas conociendo
a un hombre como éste,
que parecía un buen hombre.
Con mirada despejada
y manos fuertes.
Y él quiere casarse contigo.
Lo cual no suele ocurrir.
Además, dice que es rico,
lo cual no hace daño.
Así que piensas:
''A la porra Nueva Orleans.
Ahora digo que sí
y me voy a vivir al campo.
Después de todo, no me importaría
darle media docena de hijos.
Atender una casa. Hacer algo.
Qué demonios''.
Bueno, descansa en paz,
Brett McBain.
Aunque a Dios le vaya a costar
librarte de las garras del diablo.
Aún juro
que se dejó dinero en algún sitio.
Si lo encuentras, quédatelo.
La Sra. McBain
se vuelve a la civilización.
Sin marido y con un gran porvenir.
Te mereces más.
El último hombre que me dijo eso
está enterrado ahí fuera.
Jill, me recuerdas a mi madre.
Fue la mayor ramera de Alameida
y la mejor mujer del mundo.
Quien fuese mi padre,
durante una hora o un mes,...
...debió de ser un hombre feliz.
¿ Qué quieres?
Cheyenne tiene razón. Si se mata
a cuatro, es fácil matar a cinco.
Ahora no es momento de irse.
Dame agua.
Del pozo.
El agua me gusta fresca.
Cuando oigas un sonido extraño,
tírate al suelo.
¿ Un sonido? ¿ Como cuál?
Como ése.
No sólo toca,
sino que también sabe disparar.
Buenos días, Sra. McBain.
- ¿A qué ha venido al pueblo?
- Buenos días.
No se acordará quizá,
pero ayer en el funeral...
Me acuerdo muy bien.
¿ Puedo ayudarla en algo?
Sí.
Hable con Frank
y dígale que lo sé todo.
¿ Por qué está todo el mundo
agobiándome con Frank?
No le conozco. No sé quién es.
Tengo mis problemas
y sólo quiero que me dejen en paz.
Dígale a Frank que quiero
negociar con él. En persona.
Se te ha dicho que no vengas
bajo ningún concepto.
Lo que tengas pendiente con Frank
es entre tú y él.
Lo sé pero, cuando oí decir
a esa mujer que sabía todo,
pensé que debía venir
a decírselo a usted.
¿ No pensaste
que podría ser una trampa?
Claro,
pero ya sabes lo cauto que soy.
Nadie ha podido seguirme.
Eso es lo primero que aprendí
trabajando para ti.
A pasar desapercibido.
Hay que aprender a vivir
como si uno no existiese.
Frank, me conoces de hace tiempo.
Sabes que puedes fiarte de mí.
Wobbles.
¿ Cómo se puede confiar en un
hombre que lleva tirantes y cinturón?
No se fía ni de sus pantalones.
Vámonos de aquí.
El final de la línea.
Sí.
Súbele.
Atadle.
Espera, Frank.
Yo no he sido...
¿Así que no te siguió nadie?
No. Créeme.
Así es como puedo fiarme de ti.
Te lo explicaré. No sabía que él...
- Fuera.
- No, Frank.
Fuera.
¡ Frank, espera!
Te dije que te callaras.
¿ Se han ocupado Logan y Jim
de la mujer?
Alguien se ha ocupado de ellos.
Les encontramos en casa de McBain.
Tiesos.
Y la mujer se fugó.
Frank, el índice de mortalidad
de tus amigos es alto.
Primero tres, luego dos.
Así que tú eres
el que concierta citas.
Y tú eres el que no las respeta.
¿ Qué quieres?
¿ Quién eres?
Dave Jenkins.
Dave Jenkins
lleva mucho tiempo muerto.
Calder Benson.
¿ Cómo te llamas?
Benson también está muerto.
Deberías saberlo mejor que nadie.
Tú les mataste.
¿ Quién eres?
- ¿ Quién eres tú, tú...?
- ¡ Frank!
La mujer.
Estamos perdiendo el tiempo.
Bien. Esta vez,
me ocuparé de ella personalmente.
Sí, debería serte fácil.
Calentadle.
Si os da problemas, dadle.
No en la boca.
Tiene que hablar. Y mucho.
Nos vemos en el precipicio navajo.
No pierdas de vista al cojo ese.
Sí.
- ¿ Ves a alguien?
- No.
Ahí está.
¿ Sólo sabes disparar?
¿ O también sabes cortar?
Oye, tú.
Espera un momento.
A ver quién eres.
Don Locomotoro.
Qué fácil es dar contigo. Cabrón.
Puedo esperar a matarte luego.
Por donde pasas
dejas baba como los caracoles.
Dos hermosos y flamantes trenes.
Hay otro cabrón.
Y se está alejando cada vez más.
Esto es lo que su esposo me encargó.
Y como pagó en metálico,
todo esto le pertenece a usted.
Tablas de roble, haya, pino.
Madera de primera categoría.
Vigas y postes para los cimientos.
Diez barriles de clavos,
20 de alquitrán y demás utensilios.
Quizá quería ampliar la casa.
¿Ampliar la casa?
Podía haber construido
al menos ocho así.
A propósito, señora,
McBain encargó esto también.
Dijo que era importante,
pero parece que se olvidó
de decirme qué quería que imprimiese.
Estación.
¿ Cómo dice?
He dicho que imprima ''estación''.
¿ Busca esto?
Estoy harto de tus carnicerías.
Sé que esa mujer está aquí.
No quiero más matanzas inútiles.
Estoy dispuesto
a hacer un trato por ese terreno.
A pagar lo que haga falta.
No quiero perder más tiempo.
Has cometido un gran error, Morton.
Cuando sales de ese tren, pareces
una tortuga fuera de su caparazón.
Haces gracia.
El pobre cojo fanfarroneando para
que nadie sepa lo asustado que estás.
He venido aquí para hacer un trato.
No tengo tiempo
para competir contigo.
¿ Competir?
¡Cómo... ! Si ni siquiera
puedes tenerte en pie tú solo.
¿Te basta esto
para sentirte más fuerte?
Podría estrujarte
como una manzana picada.
Sí, pero no lo harás.
Porque no te conviene.
Quién sabe lo lejos
que habrías llegado con dos piernas.
Ayudadle a volver al tren. Vigiladle.
Morton.
No te preocupes por el terreno.
Si te apetece pagarlo,
puedes hacerlo.
Te dará igual
hacer un trato con el nuevo dueño.
¡Cheyenne!
Aquí hay un cuadrado marcado.
Dice ''depósito de agua''.
Aquí también,
pero dice ''oficina de correos''.
Y en éste pone ''corral''.
Y en éste, ''iglesia''.
¿ Qué demonios pasa aquí?
¿ No lo ves?
Es una estación.
Y alrededor, un pueblo.
El pueblo de Brett McBain.
¡Qué loco!
Sí, de un modo especial.
Era irlandés.
Sabía que el ferrocarril que cruzaba
Flagstone seguiría hacia el oeste.
Así que examinó
todo este campo de aquí
hasta que halló
este trozo de desierto.
Nadie lo quería.
Pero lo compró.
Luego se apretó el cinturón
y estuvo años esperando.
¿ Esperando a qué?
A que el ferrocarril
llegara hasta aquí.
Pero ¿cómo podía estar seguro de
que el tren pasaría por su propiedad?
Las máquinas de vapor
no funcionan sin agua.
Y la única agua 75 km al oeste
de Flagstone está aquí.
Bajo este suelo.
No era tonto nuestro difunto amigo.
Pensaba vender este trozo
de desierto por su peso en oro.
Uno no vende el sueño de su vida.
Brett McBain quería su estación.
Tenía los derechos para construirla.
- ¿ Cómo sabes todo esto?
- Vi un documento.
Todo estaba en regla.
Sellos, firmas, todo.
Menos una cosa.
En letra muy pequeña,
hay una cláusula corta
donde pone que McBain o sus
herederos pierden todos los derechos
si, para cuando el ferrocarril
llegue hasta aquí...
...la estación
está aún sin construir.
Hablando de ferrocarriles, he visto
que los pistoleros del tren ya...
He visto que los pistoleros del tren
ya están detrás de esos montes.
Y antes de que nos enteremos,
les tendremos aquí.
Sí.
Sí.
Escucha.
Harmonica.
Un pueblo construido
alrededor del ferrocarril.
Podrías hacerte rico.
Cientos de miles de dólares.
Más que eso.
Miles de miles.
A eso le llaman millones.
¿ Millones?
- Sí, millones.
- Sí.
Siempre me ha parecido más fácil
hacer un trato con una mujer lista.
Sólo hace falta...
¿ Qué demonios hacéis ahí?
Jefe, ¿qué tenemos que hacer?
¿ Qué tenéis que hacer?
¡Construir una estación, imbéciles!
No creo que vaya a parecerlo mucho.
Pero será lo primero que vea
cuando ella vuelva.
Si es que vuelve.
Pienso que...
Sí.
Estoy empezando a pensar
que me pesaría algo matarte.
Te gusta vivir.
También te gusta sentir las manos
de un hombre por todo tu cuerpo.
Eso te gusta.
Aunque sean las manos del hombre
que mató a tu marido.
Menuda...
Menuda lagarta.
¿ Hay algo en el mundo
que no harías para salvar el pellejo?
Nada, Frank.
Ahora entiendo
por qué te echan tanto en falta...
...en Nueva Orleans.
Qué gran invento el telégrafo.
''¿Jill? ¿ La morena?
Los clientes del burdel más elegante
de Bourbon Street
no han parado de llorar
desde que ella se fue''.
Dime.
¿ Lo sabía McBain?
Sí.
Sí, seguro que sí.
Era el típico
que se casa con una fulana.
No es mala idea.
Podría casarme contigo.
Y el terreno sería mío.
Y tal vez...
...serías una esposa ideal.
Yo soy el que no sería buen marido.
Lástima.
Habrá que pensar en otra solución.
Más sencilla.
Más rápida.
Como sheriff de este condado,
me han encargado
que presida la venta por subasta
de toda la propiedad
de la Sra. McBain, aquí presente.
Esta parcela de tierra
mide 1 29,50 hectáreas.
Está exenta de todo tipo de
impuestos, retenciones e hipotecas.
Esta propiedad y todos sus enseres,
en su totalidad,
se entregarán al afortunado comprador
en el momento de la venta.
Todos los enseres en cuestión
aparecen numerados
en la hoja de inventario
que se les ha repartido.
La propiedad se venderá
en su totalidad al mayor postor.
Bien. Ha quedado claro para todos.
Declaro abierta la subasta.
¿ Quién hace la primera propuesta?
Una lista de todos los enseres.
Algunos valen mucho dinero.
Bien, ¿quién hace la primera oferta?
200 dólares.
Hay una oferta inicial
de 200 dólares.
200 dólares. ¿ Más ofertas?
Esa mierda de terreno
no vale ni eso.
Vamos, 200 dólares.
Sólo el ganado vale el doble.
Bueno...
¿ Quién ofrece 300 dólares?
Sé que no estamos
ofreciendo California,
pero 200 es poquísimo
por toda esa propiedad.
Damas y caballeros,
yo no cogería 200 ni como depósito.
Bueno, no hay ofertas.
¿ Seguro que no quiere
fijar un precio mínimo?
Ojalá me equivoque, Sra. McBain,
pero se arriesga a acabar vendiendo
el terreno por un plato de judías.
Sólo quiero vender.
- Estás forrado.
- Si lo dices tú.
- ¿ Cuántas?
- Una carta.
Una para mí.
El que reparte se coge tres.
¿ Puedo echar una partida?
1 5.
Sí, siéntate.
Yo reparto.
¿ Cómo...?
¿ Cómo se juega a esto, Sr. Morton?
Muy fácil.
Mientras use la cabeza,
jamás perderá.
500 dólares.
500 dólares.
¿ Más ofertas?
Creo que no.
Perdone, Sra. McBain,
pero creo que tendré que adjudicarla
por la última oferta.
500 dólares a la una.
500 dólares a las dos.
- 500 dólares...
- 5.000 dólares.
- ¿ Ha dicho 5.000?
- Ya vienen.
¡ Es Cheyenne!
La recompensa por este hombre
es de 5.000 dólares, ¿no?
Judas se conformó
con 4.970 dólares menos.
Entonces no había dólares.
Pero sí hijos de puta.
Un momento.
- La prisión está por ahí.
- Ya lo sé.
Sí, pero vas
a la estación de ferrocarril.
Te estoy mandando a Yuma,
Cheyenne.
Ahí hay una cárcel moderna.
Tiene más muros,
más rejas y más vigilantes.
Te gustará, dentro de 20 años.
Ya lo verás.
Dos billetes a la próxima estación.
Sólo de ida.
Por ti. Y enhorabuena.
Hiciste un buen trato.
La subasta.
Olvídate. No invierto en fincas.
No te pareces al noble defensor
de las pobres viudas indefensas.
Pero bueno...
...no parezco
una pobre viuda indefensa.
Cheyenne tiene razón.
Eres una mujer extraordinaria.
Y tú un hombre extraordinario.
Pero tienes algo en mente.
¿Tienes tú algo en mente?
Agua caliente.
Una bañera llena de agua caliente.
Creo que es hora
de que llene la bañera.
¿ Quién eres?
Jim Cooper.
Chuck Youngblood.
Más muertos.
Todos estaban vivos
hasta que te vieron, Frank.
Tú has pagado 5.000 dólares
por algo que me pertenece a mí.
5.000...
...y uno.
También tienes derecho
a sacar un beneficio.
Si fuera tú,
no me lo pensaría mucho.
Te has metido
en algo que te soprepasa.
Puedes salir indemne.
Mejor que aproveches la ocasión.
Frank, hablas como
un verdadero hombre de negocios.
Te ha venido muy bien
estar con el Sr. Morton.
Además,
has aprendido nuevos métodos.
Sí, el Sr. Morton te ha enseñado
muchos métodos nuevos.
Aunque no hayas dejado los antiguos.
Escoge el método que quieras,
pero negocia el trato.
¿ Qué trato?
Tenemos más de uno, tú y yo.
Podemos juntarlos y resolverlos.
Ahora mismo.
Tranquilo, Frank.
Tranquilo.
Tienes que aprender
a no forzar las cosas.
Calmarse es lo primero que debe
hacer todo hombre de negocios.
Creo que el Sr. Morton
puede enseñarte mucho más.
¿ Cuánto?
Un dólar.
¡Arre!
¡Arre!
Presiento que vamos a oír
ese ruido extraño.
Ahora mismo.
El tiempo vuela.
Ya son más de las 1 2.
Pero han sido sus hombres.
- Sí.
- E intentaron matarle.
Encontraron a alguien que paga más.
¡Y tú! Le has salvado la vida.
No dejé que lo mataran.
No es lo mismo.
Claro.
No es lo mismo.
Vístete.
Es hora de ir a casa.
¿ Has hecho café?
Esta vez sí.
Está bueno.
Mi madre solía hacer el café así.
Caliente, fuerte y bueno.
Cheyenne.
¿A qué espera ahí fuera?
¿ Qué hace?
Está tallando madera.
Presiento que cuando
pare de tallar...
...va a pasar algo.
¿Te sorprende verme aquí?
Sabía que vendrías.
Morton me dijo una vez
que jamás podría ser como él.
Ahora entiendo por qué.
No le habría molestado saber
que andabas vivo por ahí.
¿ Has descubierto que no eres
un hombre de negocios?
Sólo un hombre.
Una raza antiquísima.
Surgirán otros Morton
y la exterminarán.
No nos importa el futuro.
Ahora no importa nada.
Ni la finca ni el dinero ni la mujer.
He venido a verte.
Porque sé
que ahora me dirás lo que pretendes.
Sólo en el momento de morir.
Ya lo sé.
Te he calentado agua.
Y he encontrado una cuchilla.
Ponla ahí, por favor.
Para que pueda ver cómo avanza
el ferrocarril mientras me afeito.
¿ Sabes qué?
En tu lugar, bajaría a dar
algo de beber a esos muchachos.
No te puedes imaginar
cuánto se alegran los hombres
al ver a una mujer como tú.
Sólo con mirarla.
Y si alguno te da una palmada
en el trasero...
...haz como que no es nada.
Se lo merecen.
Súbele el ánimo
a tu querido hermano.
¿ Quién eres?
Eres un hombre atractivo.
Pero no soy el hombre acertado.
Ni él tampoco.
Quizá no,
pero no importa.
No lo entiendes, Jill.
La gente así lleva algo dentro.
Algo relacionado con la muerte.
Si ese tipo está con vida,
entrará por esa puerta,
cogerá sus bártulos y dirá adiós.
Me agradaría ver
crecer este pueblo.
Tengo que irme.
Quedará un pueblo bonito, Aguadulce.
Espero que regreses algún día.
Algún día.
Sí, yo también tengo que irme.
Haz como que no es nada.
Perdona, Harmonica.
Tengo que quedarme aquí.
¿ Quién?
Tropecé con don Locomotoro.
No me esperaba
a ese medio hombre del tren.
Se asustó.
Harmonica.
Cuando te cepillen,
ruega que sea alguien
que sepa dónde disparar.
Vete.
Vete.
Vete. No quiero que me veas morir.
HASTA QUE LLEGó SU HORA