Tip:
Highlight text to annotate it
X
El hombre que sabía demasiado
Un simple toque de platillos
cambió las vidas
de una familia americana.
Papi, seguro que
nunca habia estado en Africa antes?
Me resulta familiar.
Parece la carretera
por la que fuimos a Las Vegas.
Sí, donde papá perdió tanto dinero
jugando a los dados.
¡Mirad!
¡Un camello!
Esto no es realmente África,
es el Marruecos francés.
- Es África del norte.
- Se parece a Las Vegas.
Estamos sólo a unos cientos
de kilómetros al norte del Sáhara.
En el colegio lo llaman
el continente ***.
Es más claro que Indianápolis.
Espera que lleguemos a Marrakech.
Parece el nombre de una bebida.
Sí, es verdad.
Espere un minuto, tranquilo.
¿Qué ocurre aquí?
Tengo que darle las gracias,
podría haber ocurrido cualquier cosa.
Ha sido un placer, hay momentos
en los que todos necesitamos ayuda.
Claro.
¿Qué ha pasado exactamente?
El niño, sin querer,
le quitó el velo a su esposa.
- ¡Hank!
- Mi esposa, la Sra. McKenna.
- Encantada.
- Soy Louis Bernard.
Muchísimas gracias,
Sr. Bernard.
- Nuestro hijo, Hank.
- Hola, Hank.
- ¡Hola! ¿Usted habla árabe?
- Alguna palabra.
No era para tanto,
fue un accidente.
La religión musulmana
no tolera muchos accidentes.
- Ya entiendo.
- ¿Podría...?
Sí,
siéntese enfrente de Jo.
Pero, creía que había dicho
que se llamaba Hank.
- Jo es mi mujer, J-O, sin E.
- Es distinto.
Es el diminutivo de Josephine,
pero todo el mundo la llama Jo.
¡Yo la llamo Mami!
Sí,
es verdad.
Volviendo al incidente.
Una musulmana
no puede quitarse el velo en público.
- ¿Se alimentan por vía intravenosa?
- ¡Vaya palabras que conoce ya!
- Es que yo soy médico.
- Claro, él habla como si lo fuera.
Sabe escribir hemoglobina pero tiene
problemas con perro y gato.
¿Dónde ejerce?
En Indianápolis,
en el hospital El Buen Samaritano.
- ¿Qué le ha traído aquí?
- Una convención médica en París.
Ya que estábamos en Europa
pensé visitar Marruecos de nuevo.
Papá liberó a África.
Estuve en Casablanca, en un hospital
del ejército durante la guerra.
- ¿Usted vive en Marruecos?
- No.
¿Han venido directamente desde París?
- No, hemos estado en Lisboa y Roma.
- Y en Casablanca.
Espero que tengan tiempo
para disfrutar de Marrakech.
Estaremos tres días,
como mucho.
¿Supongo que se alojarán, naturalmente,
en los hoteles Mamounia o La Menara?
- ¿Por qué lo pregunta?
- Son para los turistas con buen gusto.
- ¿ Vive en Francia?
- A veces.
- ¿Come caracoles?
- Si puedo cogerlos, sí.
Nuestro jardín
está lleno de caracoles.
Gracias por la invitación.
Hemos intentado acabar con ellos
pero no habíamos pensado en un francés.
Ya estamos aquí.
¿Quiere compartir nuestro taxi?
Gracias,
pero debo ocuparme de unos negocios.
¿A qué negocios se dedica?
- Podríamos tomar una copa después.
- Le esperaremos en nuestra suite.
- Los llevaré a cenar.
- Eso no es justo.
Les enseñaré un restaurante muy original
donde se come de forma exótica.
Para eso hemos venido.
¿Qué te parece una noche árabe, Jo?
Me encantaría.
¿Prefieren un taxi convencional
o con caballos?
- No sé...
- ¡Un carro! Quiero ir en carro.
- Iremos en carro. ¡Hasta luego!
- Au revoir.
- Estoy deseando tomarme esa copa.
- ¡Adiós!
Hank,
siéntate con el cochero.
Es un descapotable
tirado por caballos.
Louis Bernard estaba hablando
con el árabe que le ha gritado a Hank.
Parecían ser buenos amigos.
Quizá se conocían ya.
¿Qué tiene de malo?
El Sr. Bernard es un hombre
muy misterioso.
A mí me parece totalmente normal.
¿Qué sabes de él?
Sé su nombre,
y hemos estado charlando.
No sabes nada de él
y él lo sabe todo sobre ti.
- Espera.
- Sabe que vives en Indianápolis.
Que trabajas en un hospital.
Que has estado
en una convención médica en París,
que has pasado unos días
en Roma, Lisboa y Casablanca.
Sabe que serviste en el norte de África
en un hospital del frente.
¡Era una conversación de lo más normal!
No era normal.
El te hacía preguntas
y tú las contestabas.
- Sólo te ha faltado darle tu pasaporte.
- Yo no tengo nada qué esconder.
Pero a mí me da la impresión
que el Sr. Bernard, sí.
Estamos en el misterioso Marruecos,
pero no va a ocurrirnos nada.
- Ya lo sé, ya sé lo que te pasa.
- ¿Qué?
Estás molesta
porque a ti no te ha preguntado nada.
- ¡Qué gracioso!
- ¡Muy gracioso!
- ¡Ha merecido la pena!
- ¿Qué pena?
Es sólo una expresión.
- ¿Puede pagarle? Soy el Dr. McKenna.
- No se preocupe.
¡Vamos!
- Nos están vigilando.
- ¿Qué dices?
¿Qué será, será...
Lo que sea ya sonará...
Cuando era un niño chiquitín...
preguntaba a mi madre
¿qué seré yo?
Será un médico excelente.
Si seré chófer
o general.
Ella me contestó...
¿Qué será, será...
Lo que sea ya sonará...
y siempre sucederá...
lo que Dios querrá.
Lo que sea ya sonará.
Segundo verso.
Cuando me puse a estudiar,
preguntaba al maestro:
¿qué hay para mí?
- ¡Cógelo!
- ¿Me hago banquero...
o profesor?
El siempre dijo así:
¿Qué será, será...
Lo que sea ya sonará...
y siempre sucederá...
lo que Dios querrá.
Lo que sea ya sonará.
- ¿Me concede este baile?
- Sí.
¡Qué bien bailas!
- La cena para el niño.
- Pase y déjelo por ahí.
Su esposa canta de maravilla.
- Lo hace bien, ¿verdad?
- Es fabulosa.
- ¡Qué pena que la hayan interrumpido!
- Sí, estoy de acuerdo.
El gerente
nos ha buscado a una canguro.
- Permítame que le sirva una copa.
- Me encantaría, gracias.
¿Ha trabajado en el teatro americano?
Sí, en el americano, en el de Londres
y en el de París.
¿Nunca me vio en París?
Para ir al teatro hace falta tiempo
y, eso, para mí es un lujo.
¿Ha estado alguna vez en París,
Sr. Bernard?
Nací allí.
¿A qué se dedica?
Compro... y vendo.
- ¿Qué?
- Cualquier cosa que aporte beneficios.
¿Qué es lo que compra y vende aquí?
¿Sabe?, me parece más interesante
hablar del teatro.
¿En qué obras trabajó?
¿Me disculpa?
¡Abriré yo!
- Ya voy.
- No, voy yo.
Busco al Sr. Montgomery.
Me había invitado a tomar una copa.
- Aquí no hay ningún Montgomery.
- Siento haberles molestado.
- ¿Puedo hacer una llamada?
- Claro.
- ¡Mami!
- ¿Sí?
- No puedo cortar la carne.
- La cortaré yo.
Lo siento,
pero no puedo cenar con ustedes.
Me había olvidado de un asunto
importante del que debo ocuparme.
- ¿Otra noche, tal vez?
- Claro, volveremos a vernos.
- ¡Adiós!
- ¡Adiós!
- ¡Adiós!
- Buenas noches.
Buenas noches.
- Bonsoir.
- Me llamo McKenna.
Por supuesto, han llamado del hotel.
¡Síganme!
- Espero que estén cómodos.
- Gracias.
Cariño,
cámbiame el sitio.
¡Mi vestido!
¡Claro!
Siempre nos lavamos las manos
antes de comer.
Gracias.
- Nos están mirando.
- ¿Quién?
Los de detrás.
- ¿De verdad?
- Sí.
- Ya nos miraban antes, en el hotel.
- ¡Deja de imaginarte cosas!
- No me imagino nada.
- Buenas noches.
Debe de pensar que no tengo modales
por haberla estado mirando.
- Usted es Jo Conway, la de verdad.
- Sí, lo soy.
Ya te lo decia yo! Soy Lucy Drayton.
Este es mi marido.
- Encantado.
- El Dr. y la Sra. McKenna.
Mi esposa dice que la Sra. McKenna
actuó en Londres hace unos años.
Ya no vamos al teatro,
Edward es muy aburrido.
Mi único consuelo
son sus discos.
Debo admitir que me encantan,
yo no soy hombre de guateques.
¿Cuándo volverá a Londres?
A actuar,
creo que nunca.
- ¿Abandona el espectáculo?
- Por un tiempo.
La esposa de un médico
nunca tiene mucho tiempo...
Quiere decir que un espectáculo
de Broadway no se produce en Indiana.
Podríamos vivir en Nueva York,
allí también hay médicos.
No tengo nada contra Nueva York.
Pero está muy lejos
para que puedan venir mis pacientes.
Lo siento,
siempre digo lo que no debo.
- No se preocupe.
- Dígame, Dr. McKenna...
¿Por qué no nos giramos todos
o hacemos algo?
Vamos a terminar con tortícolis.
La tenemos en uno de los condados,
es una parcela más que una granja.
¡Ya lo traen!
- ¿No es maravilloso?
- Sí.
¡Aquí está!
- ¡Sorpresa!
- Tiene muy buen aspecto.
Esto parece pan.
- ¿No iremos a comernos todo eso?
- No.
- ¿Es así como se hace?
- Sí, simplemente pártalo.
- No se parte.
- Oh, no.
Bueno, tendré que...
Ya está.
- ¿Se hace así?
- Bastante bien.
Ese era difícil.
Espero que se mastique
mejor que se parte.
- ¿Engorda?
- Supongo que sí.
Es muy bueno.
- Bueno...
- Sin platos.
- Ni cubiertos.
- Sólo hay que mojar el pan.
Permítame que le enseñe, ¿puedo?
Utilice sólo estos dos dedos y el pulgar,
los otros no,
y la mano izquierda siempre así.
Si me permite.
- ¿Sólo estos dedos?
- Yo se lo sujeto.
¿ Ve?
Eso es.
Esto...
¡Me vendría muy bien la otra mano!
- No puedo...
- No se preocupe, a nadie le importará.
- No lo hace mal.
- Es difícil, pero merece la pena.
Practicaré con una aceituna.
Está delicioso.
¡Pruébalo!
- ¿Está rico?
- Sí.
- ¿Esto está relacionado con la religión?
- Es algo social.
Si tenemos cuatro dedos
y un pulgar
deberíamos poder utilizarlos todos.
Está buenísimo.
Como les decía, estaba tan contento
cultivando mi tierra en Buckinghamshire
cuando me llamaron de la O.N.U.
Edward trabajó para el ministerio
de abastos durante la guerra.
- Aquí estamos, trabajando para la O.N.U.
- Parece interesante.
Preparo un informe
sobre la erosión del suelo.
En este país,
como ocurre en zonas del suyo,
la corteza es pobre,
pero el subsuelo...
- ¿Podría darnos una mesa apartada?
- Por supuesto, síganme.
¿Qué me dices?
Dice que nos invita a cenar y...
Le hemos conocido hoy, no podemos
esperar que cambie su vida por nosotros.
¡Ben!
¿Qué te pasa?
A mí nada.
¿Qué te pasa a ti?
Lo encuentro humillante.
Nadie te está humillando.
Prefiere cenar con una chica
que con un matrimonio mayor.
Nosotros no somos
un matrimonio mayor.
De acuerdo, no lo entiendo pero
no toleraré que nos estropee la velada.
Voy a ir al mercado mañana,
si hace buen día.
Pero no demasiado calor...
El tiempo inglés es malísimo,
pero, a veces,
podemos considerarnos afortunados.
Este sol, día tras día,
puede resultar insoportable.
¡Ahora verá!
¡Ben, no!
Terminarás peleándote.
¡Olvídalo!
¿Les gustaría acompañarnos?
Nos iba a acompañar Louis Bernard,
el gran comerciante de París.
- Sí, creo que voy a cancelarlo.
- Siéntate y come, se está enfriando.
- Nos encantaría.
- Estupendo.
No sé por qué le da tanta importancia
a cosas insignificantes.
¡Monsieur!
¡Monsieur!
¿No es ésa la pareja que buscas?
Sí, es ésa.
- ¿Qué está diciendo?
- Es un narrador de cuentos.
- ¿No es maravilloso?
- Como una feria.
Sólo falta el globo aerostático.
¿Qué tiene de gracioso lo del globo?
¿Sabes quién está pagando este viaje?
- ¡Yo!
- La vesícula de la Sra. Campbell.
¿ Y el bolso que compré en París?
Las anginas de Bill Edwards.
¡Mami, papi!
¡Vamos a ver al hechicero!
- Podría enseñarte algo.
- No me extrañaría.
- Si le está cansando...
- Hacía tiempo que no disfrutaba tanto.
- Nunca lo había visto de esa manera.
- ¿Qué?
Llevo puesto el apéndice
de Johnny Matthews.
¿ Y el viaje en barco?
Hicieron falta siete bebés.
Y la varicela de la Sra. Morgan.
- ¿Qué le parecen los acróbatas?
- Maravillosos. ¡Mire a ese joven!
- Hasta luego.
- Sí.
Volveremos a casa gracias
a la úlcera de Herbie Taylor.
Y al asma de Allida Markle.
Con cuatro casos de depresión,
nos jubilamos.
Si la Sra. Yarro tiene trillizos
podremos redecorar la casa.
¡Sí nos oyeran!
Hemos venido a un sitio como Marrakech
para poder hablar con libertad.
Quiero decirte algo
que nadie pueda oír.
Este es el sitio perfecto.
¿Cuándo vamos a tener otro hijo?
- Tú eres el médico, deberías saberlo.
- No había oído esa pregunta antes.
¡Mami, mira!
¡Ven!
Son máquinas de coser,
parece un anuncio de televisión.
- ¿Te diviertes?
- Supongo...
Todo le llama la atención.
¡Hank!
¡Hank, vuelve!
¡Hank!
- Es mejor no acercarse.
- ¿Qué pasa?
La policía
persigue a alguien.
¡Ey!
¡Ey, mirad allí!
¡Apartaos de aquí!
Monsieur McKenna.
Soy Louis Bernard.
Un hombre,
un hombre de estado...
va a ser asesinado...
en Londres...
pronto, muy pronto.
Dígales en Londres
que prueben
Ambrose Chappell.
Chappell.
- ¿Quién es?
- Bernard. ¿Tienes un trozo de papel?
Está muerto.
¡Eh, usted!
¿Conoce a ese hombre?
El no habla francés,
yo le traduciré.
- Dice que si conocen a ese hombre.
- Sí, es Louis Bernard...
¿Louis Bernard?
¿Quiénes son?
El Sr. y la Sra. McKenna.
Quiero verlos en la comisaria.
- Quiere que presten declaración.
- De acuerdo.
Tienen que acompañar a la policía.
Iré con ellos.
¿No irán a llevar al niño a la policía?
¡Sí!
¡Yo quiero ir a la comisaría!
- ¿Me lo llevo al hotel?
- ¿Lo haría?
- Claro que sí.
- Gracias. Pórtate bien, Hank.
Tenemos que irnos.
¡Dios sabe a qué hora volveremos!
¿Qué hacía disfrazado
de árabe y pintado?
¿ Y por qué lo han asesinado?
Tal vez fuera un espía.
- ¿Qué estabas escribiendo?
- Te lo diré después.
- ¿Qué pasa?
- Estoy muy confuso.
¿Por qué me eligió a mí
para decírmelo?
Después de todo lo que habíamos dicho
sobre él.
Voy a intentar
utilizar mis influencias.
- Muy bien.
- Voy a estirar las piernas.
No dejarán de hacerle preguntas
si admite que le conocía.
Sólo lo conocí ayer.
Los franceses son muy cínicos,
puede que no se lo crean.
- Pero es la verdad.
- Póngase en su lugar.
Vieron cómo le susurraba algo
y, luego, usted lo escribía.
¿ Va a enseñarles lo que escribió?
Son amigos míos,
el Sr. y la Sra. McKenna.
Me llamo Drayton.
No hablan francés
y me han pedido que les traduzca.
Gracias,
pero no necesitaremos traductor.
Pasen adentro,
señora, caballero.
Por favor, espere aquí.
Podría necesitarle después.
Sus pasaportes,
por favor.
- Llegaron hace cuatro días.
- Eso es.
¿Usted es médico, señor?
Sí, soy cirujano,
turista y ciudadano americano.
- No tenía nada que ver con Bernard.
- No.
- ¿Ha estado en París últimamente?
- Sí, en una convención médica.
Cogieron el mismo autobús
y tomaron una copa.
- Cenaron en el mismo restaurante.
- En mesas distintas.
- Entonces, ¿era un extraño para usted?
- Lo conocí ayer en un autobús.
Y, aún así,
de las 5.000 personas...
que había en el mercado,
se le acerca a usted
cuando está a punto de morir.
¿Haría eso alguien
a quien acababa de conocer?
No sé nada sobre Bernard.
¿No sabía que era un agente
del Deuxième Bureau?
¿Qué es eso?
¿ Y tampoco habrá oído hablar del F.B.I.?
Espere...
Todo sería mucho más fácil
si usted dejara de fingir.
Mire...
Ese hombre se enteró de algo
y por eso lo han asesinado.
Y se lo contó a usted.
¿Por qué?
Porque confiaba plenamente en usted.
¿No es así?
Parece tener
todas las respuestas.
Déjeme preguntarle algo.
Si Bernard
confiara en mí tanto como dice.
¿Por qué iba a contarle lo que me dijo?
Incluso los americanos,
a veces,
se ven obligados
a traicionar a alguien.
Aclaremos esto de una vez,
yo soy un turista.
Me he visto involucrado
en un incidente desagradable.
He venido a prestar declaración
no a que me interroguen.
- Quisiera...
- Déjeme terminar...
¡Adelante!
- Llaman al Sr. McKenna.
- ¡Está ocupado!
¿Ha dicho
que hay una llamada para mí?
Voy a contestar y usted tranquilícese.
- ¿Sí?
- ¿Dr. McKenna?
Sí.
¿Quién es?
Si dice una palabra
de lo que Bernard le contó
en el mercado
pondrá en peligro la vida de su hijo.
Recuerde:
ni una palabra.
¿Diga?
¿Drayton?
- ¿No se llevó su esposa a Hank al hotel?
- Eso creo, sí.
Me acaban de amenazar
con la vida de Hank.
Llámela para ver si el niño está bien.
Con el hotel Mamounia,
por favor.
¿Hotel Mamounia?
Póngame con la habitación 21 7,
por favor.
Gracias.
Mi esposa no contesta al teléfono.
¿Puedo hablar con el conserje?
¿Conserje?
Soy el Sr. Drayton,
de la habitación 21 7.
¿Puede decirme
si mi esposa ha vuelto ya?
No lo coge en la habitación.
Sí, gracias.
Un momento,
por favor.
¿En qué habitación está?
En la 41 4.
¿Puede probar a llamar
a la habitación 41 4?
Entiendo, gracias.
¡No puedo creerlo!
- ¿No ha vuelto todavía?
- Nadie la ha visto.
Muy bien,
vuelva al hotel.
- Entérese de qué está ocurriendo.
- Es muy extraño en ella.
Me reuniré con usted
tan pronto como pueda.
Mire, tal vez,
se trate de un simple malentendido.
Si me entero de algo
le telefonearé aquí.
No hay tiempo que perder.
¿Quién era, Ben?
Era el...
el conserje del hotel.
Le han dicho que estábamos aquí
y quería ayudarnos.
- Es todo un detalle.
- Sí.
Si no hemos regresado en 15 minutos,
contactará con el consulado americano.
Si me hubiera dicho antes
que quería hablar con su cónsul...
- Sí, claro, vamos Jo.
- Sólo falta una pequeña formalidad.
Debo pedirles
que firmen una declaración.
- Si no cuesta mucho tiempo.
- No.
Llamaré al mecanógrafo.
¿Ben?
- ¿Sí?
- ¿No me vas a enseñar el mensaje?
Yo no...
No creo que deba.
No soy la policía,
soy tu esposa y creo que debería verlo.
- ¿Por qué no se lo has dicho?
- No he querido.
- La vida de un hombre...
- Está en peligro, lo sé.
No sé lo que debo hacer.
Lo mejor es volver al hotel a por Hank
y largarse de aquí.
- Quizá.
- Piensa en Hank.
Ha sido terrible para él
presenciar un asesinato.
- Es un shock para un niño.
- Lo sé.
Démosle esa nota al cónsul
y no nos impliquemos más, por favor.
- Ve a por la llave, yo le pago al cochero.
- De acuerdo.
¿Conoce a una tal Sra. Drayton?
- Una señora inglesa.
- Sí.
¿La ha visto volver
en la última hora o así?
- No, señor.
- Escuche, esto es muy importante.
- Mi hijo iba con ella.
- No, señor.
- ¿ Y al Sr. Drayton?
- Ha dejado el hotel.
- ¿Qué?
- Se ha ido.
- No puede haber hecho eso.
- Sí.
-El Sr. Drayton, con gafas.
- Sí, señor, se ha ido del hotel.
No sé tú,
pero yo estoy agotada.
Le diré a la Sra. Drayton
que traiga a Hank.
- No llames, Jo.
- ¿Por qué?
¡Porque te lo pido yo!
Ben,
¿vamos a tener una de nuestras peleas?
Espero que no.
Pues entonces deja de actuar así.
Sólo he dicho
que iba a llamar a la Sra. Drayton.
Un minuto.
Espera un segundo.
Sólo un momento.
Tómate esto, te relajará.
Estoy tan relajada
que me siento cansada.
- Tómatelas tú.
- Son para ti.
- Yo soy el médico, toma.
- Ben.
Ya sabes lo que pasa cuando te pones
nerviosa, hazme el favor.
Me decías
que tomaba demasiadas pastillas.
No habías presenciado un asesinato.
Tienes todos los síntomas.
- Has sufrido un shock.
- No.
Jo, sé cómo y cuándo
administrar una medicina.
Te sentirás mejor.
¿Por qué contradecirme?
No me crees.
Te propongo un trato.
Un trato,
¿qué es esto?
Hay algo en todo este asunto
que no te he contado todavía.
- ¿Qué?
- El precio para satisfacer tu curiosidad.
Venga,
tómate el calmante.
Muy bien, Dr. McKenna,
estoy relajada y le escucho.
Ha habido algo muy extraño
en todo este asunto desde el principio.
No fue casualidad que el Sr. Bernard
estuviera en ese autobús y nos ayudara.
- Tenías razón.
- ¿Lo ves?
Eso es lo que he dicho.
Tenías razón, era muy extraño.
Lo sé.
Pero,
¿qué querías decirme?
Empezó a hablar con nosotros
porque estaba buscando
a una pareja sospechosa.
Nosotros
no tenemos nada de sospechoso.
No.
Se equivocó.
Se trataba de otra pareja.
¿Murió sin enterarse?
No, los encontró,
claro que los encontró.
Anoche,
en el restaurante.
Esa es una de las razones
por las que lo asesinaron.
Ahora me dirás que son los Drayton.
Sí, eran ellos, Jo.
Si esto es una broma,
es de muy mal gusto.
- Creo que voy a tumbarme.
- Escúchame, Jo.
Ahora,
escúchame con atención.
Esa llamada de teléfono en la comisaría
no era del conserje del hotel.
Era un hombre con acento extranjero.
Dijo que si mencionaba una palabra
de lo que Bernard me había dicho
le ocurriría algo a Hank.
¿Hank?
¿Por qué Hank?
Se lo han llevado.
Pero la Sra. Drayton
lo trajo al hotel.
Ella no volvió al hotel,
y Hank tampoco.
Pero el Sr. Drayton...
El Sr. Drayton
dejó el hotel hace 40 minutos.
Jo, siéntate.
¡Lo que me has dado eran calmantes!
- Siéntate.
- Lo has hecho. ¡Déjame!
- ¿Por qué no me lo dijiste?
- No estaba seguro.
- ¡Eran calmantes!
- Jo, por favor.
¡Suéltame!
¡Déjame!
Siéntate.
Túmbate, Jo.
¡Oh, Ben,
déjame encontrar a mi niño!
¡Dios mío!
¡Quiero a mi niño!
¡Ben, por favor, tienes que encontrarle!
¡Por favor!
¡Por favor!
Perdóname, Jo.
Perdóname.
No tengo noticias de él.
Los Drayton se han ido del hotel.
Por lo visto,
eran de Londres.
Dijo que era profesor de la universidad.
Aquí no podemos hacer nada,
Jo.
No puedo decírselo a la policía.
Había pensado hacerlo
pero si relacionan
la desaparición de Hank con el asesinato
me obligarán a decirles
lo que Louis Bernard me susurró al oído.
Y eso no le beneficiaría a Hank.
Nos vamos a Londres.
Los Drayton tenían un avión privado.
Así se llevaron a Hank.
Pueden aterrizar donde quieran
sin pasaportes.
Así es que,
nos vamos a Londres a buscarlos.
Jo, ahora escúchame.
Esto es lo que Bernard dijo:
Un hombre de estado
va a ser asesinado
en Londres,
muy pronto.
Dígales en Londres
que prueben Ambrose Chappell.
Tenemos que encontrarle.
Si sabe algo le ofreceré
todo lo que tengo para recuperar a Hank.
Chappell
es nuestra única esperanza.
Hay un coche esperándonos abajo.
He pagado la cuenta,
sólo nos falta hacer el equipaje.
¿Cariño?
No tenemos mucho tiempo,
tendrás que levantarte y prepararte.
Por favor, Jo.
Por favor, Jo.
¿Pueden esperar
para los fotógrafos de prensa?
¿Cómo pueden recordarme
tan bien después de cuatro años?
Eres el tipo de chica
que no se olvida fácilmente.
¿Quién les ha dicho que íbamos a venir?
Tú no...
Avisé a los Parnell
para que nos buscaran un hotel.
Yo no me esperaba nada así.
Dr. y Sra. McKenna,
inspector Eddington,
Brigada de Investigación Criminal.
No necesitan pasar por aduanas.
Síganme.
- ¿Posas para una foto, Jo?
- Hola, Jo.
Por aquí, por favor.
¡Queremos a Jo!
¡Queremos a Jo!
El Sr. Woburn.
El Dr. y la Sra. McKenna.
- ¿Cómo están?
- ¿Qué quieren?
- El Sr. Buchanan quiere hablarles.
- ¿Quién es?
Es de Scotland Yard.
El Sr. Buchanan.
El Dr. y la Sra. McKenna.
¿Qué tal están?
Gracias, Woburn.
Siéntense, ¿quieren?
Nos ha conmocionado saber
que su hijo ha sido secuestrado.
Entendemos cómo se sienten.
- ¿Sabe dónde está?
- ¿Hay noticias?
Ojalá tuviera buenas noticias,
podríamos encontrarle pronto
si colaboran con nosotros.
Mandamos a Bernard a Marruecos
para que investigara
una trama de asesinato.
La vida de un buen agente siempre
está en peligro y no siempre sale bien.
Bernard confió en ustedes,
esperaba que acudieran a nosotros.
Secuestraron a su hijo
para comprar su silencio.
- Es así, ¿verdad?
- No, creo que lo secuestraron por dinero.
¿Por qué no fue a ver a su cónsul?
¿Por qué ha venido a Londres?
- Bueno, yo...
- Sr. Buchanan...
Creen que su hijo está aquí
y que pueden encontrarlo solos.
No pueden.
Es imposible.
Pero con nuestra ayuda,
hay una posibilidad.
- Una posibilidad.
- Nos dijeron que no habláramos.
Todo lo que digan
será confidencial.
Puede ser verdad, pero...
Su hijo es el as que guardan
bajo la manga y por ahora está bien.
¿ Y, después, lo dejarán en libertad?
¿ Y qué vamos a hacer, esperar?
No.
Si después consideran
que su hijo es un problema,
me temo que...
No hace falta que nos asuste.
Eso es exactamente
lo que intento hacer.
Estoy intentando evitar un asesinato,
aquí en Londres.
Si no me dice todo lo que sabe
ayudará a que se produzca ese asesinato.
- Ben, ¿qué podemos hacer?
- Espere un minuto.
Hable conmigo, no con mi mujer.
Bernard me habló a mí.
- Entonces, dígamelo.
- Hablaba francés.
Yo no hablo nada de francés.
Quizá puedan encontrar a Hank...
¡Quizá, a mí eso no me sirve!
- Yo también estoy preocupada.
- No he querido decir eso.
Teníamos un plan,
intentemos cumplirlo.
Lo siento, Sr. Buchanan,
nosotros...
Nos gustaría cooperar con usted,
pero nos es imposible.
Yo también tengo un hijo.
No sé lo que haría.
Discúlpenme.
Una llamada para usted,
Sra. McKenna.
Pase la llamada de la Sra. McKenna,
por favor.
- Hola.
- ¿Sra. McKenna?
- ¿Sí?
- Soy la Sra. Drayton. ¿Me recuerda?
¡La Sra. Drayton!
¿Dónde está nuestro hijo?
Está aquí conmigo,
no se preocupe por él.
¿Adónde lo han llevado?
Imagino que le gustaría hablar con él.
Sí, por favor.
- Hank ¡Hola, Hank!
- Un momento.
¿Mami?
Mami, ¿eres tú?
Hank, cielo,
¿estás bien?
Estoy un poco asustado, mami,
pero estoy bien, supongo.
Te echo de menos, mami,
te echo muchísimo de menos.
Hank.
Hank, es papá.
- ¿Está mami llorando?
- Hank, escúchame.
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
No quería hacerla llorar,
pero estoy asustado y quiero verla.
Hank, ahora, escúchame.
Dime... ¿Dónde estás?
- Calle Welbeck 8...
- ¿Sí?
Ocho... ¿Qué más, Hank?
¡Hank!
Ben,
estaba muy asustado.
Sabemos que era un teléfono público.
Una cabina en el oeste de Londres.
¿Lo entiende ahora?
Puede que cambien de opinión.
Si lo hacen...
me encontrarán en este número.
- ¿Todo bien, señor?
- Sí, sí.
- Su llave.
- Gracias.
Tenga...
- Gracias.
- Aquí tiene.
Es de los Parnell.
Bienvenidos.
Deseando veros,
sobre todo, al pequeño...
Con cariño, Jan y Cindy.
¡Qué amables!
Ambrose Chappell.
Ahí está.
61 Burdett Street, Camden Town.
Gulliver 6198.
¿Qué vas a decirle?
Que no diré nada
y le ofreceré todo lo que tenemos.
¿Operadora?
Operadora,
póngame con Gulliver 6198.
- ¡Jo!
- ¡Estás preciosa!
¡No podía creerlo!
¿Qué hacías en Marruecos?
Tú eres lo que Londres necesita, Jo.
Esta semana ha sido muy aburrida.
¿Ambrose Chappell?
¿El Sr. Ambrose Chappell?
¡Sr. Conway!
No sabía que estaba aquí.
¡Dr. McKenna!
Bienvenido a Londres, doctor.
No sabía que era médico.
¡Muy bien hecho!
- ¡Este mundillo es muy psicosomático!
- ¡Jan, calla!
- ¡No sabes ni lo que eso significa!
- Sí, la mente influye en el cuerpo.
- El doctor está haciendo una llamada.
- Una llamada de trabajo.
¡El trabajo ante todo!
¿Hola? ¿Hola?
Ambrose Chappell.
Digo que si es
el Sr. Ambrose Chappell.
Me llamo McKenna.
Soy el Dr. Benjamin McKenna.
¿Queréis tomar una copa?
¿ Va a estar en esa dirección?
Me gustaría hablarle de...
Gracias. Ahora mismo voy.
Os presento a mi marido.
- He oído hablar mucho de usted.
- Esta es la esposa de Val, Helen.
Está igual que en las fotos de Jo,
no ha cambiado nada.
Tal vez le den hormonas gratis.
Soy Jan,
canto casi tan bien como su mujer.
Y ésta es Cindy,
de Harrisburg.
¿Ha estado allí hace poco?
¿Cómo podría? Allí sigo siendo
Elva McDuff, el pueblo ya no es para mí.
Queremos ver al niño.
Está con unos amigos,
para que nosotros podamos disfrutar.
- ¿Cómo se llama?
- Hank. Henry, en realidad.
Espero que se parezca a ti
y tenga el cerebro del doctor.
- Las flores son preciosas, gracias.
- Pediré que suban unas copas.
La cena corre de mi cuenta,
en honor a Jo.
- Ojalá se quedara un mes.
- No puedo.
Lo siento, pero tengo una cita.
¿Se encarga usted de esas copas?
Volveré tan pronto como pueda.
Disculpen, por favor.
- Ben.
- Hay que hacerlo.
- Llévame contigo.
- No puedo.
- Déjame ir contigo.
- Es más fácil seguir a dos personas.
No queremos que nos siga nadie.
Voy a salir por la puerta de servicio.
Taxidermista
- ¿Ambrose Chappell?
- ¡Adelante!
Un caballero desea verle, señor.
Buenas tardes, señor,
soy Ambrose Chappell.
¿Qué desea?
Bueno, yo quería...
- Podría empezar por decirme su nombre.
- Claro, me llamo McKenna.
El Dr. McKenna,
le he telefoneado.
Ah, sí, sí.
- ¿Usted es Ambrose Chappell?
- Lo he sido durante casi 71 años.
- Entiendo su problema.
- ¿Sí?
Por supuesto, es muy común.
Se esperaba a otra persona.
Un momento.
¿Ambrose?
Creo que este caballero
quiere hablar con nosotros.
Padre,
¿por qué no va a descansar un poco?
Me quedan siglos para descansar,
que tenga un buen día, caballero.
- ¿Cómo puedo ayudarle?
- Soy el Dr. McKenna.
- ¿Le dice algo ese nombre?
- No, me parece que no.
¿No tiene ni idea de por qué estoy aquí?
No tengo ni la más mínima idea.
Conocí a alguien
que me dio su nombre en Marrakech.
- ¿Ah, sí?
- Creo que usted conocía a esa persona.
- Louis Bernard, un francés.
- ¿Louis Bernard?
¡Deje de fingir! Bernard me dijo
que acudiera a usted antes de morir.
¿Ese hombre ha... muerto?
¡Ya sabe que está muerto!
Le voy a hacer una oferta
que no va a poder rechazar.
- ¿Qué tenía pensado exactamente?
- ¿Quiere hablar aquí?
No tengo secretos
con mis empleados.
De acuerdo.
En primer lugar,
no he dicho ni una sola palabra
de lo que Bernard me dijo.
No me interesa la política.
No me importa
a quién maten en Londres.
Sólo quiero a mi hijo, después,
nos iremos a los EE.UU.
¡Por favor!
¡Tiene que escucharme!
Si lo que quiere es dinero,
yo le...
¡Padre, llame a la policía!
Ahora, caballero, será mejor...
- ¿Le ha dicho que llame a la policía?
- No, no.
Sólo quieren asustarme.
- Espere... ¡Déjeme!
- ¿No conoce a Bernard?
- Jamás he oído hablar de él.
- ¿No sabe dónde está mi hijo?
¡Pues claro que no!
¡William, Edgar, Davis! ¡Ayudadme!
¡Esperen un momento!
¡Esperen!
Me he equivocado de lugar.
¡Déjenme ir!
¡Escuchen!
¡Esperen!
He cometido un error.
¡Déjenme ir!
¡Sujetadlo!
La policía está de camino.
¡Sujetadlo!
Decía que vestía de tal forma que nadie
podía creer que era un aristócrata.
Entonces le dije:
Escucha, Chris,
¿por qué no quitas ese artículo
del periódico?
Jo,
¿dónde se ha metido tu marido?
Hace más de una hora
que se ha ido.
- Tenía que ver a un tal Capilla, ¿no?
- No, era Chappell.
¡No es un hombre,
sino un lugar!
¡Es Ambrose Chapel, una capilla!
- ¿Están las capillas en la guía?
- Veamos.
Por favor,
ayudadme a encontrarlo.
Veamos, aquí está.
Ambrose...
Ambrose Chapel
1 7, Ambrose Street, W2.
1 7, Ambrose Street, W2.
1 7, Ambrose Street.
Queridos,
tengo que dejaros.
Lo siento,
volveré en cuanto pueda.
Explicádselo a Ben cuando vuelva.
¿Explicarle qué?
Aquí está sucediendo
algo muy extraño.
Al principio,
ese hombre llamado...
- Ambrose Chappell.
- Y Ben sale corriendo.
Después,
es un lugar y se va Jo.
- Ni lo menciones o saldré yo corriendo.
- ¡No me tientes!
- ¿Qué significará eso, Val?
- Quizá sea un juego americano.
Hola, de nuevo.
Siento haberme ido así,
tenía que hacer algo.
Justo lo que necesitaba.
Gracias.
Bueno... ¿Dónde está Jo?
- En Ambrose Chapel.
- Acabo de venir de allí.
- No es ese Chappell.
- No es una persona, es un edificio.
Hace unos 20 minutos que se marchó.
¿Que ella qué?
- ¿Qué? ¿Cuál es la dirección?
- La buscaré otra vez.
¿Qué es eso?
¿Ha dicho que era un edificio?
1 7, Ambrose Street, Bayswater.
1 7, Ambrose Street, Bayswater.
¿Sí? ¡Doctor!
¡Doctor, vuelva, es Jo!
- ¿Jo?
- Ben, ¿qué has descubierto?
- Nada, era una pista falsa.
- Es una capilla, la he encontrado.
Está cerca de aquí.
Ha sido una locura, pero...
- Ahora mismo voy, espérame.
- Nos vemos en la puerta.
- Adiós. ¿Cuál es la dirección?
- 1 7, Ambrose Street, Bayswater.
No sé cómo agradecérselo.
¡Usted no es muy buena
jugando a las damas!
A la cama, cielo,
tienes que descansar.
¿Puedo terminar la partida?
Sí, termina.
Que tome leche con galletas.
Tendría que estar acostado.
Esta noche no hace falta.
Vas a dormir, ¿verdad?
- Creo que sí.
- Date prisa, si quieres terminarla.
No cuesta nada ser amable,
¿sabes?
Llámame cuando quieras
que venga a abrir la puerta.
- ¿Puedo entrar?
- Sí.
¡Ojalá ya fuera mañana!
Esa actitud no es la adecuada.
Antes de que lo olvide.
Toma.
Dos entradas para el concierto
en el Albert Hall, de mi parte.
El palco está muy bien situado.
Está situado en un lugar estratégico.
- Y ahora lo más importante.
- ¿Qué?
La música
que van a tocar esta noche.
No creo que seas tan bueno
en música como en puntería.
Voy a ponerte el momento exacto
en el que debes disparar.
Escucha con atención.
Una vez más.
Escucha el toque de los platillos.
¿Lo ves?
En ese momento, el disparo no se oirá.
No molestará al público.
Al compositor le habría gustado,
¿no crees?
- Nadie se enterará.
- Nadie excepto una persona.
Eso es, si lo haces bien,
amigo mío.
- ¿Alguna pregunta musical o de otro tipo?
- No.
Con suerte,
es un momento del principio.
No necesito recordarte
que tienes tiempo para un disparo.
Un segundo disparo
será arriesgado.
- Nunca corro riesgos.
- Me alegro.
Después de haber ido hasta Marrakech
a buscarte, espero que no me defraudes.
Tu blanco va de camino.
Hay un coche esperándote
en la puerta trasera.
Irás acompañado
de una tal Srta. Benson.
Te dará un aspecto más respetable,
si cabe.
¿Estará el dinero listo
cuando vuelva?
¿No confías en mí?
Cómo dice el refrán:
El hábito no hace el monje.
Un disfraz muy inteligente,
debo decir.
Deberías irte ya.
No está bien llegar tarde a un concierto.
Imagínate que tengas que esperar
hasta el final de la primera pieza.
- Acompáñalo hasta el coche.
- Por supuesto.
Siento que tenga que salir así
pero debemos guardar las apariencias.
Ahí está.
Sí.
Creo que has dado justo en el clavo.
No puedes haberte equivocado como yo.
¡Vamos!
- ¿Avisamos a la policía?
- No, cariño, lo haremos solos.
¡Ben!
Esto sólo es...
...otra pista falsa.
Vamos a esperar...
y echar un vistazo...
Mira quién viene por ahí...
El tema del sermón
de esta tarde habla de la adversidad.
La vida,
la suya y la mía,
se ve a menudo acosada
ante las desilusiones y crueldades
ajenas a nuestro control.
Sin embargo, con frecuencia,
estas fuerzas ajenas a nuestro control...
Es el número de Buchanan.
Sal, llámale
y dile que rodee este sitio.
- ¿ Y si me pregunta...?
- Dile cualquier cosa.
Esta vez va en serio,
sé que Hank está aquí.
- No quiero dejarte aquí.
- No sé cómo hacerlo de otra manera.
Vamos sal.
...la bondad humana.
Sólo unos pocos se detienen a pensar
cómo las adversidades...
nos pueden ayudar a mejorar.
Deberíamos detenernos
ahora mismo
y mirar en nuestro corazón,
analizar nuestras vidas,
y ver que encontramos.
En lugar de quedarnos aquí,
deberíamos volver a nuestras casas,
meditar y recordar
lo afortunados que somos
y lo agradecidos
que deberíamos estar.
La próxima vez, hablaremos
de los frutos de nuestra meditación.
Hasta entonces,
que Dios les bendiga a todos.
¡Qué grata sorpresa, doctor!
- ¿Dónde está mi hijo, Drayton?
- Arriba.
Podrá ayudarnos a darle la cena.
A Hank no parece gustarle
la cocina inglesa.
¿Qué quiere?
Le pagaré.
No diré nada,
sólo quiero a mi hijo.
¿ Y qué pasa con su mujer?
¿Ha salido a tomar el aire?
¡Haré lo que me pidan!
Muy bien.
Verá a su hijo muy pronto.
¡Hank!
¡Hank McKenna!
¿Papá?
¡Papá!
¡Estoy aquí, papá!
¡Estoy aquí!
Mi marido está ahí ahora.
- Hagan algo antes de que se los lleven.
- No es tan fácil.
Mi marido está en esa capilla
esperando ayuda, tienen que...
¿Puedo hablar con el Sr. Buchanan?
Me dijo que le llamara.
Lo siento, está en un acto diplomático
muy importante en el Albert Hall.
¡Pues llámele allí!
- Va de camino. No sé si...
- Sr. Woburn, es cuestión de minutos.
¡Envíe a la policía ahora mismo!
- ¿Tengo que ir al Albert Hall yo misma?
- No.
Haré que vigilen la capilla.
Mandaré un coche,
vuelva con su marido.
Dígale que deje el resto
a la policía.
Al habla Woburn,
tengo que dejarla.
Por favor, créame,
voy a ocuparme de este asunto.
- Ahora no hay nadie.
- ¿Sra. McKenna?
Aquí pasa algo raro.
Este lugar estaba lleno de gente.
La mantendremos vigilada.
Mi esposo está dentro
con unas 40 personas
- ¿Cuándo ha sido eso?
- Hace cinco minutos.
- Echemos un vistazo.
- Está cerrada.
- Habrá que forzarla.
- Necesitamos una orden especial.
- ¿No puede conseguirla?
- Requiere tiempo.
Miraremos por los alrededores.
Matthews, vaya por el otro lado.
- Ahí no hay nadie.
- ¿Está segura de que había gente?
Claro, yo he estado dentro,
con mi marido.
El me ha pedido que saliera
a telefonear a Scotland Yard.
Es muy complicado para explicarlo.
Tendremos que esperar
a que llegue el coche de Yard.
- No hay señales de vida.
- Vuelvan aquí.
De acuerdo,
señor.
Walden,
espere al coche de Yard.
- Se van?
- Ordenes. La Ilevamos a algun sitio?
- Al Albert Hall.
- No nos pilla de camino.
- La dejaremos en una parada de taxis.
- Muy bien.
Embajada de AO...
Entrada trasera.
Esperen aquí.
- Están aquí.
- Iré a despejar la cocina.
¡Todo el mundo al pasillo!
¡Cinco minutos¡ ¡Venga!
Haced lo que os dice.
Sólo será un segundo.
¡Venga!
¡Todos, fuera!
Muy bien,
por aquí.
- ¡Siempre ocurren cosas extrañas!
- ¡Prefiero la embajada suiza mil veces!
Eso para que hable de la neutralidad.
- ¿El director, por favor?
- Está ocupado en el vestíbulo.
- Y su ayudante también.
- ¿Quiénes son?
Los encontrará por ahí.
Tiene un niño precioso.
Su seguridad depende
de usted esta noche.
¿Dónde está?
¿Dónde está?
¿Es ése el Primer Ministro?
No, es el embajador,
el ministro es el calvo.
- ¿Su entrada, señora?
- Estoy buscando a alguien.
Estaban apuntando al Primer Ministro.
Pensé que tenía que gritar.
Su esposa le ha salvado,
es sólo una herida superficial.
¡Ahí están! Por favor,
deje que se lo agradezca personalmente.
Será sólo un momento.
Acérquense, no se pongan nerviosos.
Ah, sí.
- Primer Ministro, ésta es la señora..
- Estoy en deuda con usted.
- Este es su marido.
- Permítanme que les visite mañana
para expresarles
mi más sincero agradecimiento.
No ha sido...
Pero sí que lo ha sido,
querida señora.
¿Nos disculpan?
Disculpen,
tengo que irme.
El Sr. Buchanan
quiere hablar con ustedes.
- ¿Dónde está nuestro hijo?
- Hablaremos, si vienen por aquí.
- ¡Ustedes lo sabían!
- No sea ridículo.
- Es una casualidad muy extraña.
- Su ayudante nos dijo que estaba aquí.
- Perdone.
- Necesitamos su ayuda.
La mujer del palco dice que no conocía
al hombre que estaba en su palco.
- Si lo conoce, no va a decirlo.
- La veré después.
Cuéntenmelo todo ahora.
Todo.
Todavía hay esperanza.
Su Excelencia los recibirá ahora.
Eso es todo,
creo.
Sí.
Muy bien.
Disculpe, señor,
le debo una explicación.
Ha ocurrido algo que no estaba previsto.
Necesito dinero para el franco-tirador.
¿No es eso superfluo,
teniendo en cuenta que está muerto?
Su puntería no era tan buena
como me había asegurado.
El blanco sólo ha sufrido
una mera herida superficial.
Ha sido un fracaso total.
Su amigo francés se puso nervioso,
sufrió una caída mortal
y se estrelló en el suelo del Albert Hall.
No puede culparme por ello.
Lo habían recomendado en Marrakech.
Me alegro de que se lo tome así.
Esta noche voy a dar una recepción.
El Primer Ministro
es el invitado de honor
y yo esperaba
que le resultara imposible venir.
- ¿Le parece gracioso?
- No sé que decir.
No.
Yo sí.
Lo estropearon todo
al llevarse a ese niño con ustedes.
A los americanos no les gusta
que secuestren a sus niños.
¿Cómo quería que McKenna no hablara?
Y para colmo,
tiene la brillante idea
de venir aquí
y traer a ese niño con ustedes.
¿Es consciente de lo que le ha hecho
a esta embajada?
- Yo creía que podíamos...
- ¿Cómo van a sacar al niño de aquí?
Eso es fácil,
en coche.
¿Con detectives de paisano
por todo el edificio?
- ¡Los intelectuales ingleses!
- Ya pensaremos, deme tiempo.
Tiempo...
Eso niño
tiene que salir de esta embajada
y en un estado
que le impida contar nada
sobre el lugar
en el que ha estado esta noche.
¡Oh, no!
- Me ocuparé de eso.
- Drayton...
Confío en usted
para que todo salga bien.
Sería una lástima para usted...
Sí, adelante.
La princesa está a punto
de llegar en cualquier momento.
Nos miramos,
nos reconocimos.
Intentó escaparse y saltó.
Iban a cargarse a un pez gordo
de los suyos.
Preferiría que lo hicieran
en sus propios países.
¿Sí?
Sí,
al habla Buchanan.
Entendido.
Gracias.
- Los Drayton están en la embajada.
- ¿Cómo lo sabe?
Tenemos contactos internos.
Nuestro hijo debe estar ahí también.
- Puede ser, pero no podemos hacer nada.
- ¿Por qué?
- Los diplomáticos tienen inmunidad.
- ¿Qué?
Están en suelo extranjero.
¿Pueden raptar niños
y no les pasa nada?
El ministro de asuntos exteriores
tal vez podría...
Pero yo no estoy especializado
en ley internacional.
Sólo necesitaríamos probar
que su hijo está ahí.
¿Cuál es el número de la embajada?
¿Lo tiene?
- ¿Qué estás pensando?
- Voy a probar algo...
- Grosvenor 01 44.
- Grosvenor 01 44, por favor.
El tipo al que han herido
era el primer ministro, ¿no?
Quisiera hablar con el Primer Ministro,
por favor.
Sí, sí.
Escuche.
De parte de la señora que le ha salvado
la vida, es muy urgente.
- ¿Qué le digo?
- Quería vernos para darnos las gracias.
Dile que te gustaría verle esta noche
porque nos vamos mañana.
- ¿Hola? Ya está.
- ¿Hola?
Querida, señora,
qué sorpresa más agradable.
Estoy encantado.
¡Encantado!
El embajador también lo estará.
Tenemos amigos comunes.
Está de acuerdo.
- Si te lo piden, ya está.
- ¿ Y si no?
¿Nunca te lo han pedido antes?
Tu trabajo es llamar la atención,
¿no es así?
- Buenas. El Dr. y la Sra. McKenna.
- Nos complace tenerles aquí.
El Primer Ministro les está esperando.
Por aquí, por favor.
- Ah, señora, buenas noches.
- Buenas noches.
Esta es la encantadora señora
que me ha salvado la vida.
Señora, ha salvado la vida de un hombre
indispensable en nuestro país.
He oído que usted
es la famosa Jo Conway.
- Sí, soy Jo Conway.
- Quizá podría...
A mi esposa le encantaría
cantar para usted. ¿ Verdad?
- Hace tiempo que no...
- Por favor, señora.
Pongamos un final tranquilo
a un tarde dramática.
Es un honor para mí.
¿Stanis?
¿Podría traer unas sillas?
Damas y caballeros, Jo Conway
ha accedido a cantar para nosotros.
Asegúrese de que el Primer Ministro
esté cómodo.
¿Me acompaña hasta el piano?
¿Le gustaría sentarse, caballero?
No, gracias,
me quedaré de pie.
Esa es la voz de mi madre!
Esa es mi madre cantando!
¿Estás seguro, Hank?
- ¿Estás seguro?
- ¡No estoy seguro, lo sé!
¿Qué está haciendo aquí?
Hank,
¿sabes silbar esa canción?
Creo que sí.
Entonces, hazlo, sílbala.
Sílbala tan alto como puedas.
Esperen en la sala del correo,
yo lo bajaré.
Tardaré unos cinco minutos.
¡No!
¡Papá!
- ¡Coja al niño! ¡Váyase! ¡Pero dese prisa!
- ¡Vamos!
¡Un momento!
¡No lo toque!
No creo que se atreva a disparar,
Drayton, con toda la policía.
Su situación no es
mucho mejor que la mía.
- ¡Deja marchar al niño!
- Precisamente eso es lo que iba a hacer.
Estoy seguro de que vas a ser sensata
y me vas a ayudar a largarme.
¡No te ayudaré,
miserable..!
No querrás que haga daño a tu padre,
¿verdad, Hank?
Bajaremos juntos,
en silencio,
como si fuéramos tres buenos amigos.
Después, daremos un paseo
hasta la parada de taxis más cercana.
Y no haremos ninguna escena
por las escaleras.
Haz lo que te dice,
Hank.
No,
por el otro lado.
¿ Vamos bajando?
Ve bajando hacia el hall,
hijo.
No digas nada.
¡Venga, Hank!
Siento que hayamos tardado tanto
pero fuimos a recoger a Hank.